Capitulo VI

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La mañana siguiente me la pasé un largo rato tratando de sacarle palabras a Lucas apenas terminó el desayuno. Necesitaba saber que había estado en su habitación la noche anterior, si él no quería dormir allí, quizás era porque sabía algo que no nos contaba. El chico era una tumba, así que no gasté más mi aliento y aliste mis cosas para subir y limpiar el ático. Subí las escaleras y en medio del pasillo que daba a las habitaciones, jale un pequeño cordón que estaba sobre mi cabeza. Una escalera acompañada de un mundo de polvo cayó ante mi. No pude evitar toser y cubrirme el rostro.

—¡Maldita sea, Amanda! —dije en voz baja y encendí la linterna de mano junto con el bolso de herramientas de Papá. Él se había ido con tanta prisa que ni siquiera eso se había llevado.

—Héctor, ¿Necesitas ayuda?—preguntó Amanda subiendo las escaleras.

—No, gracias—le respondí, estaba molesto con ella. Quizás la golpiza a Adrián había estado de más, pero se lo merecían, tanto él como sus esclavos.

Amanda se quedó ahí y yo comencé a subir, peldaño a peldaño. Arriba, la profunda oscuridad me aguardaba. Una vez que llegué al final de las escaleras iluminé en todas direcciones. El lugar estaba lleno de muebles cubiertos con plástico, había un mundo de cajas e innumerables telarañas por todo el techo. Ese sitio no había sido abierto en años, de verdad me daba escalofríos.

—A esto le llamo castigo—dije en voz baja y comencé.

Pasó mucho tiempo para que pudiera notar una diferencia en el sitio, por más cosas que sacara seguía mirándose igual. Después de varias horas, ya estaba en los últimos detalles. Miré por la pequeña ventana hacia el patio delantero, ahí estaba Máx, caminando de un lado a otro. Era hora de irme, así que me di la vuelta y caminé. Una tablilla del suelo se levantó, había algo debajo, era como un pequeño escondite. Me agaché e introduje mi mano, tomé algo.

—¿Héctor?—preguntó Amanda y apareció de la nada.

Apenas logré esconder lo que había encontrado, ni siquiera pude ver de qué se trataba. Ella me miró con sospechosa, debió haber visto que oculté algo.

—¿Todo bien?—preguntó con seriedad mostrando medio cuerpo.

—Si—le contesté.

—La cena está servida—dijo y subió al ático —. Anda, mañana puedes seguir con esto, ya es tarde—añadió y se puso las manos en la bolsa trasera. Intenté sonreír, pero sólo salió un gesto medio raro y bajé por las escaleras.

La cena pasó desapercibida, Lucas, como de costumbre ya no hablaba y Amanda trataba de sacarme charla pero yo la ignoraba. Sólo pensaba en irme a mi habitación y revisar lo que había encontrado en el escondite.

—Terminé—le dije a Amanda, limpié mi plato y me marché para encerrarme en mi cuarto. Quería saber que era, que había en ese libro de cubierta de piel color marrón.

Al llegar a mi habitación no espere más, la curiosidad me comía por dentro. Lo abrí, sus hojas eran amarillentas y deterioradas, en algunas zonas estaban maltratadas por la humedad.

          QUERIDO DIARIO,

Anoche juraría haber escuchado ruidos en el ático. Mis padres dicen que estoy loca, pero es verdad. He oído cosas dentro de las paredes, me he sentido observada y juraría que en ocasiones algo me espera debajo de la cama...

Ana.

Me quedé estupefacto, quienquiera que fuera esa tal Ana, había vivido lo mismo que yo. También me sentía observado y había escuchado ruidos, no tenia idea pero algo más habitaba esa casa. Quizás debía seguir leyendo para averiguar de lo que se trataba y donde había quedado esa mentada Ana ¿Qué le había pasado?

ARAÑASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora