Capítulo XI

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Llegue a la calle principal de Black Lake, un empedrado interminable con macetas de cactus sobre las aceras a cada tres metros y algunas bancas de madera. Realmente era un sitio muy pequeño, tenía una ferreteria, un supermercado, una taberna y unos pocos locales de tiendas de ropa. Eso era todo a excepción del colegio, el aserradero y el bosque. Black Lake se había convertido en algo así como un pequeño purgatorio para mi. Aunque no entendía que le debía a quien, ya que yo era el afectado en todos los sentidos.

Aparqué frente al supermercado y deje mi bicicleta con canastilla trasera frente a un poste de luz, donde le coloque la liga de acero con candado. El pueblo estaba casi vacío, así que era de los pocos peatones en la zona, parecía que nadie andaba fuera después del ocaso, para el cual faltaban pocos minutos. Gracias a Amanda era un hecho que llegaría caída la noche. Mire el ocaso y entré a la tienda, era muy grande, muy limpia. Lozeta blanca, anaqueles blancas y un techo muy alto con vigas metálicas de color rojizo. Mire a mi alrededor, la señora del supermercado hablaba con un hombre de chamarra de mezclilla con cuello aborregado y sombrero vaquero. Yo me dedique a lo mío.

Después de unos minutos ya llevaba algunas cosas en mi canasta. Antes de pagar tenía que tomar un par de toallas que me pidió Amanda, de esos encargos que odiamos los hombres. Estaba tomando el producto cuando escuché a las dos personas de la caja hablando de un tema que llamó completamente mi atención.

-Son muchas ovejas, Gerardo- inquirió la señora de la caja con una expresión de terror y se llevó la mano a la boca- ¡Ayer dijiste que solo eran dos! -.

-Pues lo que sea que mató a esas dos volvió anoche - el hombre se quitó el sombrero y se rasco la cabeza-. Voy a tener que dormir en el establo con una escopeta -.

-Yo diría que hablaras primero con el Sheriff, Gerardo- la señora parecía aterrada -. Puede ser muy peligroso andar afuera de noche con esos antecedentes -.

-Si, pero yo vivo de mis ovejas- afirmó el hombre-. No puedo darme el lujo de perder más -.

Entonces, el idiota de yo hizo su entrada triunfal. De una manera muy estúpida se me cayeron las cosas que tenía en las manos y llamé la atención de ambas personas.

-¿Qué educación es esa? ¿Nos estás espiando? - preguntó la señora.

-¡Ven acá! - el hombre fue tras de mí.

Yo no supe que hacer, quizás solo debía disculparme. Pero el hombre parecía que no iba a dialogar precisamente así que escape. Salí a toda marcha dejando el mandado y tomé mi bicicleta, el hombre salía del local cuando yo ya le llevaba ventaja, no pudo alcanzarme. Ahora estaba amenazado y sin mandado, todo por la loca de Amanda.

-¡Perfecto, esto no puede empeorar! - me dije.

Pensaba en lo que había ocurrido los últimos días desde que llegamos a esa maldito pueblo cuando alguien se atravesó en mi camino.

-Hola- me dijo ondeando su mano.

Yo lo esquive y terminé tendido en la acera. El maldito Castro, el joven moreno de anteojos no tenía sentido del espacio personal. Cuando menos lo pensé estaba ayudándome a levantar.

-¡Casi me arrollas amigo! - me dijo con una sonrisa estúpida.

-Si, lo noté -.

-Lo siento, soy algo torpe-me dijo-, que bueno que te encuentro. Tengo algo importante que decirte. Te busque en la escuela pero te suspendieron -.

-También gracias a ti- me sentía molesto.

-Lo siento también por eso- se acomodo sus gafas, estaban rotas, lo supe por la cinta adhesiva que tenían en la unión -. Es de vital importancia que te diga el peligro que corres- su seriedad me dejo en la incertidumbre.

-¿Peligro? -.

-Si, estas en Black Lake- afirmó -. Ese sitio es augurio mortal, cada vez que alguien se muda pasan problemas-.

-Explicate mejor-.

-Gente muere- me dijo sin ninguna especie de tacto, ese chico solo decía lo que pensaba sin más.

-¿Por qué? -.

-Nadie lo sabe- se encogió de hombros-. No duran más de una semana ahí -.

-Yo voy rumbo a la semana -.

-¿Y no has notado nada extraño? ¿Ruidos? ¿Golpes? ¿Sombras? -.

-No- mentí -. Nada en particular-.

-Que raro, quizás ya no sea como antes. Pero igual quería advertirte -.

En ese momento, frente a nosotros paso una camioneta todo terreno, en la que iba el señor Gerardo. No nos vio, así que aproveché.

-¿Conoces a ese hombre? -.

-El señor Ruelas- afirmó Castro-. Viejo gruñón que cuida obejas-.

-Escuché que algo atacó a sus ovejas anoche y quisiera echar un vistazo ¿Vienes? -pregunté.

-Si, conozco un atajo-.

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⏰ Última actualización: Nov 20, 2020 ⏰

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