Capítulo 45

185 22 1
                                    

Me estaba confundiendo horriblemente; estaba entre el sí y el no acerca de descifrar sus sentimientos hacia mí. Juro que no lo entendía.

Cuando me senté, los miré acomodados en la pista, bailando una canción y no una melodía, aunque era igual de lenta.

Tenía que deshacerme de inmediato de todas mis especulaciones, de todo tipo de pensamiento en el que cavilara a Nash. Él no debía de estar rondando en mi cabeza, vagando junto a las fantasías implacables que se desataban con cada mirada o tacto suyo.

Volví a prestar atención a ellos. Eran la pareja perfecta, sin duda. Y aunque estaba terriblemente confundida por el actuar de Nash; sí tenía una cosa en claro... no permitiría que juagara conmigo, ni mucho menos con Sharon, y por supuesto, tampoco que le rompiera el corazón.

-Vuoi ballare con me? –la voz de un joven de cabello castaño, algo alborotado me hizo mirarle.

Me tendía la mano, como Nash lo había hecho antes. Pude adivinar entonces que me pedía un baile. Pero no tenía muchas ganas de bailar.

-Lo siento, no hablo italiano –dije, sonriéndole.

-Oh, si parla spagnolo. Si prega di ballare con me –no sabía que había dicho, pero no quitaba la mano extendida hacia mí.

Miré hacia la pista de baile y Sharon y Nash seguían allí, moviéndose al sonido de la música. Yo no tenía que quedarme allí sentada, abandonada; además, el muchacho que me pedía un baile era apuesto. Sus ojos azules y sus labios rosados y rellenos me recordaron en cierta parte a Nash.

-Qué más da –farfullé y me levanté de la silla, aceptando la invitación de baile.

Él me sonrió y me condujo hasta la pista, en donde al instante atrajimos la atención de la pareja a mi lado. Sharon y Nash.

Ella me sonrió, mientras que él frunció el seño. ¿Y ahora qué pretendía? ¿Quería tenernos a nosotras dos para él nada más? Pues estaba muy equivocado, aun así me doliera en lo más profundo del alma, sólo sería de Sharon, nada más.

Les di una sonrisa de autosuficiencia, sintiéndome orgullosa no sé de qué. Y volví mi mirada al chico que bailaba conmigo, mientras que la de Nash no se despegaba de mí.

• • • • • •

No podía conseguir pegar los párpados después de esa noche, daba vueltas y vueltas en mi cama, siendo la una de la madrugada; apenas había pasado una hora y media desde que habíamos llegado al departamento.

Exhalé agobiada y me levanté por un vaso de leche, para ver si así conseguía que el sueño se compadeciera de mí. Serví el líquido blanco en un vaso y luego de darle un sorbo, escuché un murmullo en la habitación de Sharon. Curiosa, me acerqué a su puerta, con paso sigiloso, seguro estaría hablando dormida. Cuando estuve detrás de la puerta, alcancé a percibir su voz perfectamente sobria, sin atisbo alguno de somnolencia, hablaba con alguien, pero, ¿a estas horas? ¿Con quién?

Agudicé el oído, queriendo encontrarle sonido entendible a su murmullo.

-Es que no sé que pasa, Hayes. Siento que no va muy bien...

¿Hayes? ¿Estaba hablando con Hayes? ¿Qué era lo que no iba bien? ¿No sabía que cosa? Las preguntas comenzaron a formularse en mi cabeza por sí solas. Pero decidí mejor darle privacidad, a fin de cuentas, esperaba a que me lo contara mañana.

Los delicados rayos del sol que apenas se colaban por mi ventana, iluminaron lo suficiente mi habitación como para hacer que me despertara. Me revolví entre las sábanas y miré la hora cuando abrí por completo mis ojos, iban a ser las once de la mañana. Me estiré haciendo que un montón de huesos me tronaran, luego le abrí el paso a un bostezo.

Me levanté perezosamente y salí de mi habitación. Me llevé una sorpresa al ver a Sharon allí, sentada en la cocina desayunando.

-¿No trabajas hoy? –le pregunté confundida.

-No, el señor Vittore me dio el día para prepararme para el viaje –contestó, levantando su plato del pretil.

-Claro, lo olvidé –musité, un tanto confundida porque esta vez, Sharon no había decidido despertarme con esos molestos golpes en la puerta, como era costumbre-. ¿Qué desayunamos? –pregunté para no pensar en lo anterior.

-Lo siento, yo ya desayuné –me miró-. Tenía mucha hambre, además tú estabas dormida y no quise despertarte.

Eso sí que era raro pero traté de ocultar mi expresión de desconcierto.

-Oh, bueno, no te preocupes –musité.

-Saldré por un rato, iré a comprar algunas cosas que me faltan para el viaje –me avisó, retirándose de la cocina.

-¿Irás sola? –quise saber.

-Sí, es que tengo que hacer miles de paradas, ya sabes –se encogió de hombros y luego entró al baño para lavarse los dientes.

-Claro –musité distraída. Sabía muy bien cuando Sharon quería estar sola.

Recordé la conversación que tuvo anoche con Hayes, pero ella parecía como si no fuera a decirme nada, así que traté de ser sutil para lograr que ella hablara aunque sea un poco. Oí como le cerró a la llave del agua y luego la vi salir del baño.

-Anoche no me pude dormir –empecé a decir-, me costaba pegar los ojos –bromeé, esperando a que ella me hiciera un comentario parecido.

-Oh, yo pensé que serías la primera en caer como piedra a la cama, siempre te cansas mucho –dijo, buscando ahora su bolso.

-Sí, pero no logré conciliar el sueño hasta las dos de la mañana-insistí.

-Que mal –fue todo lo que dijo, porque el silencio hizo presencia debido a que yo ya me había dado por vencida. Ella no me contaría nada.

-¿A qué hora vendrás? –inquirí, sintiéndome pésima por la fría conversación.

Se encogió de hombros, indiferente.

-Vendré a comer, no te preocupes –me sonrió débilmente-. Te veo al rato –se dirigió hacia la puerta y salió por ella sin decir nada más.

Me quedé allí traspuesta mirando la puerta de madera que se encontraba cerrada, preguntándome que era lo que ocurría con Sharon. ¿Qué habría hablado con Hayes para que estuviera actuando de esa forma? O, ¿qué había visto ella anoche?

En definitiva, irme lejos sería la mejor opción.

Fui a vestirme y decidí salir, necesitaba que alguien me escuchara y qué mejor que Ferni para ello. Garabateé en un papel una disculpa para Sharon, no estaría para el almuerzo, y luego lo pegué en el refrigerador y salí por la misma puerta por la que ella había salido tan solo unos minutos atrás.

Caminé hasta el laboratorio de fotografía de los Agnelli, viéndome los pies mientras lo hacía. Sabía que estaba hiriendo a Sharon, aunque ella no me dijera ni una palabra al respecto, la conocía bastante como para saber que lo hacía; y eso no me lo podía permitir.

A los pocos minutos, divisé el laboratorio al otro lado de la calle, y corrí hacia él como si fuera alguna roca que me refugiara de la marea. Cuando entré y la oscuridad propia del lugar me acogió, visualicé dos figuras al fondo.

-¿Ferni? –pregunté.

Las figuras se movieron y cuando la escasa luz del exterior les dio en la cara, reconocí a Cameron al lado de Ferni.

-¿Cameron? –inquirí, confundida.

-Hola, _______ -me dijeron los dos al unisón.

-Con razón ya no te he visto –bromeé con el joven de cabello castaño e inmediatamente sus mejillas tomaron un color rosado claramente visible.

Manual de lo prohibido [Nash Grier]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora