Capítulo VIII

11 5 2
                                    

Había pasado la noche en vela sentado en la cama observando cada rincón, cada espacio oscuro; me sentía acechado completa y totalmente. Max no había vuelto en toda la noche y cuando volví del patio, Lucas estaba profundamente dormido en su recámara, lo sé, era extraño. Ese pequeño mequetrefe estaba comenzando a darme escalofríos, no me sentía cómodo con él, trataba de nunca estar a solas con él.

—¿Héctor?—preguntaba Amanda mientras asomaba su cabeza por la puerta—. El desayuno está listo, hay más trabajo por hacer—añadió.

Ella y su maldita prisa por arreglar esa casa que se caía a pedazos, comenzaba a preguntarme si de verdad le interesaba o simplemente no teníamos a donde más ir. Quizás no quedaba más que arreglar ese sitio tan horrible.

—Máx, no ha regresado desde anoche—le comenté.

—Ya irás a buscarlo más tarde, anda—dijo sin ningún interés, según entiendo el cuadrúpedo fue un regalo de mi Padre hacia Lucas, aunque a ella nunca le gustó. A esa mujer no le agradaban los animales, siempre se quejaba de los bichos y del canto de los pájaros.

—¡Tu lo sacaste, debiste dejarlo dentro! —.

—Hector, no tengo tiempo para esto — se oprimía la cabeza —. Estoy muy cansada — no entendía, se la pasaba durmiendo o haciendo no se qué. Comenzaba a preguntarme como nos mantenía.

—¡AAAAAAH!—gritó Lucas desde su habitación.

Ambos, Amanda y yo salimos lo más rápido que pudimos de mi habitación hacia la de él. Entramos y nos encontramos a Lucas en la cama arrinconado cubriéndose con una almohada, gritando mientras miraba el armario. Sobre él caminaba una Tarántula con el cuerpo más grande que mi mano y las patas peludas, era algo terrorífico y grotesco, como movía todas sus patas para caminar. Me quedé helado junto a la puerta, el miedo se había apoderado de mí y no podía hacer nada. El arácnido caminaba en dirección al techo, como si tratara de escapar.

—¡A un lado!—gritó Amanda y me quitó del camino con un empujón.

Traía con ella una escoba, con la cual mató a la Tarántula. Cuando ésta cayó al suelo, juntó las puntas de sus patas, era enorme. No me atrevía ni siquiera a acercarme a verificar que había muerto.

—¡¿Qué te pasa, Héctor?! Pudo atacar a Lucas—me reclamó ella, sentía que su mirada me atravesaba.

—Yo...—no pude decir nada en mi defensa. Me había quedado ahí, sin hacer nada.

—¿De donde salió esa cosa?—preguntó Amanda y echó un vistazo al armario. Al no encontrar nada fue a abrazar a Lucas—. Tienes que cuidar a tu hermano, Héctor—siguió Amanda con su reprimenda.

—¡Me asusté! Es todo—le contesté.

—Tu no puedes asustarte, Héctor. Eres el hombre de la casa—dijo Amanda, pude notar lágrimas que salían de sus ojos.

Entonces lo supe, lo que llevaba esquivando todo el verano había llegado. Era uno de esos ataques psicóticos que le daban donde lloraba, se molestaba y era un caos de persona que llegaba a odiarse a sí misma. Nunca quería aceptarlo, pero yo había visto sus medicinas en el botiquín del baño y algo me decía que no las tomaba al pie de las indicaciones. Y para acabarla yo siempre la pagaba con ese maldito lema de que era el hombre de la casa. Yo no escogí quedarme, si me hubiera tan preguntado hubiera preferido vagar a mi suerte, pero no, estaba con ellos y no importaba lo que hiciera nunca cumpliría sus expectativas aunque quisiera. Sentía arder la sangre en mí, no era la primera vez que Amanda sacaba ese maldito lema.

—¡Yo no soy el hombre de la casa, no soy mi padre! Yo no quería esto—reclamé de regreso, ya me tocaba— ¡Estoy harto! ¡Me voy de aquí!—.

—¡Huye! Como tu padre— esa idiota ya se estaba proyectando en mi, ya iba empezar a sacar sus traumas. Tenía que irme de ahí enseguida.

—¡No voy a huir! Yo no soy un cobarde. Iré a buscar a Máx, ya que veo que a nadie en ésta casa le importa más que a mí —dije saliendo por la puerta.

Estaba tan molesto, siempre hacia lo mismo. Dejaba sus pastillas una temporada y hacia eso, reprimirme por todo, hasta por lo que no hacía. Salí de la casa y fui al cobertizo para buscar entre las cosas de mi Padre, las cuales Amanda arrastraba con nosotros a todos lados. Entre ellas me había guardado una maleta con cosas destinadas para mi de parte de mi progenitor, quien era solo eso. Encontré la maleta y al abrí, en ella mantenía oculta una escopeta con un par de tiros que llevaba semanas queriendo usar. Después de la desaparición de Max y esa tarántula del tamaño de un gato, la cargué, porqué quizás la necesitaría. La guardé en la maleta y me interné en el bosque.

ARAÑASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora