Cuando llegan las vacaciones

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Kori Gregoriska Karaiskakis despertó con el firme convencimiento de que tendría un gran día. Claro que Kori siempre despertaba con ese pensamiento, pero algo en su interior le decía que esa mañana en particular no se equivocaba. Estaba seguro de que nada, ni siquiera la llegada de su molesto hermano mayor, podría arruinar el inicio de sus maravillosas vacaciones.

El muchacho se restregó los ojos con los puños e intentó despegarse de las sábanas (apenas eran las diez de la mañana, ¡era demasiado temprano!), pero el peso de su enorme neiruni lo lanzó de nuevo al cómodo colchón.

—¡Kino, no! — se quejó entre risitas, tratando de esquivar los lengüetazos del animal. Kino había sido un regalo de su madre cuando cumplió los diez años, un animal guardián con aspecto de perro rottweiler y tendencia a besar a todo el mundo. Kratos solía burlarse de su efusividad, diciendo que no ofrecía mucha protección si su único ataque era llenar de besos a quien quiera que se le pusiera delante.

Mientras el adorable neiruni se apartaba obedientemente de él (¡era tan lindo!), Kori pensó que su hermano era el daemon más desagradable del mundo. ¡Sólo porque su neiruni era alguna cosa asesina, no todos debían ser así!

Sin embargo, tenía que admitir que había tenido suerte, los neirunis no eran "simples animales" que se puedan dar o regalar. Ellos te encuentran, le había dicho Kratos. Algo sobre sincronía de almas o algo así... Lamentablemente Kori no le había prestado mucha atención a la explicación de su hermano y la sincronía que tenía con Niebla.

Le hubiera gustado apartar a su hermano de su mente, pero eso no era posible. Kratos regresaría en unas horas para pasar las vacaciones con su familia hasta el inicio de su último año en Zero como estudiante, que sería también el primer año de Kori. Y aunque Kori no era el mayor admirador de su hermano (¡ni de lejos!), estaba dispuesto a hacer lo que fuera para que le contara cómo era la vida en el instituto, ya que después de tantos intentos de pasar los exámenes de admisión, Kori había sido aceptado.

Kori era más o menos consciente de que la mayoría de adolescentes no estaban emocionados ante la perspectiva de estudiar en el instituto, pero él no era un chico común y Zero, el instituto para seres fantásticos ubicado en el mundo de Emerald, definitivamente era lo opuesto a normal.

Además, él nunca había conocido ninguna escuela en persona, pero las que aparecían en las películas americanas no se veían mal. Es más, ya se imaginaba a sí mismo como el rey de la escuela, el chico más popular e increíble de todo Zero.

Claro que estaba nervioso (¡nerviosísimo!), sobretodo porque no conocía mucho del mundo fuera de la mansión familiar. Había sido educado durante toda su vida por tutores privados que no solían durar mucho en sus cargos (¡y no era culpa suya!) (¡ellos no aguantaban unas bromitas inocentes porque eran unos amargados!), pero su madre le había asegurado que todo iría bien y ella nunca se había equivocado. Preguntaría a Kratos cómo era la vida escolar, conseguiría sobrevivir a su primer año y sería el rey del baile de fin de curso. Era un plan infalible.

Con los ánimos renovados, se levantó de la cama (que no se molestó en tender, para eso estaban los sirvientes), se lavó la cara e intentó peinar su desordenado cabello rubio frente al espejo del baño (sin éxito) y luego se dirigió, vestido con sus bóxers y su camiseta de pijama, al comedor. No usó sus poderes sobre el tiempo y el espacio para llegar ahí , diciéndose que no estaba muy lejos, aunque la realidad era que seguía algo asustado desde aquella vez en la que terminó al borde de un precipicio en un mundo desconocido cuando sólo había tratado de llegar rápidamente a la cocina después de despertarse con hambre a medianoche. No solía ser un chico muy prudente, pero en ese caso había aprendido bien su lección.

Las locas y estúpidas aventuras de Kori y Kratos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora