La ciudad de Medina había muerto hacía doscientos años, o quizás más, pero ¿quién podía saberlo? De todos los misterios de la región del norte de Berinia, el cuadro de la colección Yori era el más extravagante. No era tanto la historia en sí, que bien podía ser una simple reminiscencia de los mitos clásicos, sino la fascinación por el descubrimiento que hacía tan solo una década había llevado a cabo el Dr. Argus Klive. La arqueología se había convertido en una nueva materia de estudio, ligada estrechamente al universo tecnológico en auge a mediados del XXI, pero nadie esperaba encontrar algo nuevo en la Tierra. Los restos de Medina, su cuerpo fragmentado en fantasmas en forma de edificios grises de once pisos, lo que fue hace siglos un pequeño oasis entre el desierto Alegros y las capitales de Berinia, se materializó en el mismo lugar en el que había desaparecido. ¿Medina se había desvanecido alguna vez, o se trataba de alguna antigua conspiración que por fin había caducado? La expectativa era inigualable. Después de años de frustración, los estudios del tiempo tenían finalmente un modelo único para su análisis, o eso creyeron quienes dieron sus primeros pasos por la Medina de los Siglos de las Estrellas, pero su entusiasmo fue en vano. Aquella ciudad no tenía nada que decir; era tan solo un conjunto intacto de argamasa y ladrillos vacíos. Sus ciudadanos, si los había tenido, habían desaparecido junto a cualquier señal que pudiera indicar lo sucedido. Ver la ciudad era como contemplar el cuadro de Yori: no se vislumbraba nada, pero producía un efecto magnético, cargado de melancolía y tristeza, que atravesaba los tonos grises que lo componían. El mito de Medina no sólo no se había extinguido, sino que acababa de convertirse en el Grial de nuestro tiempo: una búsqueda legendaria que implicaba el conocimiento de lo que puede haber más allá del simple entendimiento humano, sin embargo, para mí, la verdad había estado presente desde el principio en el boca a boca de Berinia.
Medina sufrió un deterioro inexplicable: las horas de trabajo se extendieron hasta lo impensable para unos pocos, mientras la mayoría, apática y descorazonada, veía la explotación como un sueño inalcanzable. Pero lo peor estaba reservado para los niños; ellos sufrían las consecuencias de la miseria, que se traducía, más que en hambre o violencia, en desesperanza. Como una maldición, el gris se apoderó de los habitantes de la ciudad: la luz del Sol no podía penetrar a través de la atmósfera ceniza, el silencio se apoderó de las calles, y el manto de la frustración ahogó a toda la población que entre ellos repetían “Así son las cosas”, “Así son las cosas”. Así, salvo unos pocos que consiguieron escapar a tiempo, Medina se hundió en el abismo que ella misma había creado, borrando todo recuerdo de su existencia. Aquellos que huyeron de la desgracia olvidaron su procedencia con los años, pero antes de que fuera demasiado tarde uno de ellos reflejó, a modo de advertencia, su última visión de Medina.
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El Fantasma de Cristal y otros cuentos...
Historia CortaFantasmas, comediantes, hombres-pez, monstruos en forma de rata, magos, hadas, asesinos... Un cuento de ficción cada quince días; un libro de relatos en red que siempre tiene una historia nueva que contarte. También en http://elfantasmadecristal.wor...