Prólogo

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Si yo le hubiera contado a Lucas que el agua estancada le daría poderes si la bebiera, seguro me la creía y le daba un buen sorbo. Era un chico muy ingenuo, eso me molestaba, aunque la mayor parte del tiempo me caía bien, de cualquier manera, de lo contrario, no tenía muchas opciones. Amanda me había arrastrado a mi y a su hijo a un pequeño pueblo al oeste de Tenesse.

Mi padre me había abandonado, al igual que lo hizo con mamá antes de que el cáncer se la llevara. Él se volvió a casar apenas unos meses después de su muerte, entonces conocí a ese pequeño inocente y a su madre.

Dejando atrás Seattle, en un arranque de rabia o que se yo, Amanda decidió llevarnos lejos y compro una casa en Connecticut. Yo no tenía ni idea de a lo que me iba a enfrentar en ese lugar, de haberlo sabido, me hubiera bajado del automóvil y nunca hubiera pisado ese lugar, Black Lake.

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