Dios y Lucifer se aburren y deciden jugar al ajedrez, un ajedrez que probará una teoría nunca respondida.
Dios mueve primero, luego es el turno de Lucifer, pero a partir de allí ellos solo se sientan a contemplar las piezas, que se mueven solas, t...
Las nubes volvieron a cubrir el sol, privando el mundo de su luz, y todo parecía estar pintado en diferentes matices de gris. Entonces el suelo crujió con un sonido terrible y profundo, como si la Tierra se estuviera partiendo a la mitad.
Algunas tumbas de aquel cementerio se resquebrajaron y cayeron, mientras en el claro se abría una grieta cada vez más grande, de la que parecía salir luz y calor, como si lava estuviera haciendo su camino para salir.
Pero entonces una garra negra y mugrienta salió a la superficie, y luego otra, y tomaron el suelo, clavando las uñas para ayudarse a salir, reptando como una serpiente. Entonces la cabeza salió a la luz, con largos cuernos negros retorcidos hacia atrás.
Ayudándose con las manos, logró salir completamente a la superficie, el Demonio observó a su alrededor, agazapada contra la tierra, sin que le importara el fuego que lamia su cuerpo desnudo manchado en hollín y cenizas. Y sonrió morbosamente al observar la destrucción que había causado. Poniéndose de pie lentamente, admiró su cuerpo, cuyas llamas envolventes se habían apagado, y estiró las enormes y asquerosas alas negras, parecidas a la de un murciélago. Con un chasquido de los dedos, se vistió de negro, con brazaletes de hierro en las muñecas y un tatuaje de símbolos en el brazo, recordándole la esclava que era.
Sus alas desaparecieron en un revuelo de ceniza, y sus cuernos se hundieron en el cráneo, dejando como vestigio de su anormalidad solo sus ojos, que parecían arder de fuego negro, y los disfrazó de verde. Así, luciendo como un simple humano, comenzó a caminar entre las tumbas, hacia la carretera, lista para obedecer la única orden que le habían encomendado: "DESTRUIR".
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