La oscuridad iba despareciendo, unos rayos de luz atravesaban los agujeros de los roídos jirones negros, ensamblados sobre el dintel de la pétrea ventana a modo de la mas rudimentaria persiana e impactaban en el pálido rostro de aquella bella mujer. A medida que el sol invadía impasible la vetusta ciudad con su monótona luminosidad la intensificación de los haces solares se incrementaba. Subconscientemente la mujer trataba en vano de oscurecer el telón de sus verdes ojos,su delgado cuerpo se retorcía adormilado sobre los montículos de húmedas mantas que amurallaban el terreo suelo,pero,ya era demasiado tarde,había sido arrancada de su sueño,del único lugar donde no hay penurias ni lamentos,ni pestilentes o fétidos olores, donde no existía la peste bubónica.
Tras un cruento debate interno, aun tumbada semidesnuda sobre aquel paupérrimo lecho, venció la rutina,gano el deambular por aquella vida,por esa ciudad,al lado de esa gente. Algún día, si, algún día me quedare aquí y no me levantare, nunca mas. Estiro sus flacas extremidades desaletargando sus músculos, con su pie derecho notaba el suave tacto del pelo de una rata negra, giro su cuerpo, suspiro de la forma mas lenta posible, coloco las plantas de sus pies sobre el musgoso suelo, observando, de si con suerte, pudiera hallar algún alimento para dar la bienvenida al día, sentía gran preferencia por las hormigas pero solo encontró una pequeña araña, antes de engullir aquella ingesta mañanera oyose como aporreaban las tablas secas de madera que constituían el limbo de su morada. No era una llamada para que se le permitiera entrar, era de aviso, aquel rudo hombre entro antes de que se acabara de oír el ultimo golpe, su mirada estaba inyectada en ira, sus pasos fieros se dirigieron hasta encontrarse enfrente de la mujer, la que reacciono tumbándose de nuevo sobre las mantas y retirando la faja amarilla por el sudor, con un gesto de indiferencia abrió sus piernas hacia el hombre mostrándole su velludo sexo mientras cerraba sus parpados.
-Esta vez no puta, llevas meses sin pagarme, quiero que te vayas ya de mi cuadra, estoy harto de ti.
Con sus gigantescas manos que desaparecieron al introducirse en el frondoso cabello negro de la chica la agarro fuertemente y la arrastro por el embarrado terreno hasta el amago de puerta, como chillaba aquella mujer, a la vez que suplicaba poder dormir una noche mas en aquel antro, dos fuertes patadas en el costado fueron suficientes para que finalizasen sus incordiosos lamentos.
Arrastrándose a cuatro patas por la calle, con la única carga de una sucia faja enganchada en el tobillo derecho de su pie, se desplazo sobre los mojados adoquines rasgando sus rodillas. La gente salia de sus casas para comenzar sus laboriosas jornadas, quedaban enfrente de sus puertas mientras veían como la magullada mujer se movía por la estrecha calle, tratando de ponerse en pie, apoyándose en las paredes pero sin detenerse bajando por aquella callejuela mientras tragaba la sangre que le ascendía por la faringe para que ningún hombre pensase que estaba enferma. Cada vez que pasaba por enfrente de una casa los dueños se apartaban con un exagerado cuidado y subían la cuesta hacia la plaza de la ciudad, solo se oían murmullos de su nombre, mira ahí va Mariel otra vez, parece que este casero fue el que mas le duro.
La hermosura de la plaza era apabullante, grandes arcos en los balcones adornados con estatuas de gárgolas esculpidas en mármol con una envidiable maestría. Los pilares delimitaban la circular plaza, una columnas enormes y brillantes por su intensivo cuidado, la multitud se aglomeraba diariamente en aquella majestuosa plaza y montaban sus diversos puestos de venta, alimentos, seda, lana, alcohol....Todo lo imaginable,todo lo existente en esa ciudad se podía obtener alli ,en el mercado de la plaza, en Jazar.
Camuflado entre la multitud se deslizaba con sutileza un joven ratero, sus finísimas manos eran capaces de arrebatarte todo sin que llegaras siquiera a apreciarlo, aquel era su hábitat , su zona. No había sido un día muy productivo y tuvo que salir huyendo dos veces para evitar una paliza. Tomo un breve descanso para hacer recuento de sus saqueos y motivarse un poco para continuar, escondido en un callejón apartado del gigantesco mercadillo, huido del incesante murmullo de la gente se encontró a un muy buen conocido camarada, compañero de oficio, sabían de buena mano que no se podían detener por mucho en aquel velo de oscuridad ya que era un sitio predilecto de revisión por los vigilantes de la ciudad. Antes de que Sator informase de su poca productiva caza matutina fue interrumpido por unas manos en su chaqueta de piel de cabra que lo impulsaban contra la mugrienta pared, cualquier hombre se hubiera asustado en tal situación, pero Sator había vivido demasiado para verse afectado por tales minucias, su compañero acerco los labios a sus perfiladas orejas y con una suavidad totalmente incoherente con la tosca forma que lo empujo le susurro que su madre había sido vista debatiéndose entre la vida y la muerte de nuevo, bajando desnuda y tambaleándose por la gran cuesta de Xernes, dirijiendose a donde la repulsa y lo dantesco eran los invitados de honor.
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La médico peste
HorrorUna madre y un hijo escapan de la peste negra escondiéndose en una oscura ciudad e intentando pasar desapercibidos, sabiendo el mal que se avecina, aunque quizás la enfermedad sea el menor de los problemas.