Primer y único capítulo 【 EDITADO 】.

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N/A: Hola, hola.

Espero que leas este aviso, que no toma nada de tiempo.

La otra vez que había hecho este one-shot, una chica me dijo que no le había puesto mis sentimientos. Yo concorde que era cierto, así que decidí editarlo un día. Y este día ha llegado.

Por primera vez, me siento realmente orgullosa del resultado.

Para que te llegue más la lectura, te recomiendo escuchar está bella canción, la cual le pertenece a Haikoui. Quien se encargo de extenderla fue WhiteLen95. Está bella obra sale en Miraculous Ladybug, de Thomas Astruc.

Sin más dilación, espero que disfrutes esta lectura. Quisiera sus opiniones, tanto como en votos y comentarios.

* * *


Primer y único capítulo 

 EDITADO .


Podríamos haber estado juntos hasta la muerte.

La chica de cabellos aqua-marinos, Miku Hatsune, caminaba por los pasillos de su universidad, mientras veía a las ventanas, con una mirada perdida. Recordó aquel fragmento de su memoria que tanto le irritaba y le hacía sentir una escoria.

Podríamos... — detuvo sus palabras. Rió, con cierto dolor. Cerró sus ojos y avanzo, con una sonrisa.

Se detuvo en el aula de música, el cual era su lugar favorito. Nadie estaba en ese cuarto, por lo cual, siempre le otorgaba silencio. El silencio en donde se podía tranquilizar e inspirarse, aunque esto último ya lo hacía, siempre que pensaba en él.

Se sentó cerca de un piano, admirando detalladamente las teclas del instrumento. Sus ojos se cristalizaron por un momento, ya que aquella vista siempre le traía recuerdos.

Mi vida, desde tu partida, ha sido tan aburrida, tan incolora. Siempre, al ver un simple objeto, me descubro recordando. Recordando aquellos momentos que antes se me hacían típicos de ti, pero ahora mismo, ruego que lo hagas. Ruego que despiertes de tu sueño eterno.

Recuerdo tu hermosa figura, derecha y decidida. Tus cabellos rubios, que te hacían parecer un sol. Un sol para iluminar mi vida. Tus grandes ojos de color zafiro, los cuales, siempre que miraba, caía ante tus encantos, tus caprichos, todo. Tus delicados labios, que tan solo con verlos, me daban ganar de tocarlos, besarlos y disfrutarlos.

Aunque no es como si no hubiera hecho aquello.

Todo lo que viví con ti, que en aquellos tiempos, no lo tomaba tan importante, pero ahora me arrepiento de mi ignorancia. De pensar que tú estarías junto a mí toda la vida. Y justo ahora, me siento una basura, al pensar que todo fue por mi culpa.

Culpa por pelear sobre algo absurdo, aunque yo ya sabía que no lo habías hecho. Culpa por salir corriendo por la calle y que tú me empujaras del impacto. Culpa por no reaccionar al verte inerte, con una sonrisa en los labios.

Todo eso me llega a la cabeza, con tan solo ver cualquier cosa. Eras tan importante en mi vida, que no puedo soñar sin tu presencia. No puedo avanzar sin la luz que antes me iluminaba. No puedo hacer nada sin ti, Len.

Hasta me haces poner cursi — musitó, con lagrimas en sus ojos, aun sonriendo. Tocó lentamente las teclas del piano, disfrutando de su sonido. De aquel sonido tan calmado y tan precioso, igual a su amado. Sonrió al final.

La sirena que anunciaba las clases sonó, tomando por desprevenida a la chica. Ésta solo se paro, fastidiada de que arruinaran aquel momento, en que se le permitía pensar de él. Salió del aula, fijándose si no había nadie alrededor.

Camino hacia su aula correspondiente, esperando las aburridas clases.

Entrando al aula, vio algo que le sorprendió. El asiento que tanto había protegido, estaba siendo usurpado por ese cualquiera. Era un chico nuevo, al parecer. Todos, al oír como se abría la puerta, retrocedieron del lugar y se sentaron, algunos advirtiéndole al chico nuevo que se quitara de ahí.

¿Con qué permiso te has sentado ahí? — espeto fríamente Miku, mientras le apuntaba con su dedo. Lo fulminó con la mirada. El chico se lamento, advertido por la mirada de la chica. Se fue directo a otro asiento. — Espero que esta cosa termine rápido.

A mi lado, siempre se encontraba Len. Siempre, nos tocaba hacer algo juntos y si no bastaba, éramos vecinos. Desde pequeños habíamos pactado amistad, la cual, estaba acompañada de algo más; amor. Sabíamos, aunque éramos unos críos, el amor del uno al otro. Tanto, que hasta jugábamos a juegos clásicos como la mamá y papá, para ocultar nuestras ganas.

Cuando íbamos creciendo, el veía todo conmigo. Siempre, de alguna manera, le tocaba sentarse al lado mío, en clases. Incluso, aunque íbamos por eventos, separados, siempre terminábamos encontrándonos. Éramos como dos imanes.

Al cine, en casa, en los restaurantes, en todos los lugares. Incluso íbamos tomados de la mano, como si fuera la cosa más normal. Aunque por dentro, no estuviéramos muriendo de felicidad por aquella acción.

Las clases terminaron con éxito, por lo cual, Miku decidió salir más rápido que todos, cautivada por un sonido. Cautivada por aquel sonido que la guiaba a el aula de música. Una melodía de piano, que sabía que había escuchado. Era la pieza que siempre le dedicaba Len y eso no pudo evitarle sacar muchas lagrimas. Justo cuando llego, la melodía paro. Entró, desesperada, solo para encontrar el piano solo y la ventana abierta.

Sonrió, rendida. Era obvio que su Len no vendría de la muerte para dedicarle una canción.

A pesar de que sonrió, empezaron a caer de sus ojos lágrimas, bajando por sus mejillas, manchando su uniforme. Cayó de rodillas, llorando aún más alto. Golpeó el piso, adolorida. Lastimo cuantas veces pudo su puño, tratando de liberar todo su dolor.

Era tanto, que no podía dejarlo salir todo a la vez...

Siempre, cuando te veo sonreír, alegras más mi día, Miku. ¿Podrías jurarme que estarás siempre junto a mí?— escucho en su mente.

Claro que sí — asintió, sonrojada.

Recordaba sus palabras, sus escritos, todo. Todo aquello que la hacía sentir única y especial. Su agradable voz, calmada y gloriosa, más cuando le cantaba. Recordaba sus abrazos, llenos de calidez. Sus susurros constantes, que le hacían poner la piel de gallina. Sus miradas reflejadas en amor, que siempre correspondía.

Sus besos, que eran tan sinceros. Sus caricias. No podía contar las cosas que la hacían feliz de él.

Y ahora, se había esfumado todo. Todo lo que había construido en años.

El sol que había nacido junto a ella.

¿Cómo rayos podría vivir ella sin su luz?

Podríamos haber vivido la eternidad — grito. — Podríamos haber hecho nuestros planes del futuro. Podríamos haber estado siempre juntos. Podríamos no haber roto esa promesa. ¡Esa promesa de estar juntos!

¿Cómo esperas que viva así?

No puedo ni soportar los segundos sin ti.

Sin tu perfume, sin tu calidez.

Y por supuesto, no puedo sobrevivir sin tus besos.

Aquellos besos eran por lo que me mantenía viva. Eran mi agua, mi comida, mi respiración, mi esperanza.

¿Dónde se supone que tengo que tirar todo este amor?

Por favor... respóndeme. 

Podriamos... [ MiLen ].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora