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-Eh ¿no se supone que lo llevaba Cleo? -inquirí, mirando a mi hermana, la cual tenía su mochila muy abultada. ¡El saco estaba ahí! Para comprobarlo, abrí la mochila y me llevé una gran decepción.

-¡No era mi turno! -exclamó una muy dormida Cleo con auténtico enfado y extendiendo sus bracitos. No había podido dormir en toda la noche por los ruidos, tenía miedo a pesar de haber dormido con 3 personas.

-¿Qué pasa? -preguntó Cecilia, y toda la familia de los Bial se giraron hacia nosotros, desconcertados. Mi padre empezó a reír, que es lo que siempre hacía ante situaciones de pánico.

Mi madre frunció el ceño.

-¿No llevas el saco, Cleo? -preguntó mirando su mochila, concluyendo lo mismo que yo.

-La niña lleva la ropa sucia que no cabía en nuestras mochilas -explicó mi padre, haciendo que mi corazón quisiera saltarse de mi pecho. Eso explicaba por qué Cleo tenía la mochila tan abultada-. El trato es que lo llevaras tú, Noor.

-Pero ¿cuándo me lo dijiste? -pregunté parándome en seco. No lo recordaba en absoluto.

-Es lo primero que te dijo al levantarte -comentó mi madre.

-¿Os habéis olvidado del saco en el camping? -preguntó Kain, estupefacto. Aunque nuestras expresiones no eran distintas.

-Pues como no tengas 150€, la próxima vez tu hermana y tú dormiréis en el reconfortable y fresquito suelo -comentó mi padre, mirándome acusadoramente. ¡Mierda! ¿En serio pretendía que me acordara de algo que me había dicho en cuanto me había levantado?

-¿Por qué tanto escándalo, cariño? Llamamos al camping, les pedimos que nos lo guarden y volvemos en otro momento- solucionó mi madre. ¡Al fin, alguien que piensa!

-Hoy el camping cerraba a la hora de comer -informó el señor Bial-. Había un cartel en la puerta del restaurante.

-¿En serio? ¿Un domingo? Los campings no cierran los domingos.

Estuve de acuerdo con Cecilia, a lo que el señor Bial se encogió de hombros.

-Sus razones tendrán...

Harta de las inquistivas miradas de mi padre y Cleo, alcé las manos y dije:

-Está bien, bajaré al camping. Volveré con él al mirador 3, esperadme allí.

-¿Vas a ir sola? -preguntó mi madre, preocupada.

-No quiero que la excursión se vaya a la mierda por mi culpa. Además, con la de veces que hemos venido aquí, me conozco este sitio como la palma de mi mano.

-¿Te acompaño? -preguntó Kain cuando acababa de pasar a su lado, oyendo el alivio en las palabras de mis padres. Sabía por qué no íbamos todos juntos, el señor Bial era muy escrupuloso con sus itinerarios y le daba mucha rabia no cumplirlos al milímetro, así que evitábamos discutir y disfrutar de la compañía familiar.

-Como quieras -respondí, recordando por dónde se volvía al camping. Tal vez quedara alguien acabando con el papeleo del camping por hoy y, si había suerte, nos abrirían.

-¡Llamad en cuanto tengáis cobertura!

-¡Vale!

Al momento Kain ya estaba caminando a mi altura, con la mochila tras la espalda y con paso ligero.

-¿Puedo preguntarte algo?

-Dime -respondí, mirando hacia el suelo para no tropezarme.

-¿Por qué Jhon no aparece en tu cuaderno y yo sí?

-Jho... ¿Qué?

-Porque de hecho, dices cosas geniales de mí. Pensé que, en caso de salir, saldría tu novio en el cuadern... -le corté.

-¡Entonces lo has leído! Novio, ¿qué novio? ¡No tengo nada! Pensé que tendrías la suficiente educación como para no mirar entre mis cosas, Kain.

-¿Cómo? ¿Y ese chupetón de tu cuello?

Un momento... ¿chupetón? Yo no tenía ningún chupe... oh, espera. Llevé mi mano al cuello y palpé una pequeña área levemente dolorida.

-Por favor, Kain, ¿me lo dices en serio? Me quemé con la plancha, no es ningún chupetón...

-Bueno -dudó, como si no le convencieran mis palabras del todo- pero eso no impide que no contestes mis whatsapps.

Mi corazón palpitaba furioso, más por el hecho de haber tenido una imagen equivocada de él que por la animada marcha. ¡No le había dado permiso para leerlo!

-No soy una persona que sabe expresar sus sentimientos. Soy así y punto.

-¿Esos sentimientos en los que estoy implicado?

Me puse roja hasta las orejas, notando para mi alivio, cómo reía.

-¡Pero si he llegado a pensar que eras lesbiana!

Fruncí mi ceño.

-¿Y llegaste a esa conclusión...?

-Porque de un momento a otro coqueteabas conmigo como que me odiabas a muerte.

-Yo no he hecho ninguna de esas cosas.

PerdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora