Parte 1

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Una pequeña ráfaga de viento me hace parpadear y me doy que cuenta que no conozco este lugar, al menos no en la vida real. Es otra vez este sueño recurrente, me puedo dar cuenta tan pronto abro los ojos, lo tengo cada noche y a la mañana siguiente lo sigo recordando con total nitidez. Me encuentro a mí mismo en un bosque a mitad de la noche, paso en el hasta que despierto pero cada vez parece que se vuelve más y más largo el tiempo que me quedo en él, nunca me muevo del sitio en donde empieza por el miedo que me da adentrarme más en ese bosque pero esta vez me muevo involuntariamente hacia adelante, hasta que noto que hay menos árboles, como si estuviera llegando al final del bosque pero no lo encuentro; todo lo que hay es una puerta con gruesos barrotes, a través de ellos veo hombres con largas túnicas negras que usan mascaras de color bronce, quizá hechas del mismo material, todos ellos me ignoran mientras caminan frente a los barrotes que al parecer rodean el bosque, grito pero mi voz no se escucha, al darme por vencido puedo oír un pequeño murmullo, trato de aguzar mi oído pero sigue escuchándose muy bajo como para entenderlo, decido moverme al lugar del que me pareció que el ruido venia, es un hombre adulto con el pelo canoso que está sentado en el suelo con la espalda apoyada en un árbol, su ropa es andrajosa pero se nota que es de buena calidad por los bordados con hilos dorados en su chaleco, me acerco para ver si él es el que estaba murmurando

-¿Disculpe señor?- le digo en voz baja, pero parece no llamar su atención-¿Señor?-vuelvo a preguntar, sigue sin hacerme caso.

Como no recibo contestación alguna de parte de él me acerco más y lo toco suavemente en el hombro, al no encontrar respuesta lo muevo un poco y es ahí cuando logro que repare en mi presencia, alza la cabeza y puedo ver su rostro arrugado por la edad.

Escucho un chirrido tras de mí y veo la puerta abriéndose, mientras uno de los extraños hombres pasa a través de ella, siguió avanzando hasta quedar frente a mí y el anciano. Su figura es alta e irradia autoridad, pero por encima de esa increíble autoridad que emite lo que más siento hacia él es miedo

El silencio entre nosotros es sofocante pero al igual que antes no puedo pronunciar palabra, no porque mi voz no salga sino porque cada vez que abro la boca el viejo me calla simplemente negando con la cabeza, a pesar de que su rostro es inexpresivo se nota que está temblando, tanto o incluso más que yo. El enmascarado se acerca aún más y lleva su mano a la máscara que cubre su rostro, aparentemente para quitársela, el mayor que no se había movido hasta entonces reacciono ante esto lentamente, se levantó y se puso tras de mí, con él a mi espalda podía notar que su respiración era irregular.

-Aun no- susurra a mi oído, su voz suena quebradiza como si estuviera a punto de desfallecer

Despierto de golpe tras sus palabras, la repentina forma en que me levanto llama la atención de mi compañero de habitación.

-Qué te pasa Laertes - me grita Adrastos, quien dormía a mi lado-por los dioses es que no ves que sigo durmiendo

-Lo siento- le respondo sin animo- solo tuve un mal sueño

-Me lo suponía estuviste murmurando toda la noche-dice obviamente molesto.

-¿En serio? y que estaba murmurando-le pregunto aunque sé que no recibiré una respuesta satisfactoria

-No sé ni me importa solo sé que si lo vuelves a hacer mientras yo duermo aquí-se quedó callado unos segundos pensando una buena amenaza-solo digamos que Otis se va a quedar sin uno de sus siervos. Mejor vuelve a dormir o ese idiota de Lander va a venir y no tengo ni el tiempo ni la paciencia para tratar con él a estas horas.

-Está bien-es lo último que le digo antes de que se duerma

Adrastos es al igual que yo un esclavo de los Tartessos, el al contrario de mí no le teme a los castigos de Otis, nuestro amo, ni siquiera le hace caso al capataz Lander. Suele escapar por la noche de nuestra habitación, nunca me ha contado la razón de sus incursiones nocturnas pero considerando su actitud despreocupada y rebelde supongo que sus únicas razones para salir son para tomar vino y ver mujeres en el burdel de la ciudad.

Ni Lander ni Obelix, el guardia de la casa, se han dado cuenta de sus salidas, algo extraño considerando la rapidez con la que se enteran de los chismes que vienen de Betis, la capital de los Tartessos, nunca he estado ahí pero mientras los esclavistas me traían desde Harappa hasta Kuelap pude ver el castillo del rey Stefan a través de la ventana

ngazett-}C/R

Hilos DoradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora