final.

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Alexandra y el chico regresaron a la azotea. Ella con sus zapatos de ballet en mano y el con su piano. Sentían que así, juntos, en ese momento, parados en la orilla de la azotea donde todo parecía que tenían el mundo a sus pies, eran invencibles. Tal vez lo eran.

El tocó una canción para ella, y ella bailo. Después le tomó la mano y comenzaron a bailar juntos. Brincaban, danzaban y reían. No había música, pero para Alexandra no había mejor música que el amor.

Y para él, ella era más que una bailarina, ella era música.

A él le sorprendía haber escuchado la historia de Alexandra sobre cómo investigó tanto sobre los colores, los buscó por todos lados ¡y miren donde los llego a encontrar! En alguien al que ser feliz le parecía extraño. Pero aún más, le sorprendía que haya buscado tanto cuando ella misma era de colores, siempre las personas más rotas son las más bellas, y ella parecía frágil. Pareciese que los que más sé esfuerzan en encontrarlo, no se dan cuenta que eso que buscan siempre ha estado dentro de ellos. A él le gustaría ser así.

Ahí bailando, incluso lograba escuchar música, aunque provenía de su mente, no, provenía de ella. Creo que ya entendia a Alexandra lo que era amar. Su corazón comenzó a latir rapidísimo y los ojos de ella tomaron... ¡Color! Comenzó a reír sin parar en carcajadas. Si era feliz. La sonrisa rota que Alexandra tenía le dio a entender que no todo lo que está roto es inservible irreparable. Después de todo, el sentía como si ella lo reparó.
Y ahora entendia la belleza en lo roto.
En lo destruido.
En su sonrisa.

Lo más curioso era que eran tan jóvenes, ¿cómo podían amar tanto y saber tan poco?  ¿será que siempre se puede encontrar algo hermoso en algo destructivo, en algo roto? Si es así ahora podría comprender por qué estaban tan fascinados el uno por el otro.

Ahora Alexandra sentía que todo tenía sentido, desde la poesía, hasta las canciones tristes y el arte a color.

Alexandra y él se pararon en la orilla de la azotea juntos. Alexandra vestía un traje de ballet y sus pequeños zapatos de eso mismo, mientras que él iba de traje y con un pequeño piano abrazado.

Se miraron, sonrieron y saltaron.
Alexandra encontró paz dentro de ese pequeño caos llamado vida que aún no lograba entender. Entendió que también se podía encontrar amor en los lugares más rotos y que es inevitable darse cuenta que el mejor suicido es amar, y si esto que acababa de vivir fue correspondido, no se podía imaginar cómo sería el que no lo es.

~ * ~ * ~

La mañana del quince de noviembre, un músico y una bailarina de ballet fueron encontrados sin vida en el estacionamiento de un hospital. Causa de muerte: suicido.

El músico y la bailarina. | historia corta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora