» 015 «

1.3K 70 19
                                    

¿Qué?

—Depende.

Con una valentía que no había visto nunca en ella, vi cómo se acercaba a mí, hasta el punto de casi rozar sus labios con los míos. Y estaba tan embobado mirando sus gruesos labios, entreabiertos para mí, que no me percaté  de la dirección que había tomado su mano.

Jadeé cuando se abrazó a mi miembro por encima del pantalón, allí, en frente de un árbol y con dos chicas de fondo gimiendo.

Mi polla respondió a su contacto, tal era mi deseo por ella. Realmente los gemidos de fondo podrían despertar el deseo en cualquiera, pero Noor atrapaba toda mi atención. Una tímida sonrisa apareció en sus labios, dejando ver a la Noor de siempre. La tenía muy dura y lo sabía, porque empezó a acariciarla por encima de la tela y llevé mi mano a su antebrazo.

Lo que no me esperé fue el beso, ese intenso beso con el que no me dio tiempo ni a cerrar los ojos. ¡Qué chica! ¡No sabía que una tímida sonrisa pudiera esconder tanto deseo! No pude más, la apreté a mi cuerpo con ganas. A diferencia de mis fantasías, Noor ahora me llenaba la boca de gemidos silenciosos. Tenía una tremenda erección, y los gemidos de fondo no ayudaban. No veía el momento en que metiera su suave mano por mi pantalón, agarrara mi polla y la masajeara incontables veces hasta que me corriera. Que la visitara con su boca y la succionara, que pudiera mientras acariciar su suave nuca y su pelo. Que pudiera descubrir su intimidad de verdad y pudiera hacerla gemir tanto o más como lo hacían las otras chicas.

—¿Te apetece saber esa propuesta? —preguntó Noor, con una pequeña sonrisa en la cara. Recordé entonces que en cuanto me vio me había preguntado acerca de algo de una propuesta...

—¡Kain!

Mierda, ¡otra vez fantaseando! Pero ¿cómo es capaz mi mente de introducirme en tal fase de ensoñación con Noor? Por unos instantes, creo incluso que es real. Pero no, nunca lo será. Noor tiene novio y, además, si en todo este tiempo no ha surgido nada entre nosotros es por algo. Y la chica rubia de grandes pechos no está liada con la pelirroja. Eso creo.

Al abrir los ojos, vi que a través de la tela de la tienda de campaña había mucha claridad. Ya era de día.

—¿Qué hora es? —pregunté perezosamente a mi madre que me acababa de despertar.

Ah, no había sido mi madre.

Al girar mi cabeza pude verla: en camisón, con ojeras y despeinada. Y me pareció la mejor imagen para alegrarme la mañana.

Vi cómo se sonrojaba y se pasaba un mechón de pelo tras la oreja.

—Pues son... alrededor de las 8.

Un momento. ¿Qué hacía en mi tienda de campaña?

—¿Va todo bien? —pregunté, tratando de acostumbrar las pupilas a la luz.

—Siento molestarte, pero me preguntaba si habías visto un cuaderno gris por aquí. Tus padres acaban de ir a saludar a los míos y me han dejado entrar a preguntar.

Se cruzó de brazos y me percaté de que su pelo era prácticamente tan largo como... ¿su camisón? ¿En serio Noor, la chica gótica, dormía con un camisón morado y con estampados? ¡¿Dónde está la verdadera Noor?!

—Uhm... no, ¿cuándo lo viste por última vez? —inquirí, sentándome sobre mi saco de dormir.

—Anoche, en la fogata. Justo antes de que todos volviéramos a las tiendas ¡pero en la mía no está! —salió de la tienda de campaña, no sin antes mirar hacia atrás y añadir:

—Si lo ves ¿podrías decírmelo, por favor? Es muy importante y muy personal.

Asentí y bostecé, tratando de despertar.

—Descuida, Noor.

Apoyé las manos detrás de mí. ¿Qué le pasaría al cuaderno de Noor? Mi madre entró en la tienda al instante y nos dimos los buenos días.

—¿Qué tal la noche? —la pregunté.

—No dormí bien, será la falta de costumbre—. Entonces, mientras me levantaba y preparaba la ropa, me dijo algo que me cogió por sorpresa:

—¿Sabes que Noor escribe listas?

—¿Qué?

—Lo que oyes, y tienen buena pinta.

Alto. Algo olía a chamusquina allí.

—Mamá... ¿cómo lo sabes?

—Estoy harta de que Agnes se entrometa tanto en tus decisiones. Y he tomado prestado su cuaderno de recetas a cambio. ¿Sabías que su hija escribe en el mismo cuaderno que ella?

—¡Quesiiito! Ven un momento, tengo que darte algo.

—Oh, ahora vuelvo Kain —dijo girando su cabeza hacia mi padre y saliendo de la tienda.

¿Qué acababa de pasar? ¡Era demasiado pronto como para pensar en nada!

Pero, al parecer, mi madre era una ladrona. Y sabía muy bien dónde escondía las cosas que no quería que encontrara nadie.

Hola chicos... otro sueño de los de Kain, un cuaderno de listas misterioso... solo voy a decir: ¡muajajaja! *hay tormenta de fondo y se le ilumina la cara de una forma muy terrorífica*. 

PerdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora