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Extraños sucesos estaban pasando en éstos últimos días, el cielo se veía gris. El sol brillaba sin daar calor. Un pequeño hedor a quemado impregaba todo.

Además de por mis calificaciones, nunca sobresalí mucho, nunca fui ni muy alegre ni muy callado; estaba ocupado construyendo mi futuro junto a esas poderosísimas y curiosas criaturas llamadas pokémon... ese día cumplía dieciséis años, ese día saldría al mundo; ese día elegí vivir con los pokémon.

Elegir salir al mundo era mi derecho por ley, pero mi madre, a pesar de estar obligada a respetar mi decisión, evitaba hablar al respecto. Toda mi vida había escuchado historias de éstas criaturas, que mataban o hacían desaparecer humanos. Ya casi nadie elegía viajar fuera de sus pueblos natales, pero yo siempre pensé que las historias que contaban eran patrañas para asustar a los jóvenes.

Antes el mundo era una utopía donde pokémon y personas nos ayudábamos mutuamente, y eran pocos los que se oponían a éste estilo de vida. Pero hubo una guerra entre dos pueblos, una terrible guerra que dejó muertos a muchísimos pokémon, y a mucha más gente. Y por ésto, poco a poco, eventualmente, algunos pokémon nos tomaron un apasionado odio alimentado por el rencor y la tristeza, a pesar que los humanos hacía mucho lo habíamos olvidado.

Con el tiempo, más personas intentaban restablecer nuestro vínculo con los pokémon, y algunos lograron hacerlo, aunque no completamente. Con ésto, los pueblos se distanciaron entre sí y siguieron a su líder. Un pueblo por cada tipo de pokémon: las personas más pacíficas se unificaron en el pueblo normal, los amantes de lo verde, se unieron en el pueblo de la hierba, los mineros construyeron una ciudad subterránea, la villa de la tierra, los monjes se juntaron en las montañas, haciendo así los templos de roca. Los obreros construyeron una ciudad grandísima, la distopía del acero... aún con ésto, muchísimos pokémon se aislaron y se enfadaron con los humanos. Ahora hay muchos pueblos que con el tiempo han disminuido en población... y yo he tenido la suerte de nacer en la tribu dragón de los valles.

Mi madre hizo todo lo posible para que me arrepintiera de mi viaje, pero como dice la ley, cada persona entre quince y diecinueve años puede salir al mundo exterior por su cuenta.

Las Tres VirtudesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora