Cuando fueron asaltados por unas arpías...y terminaron robándoles las plumas

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Al final de aquel día, Kori y Kratos estaban cansados, hambrientos y con la adrenalina a flor de piel, tan exhaustos que no les quedaban fuerzas para remar el bote de regreso a la isla privada de su familia. Lo único que querían era tirarse en algún lado y dormir hasta el día siguiente. 

— ¡Uff, ya no puedo dar un paso más!— exclamó Kori jadeando como un perro...uno particularmente exhausto por cierto. Respiraba con cierta dificultad, le caían gotas de sudor por la frente y los hombros le dolían. ¡Había sido un día muy ajetreado! —Paremos aquí para descansar, ¡te lo ruego! — suplicó mirando a su hermano con cara de cachorro apaleado.

Kratos reprimió una risotada, observando el lugar junto al que se habían detenido.

— ¿Aquí?¿Estás seguro?

— ¿Sí?— Kori arrugó la nariz, reparando en el hedor que su hermano percibió momentos antes. Olía bárbaro, pero en ese momento no le importaba. Estaba agotado y empezaba a sentir ampollas en los pies. 

— Tú te puedes quedar si quieres, pero yo no voy a dormir al lado de los contenedores de basura. ¿Sabes lo antihigiénico que es eso? Definitivamente no pienso dormir aquí,  nos vemos en la mañana.— dijo Kratos con una sonrisa astuta antes de desaparecer entre las sombras en dirección a la playa, dejando atrás las farolas de la carretera y el mundo iluminado y seguro (o tal vez no tan seguro, considerando que habían hombres lobos y otras cosas cerca).

 — ¡No te vayas! ¡No me dejes solitooo!— gritó el menor de los Kariaskakis al comprender que se quedaría indefenso si el joven se iba. Empezó a correr en su dirección(o en la dirección que creía que tomó, estaba oscuro y su propio miedo no ayudaba), moviendo la cabeza de un lado a otro para intentar distinguir su figura a la pálida luz de la luna creciente.

Con cada minuto (aunque en realidad el tiempo no pasaba tan rápido como él lo percibía),  iba dejándose llevar más por el pánico. Realmente temía quedarse solo en medio de esa parte de la pequeña ciudad. La soledad y la oscuridad eran una mala combinación. Cosas malas se escondían entre las sombras...cosas como ancianas estafadoras y licántropos aterradores, seguía repitiendo su aterrada mente. ¡Definitivamente no podía perder al pesado de Kratos de su vista!

Y hablando del monstruo más insufrible de Grecia, finalmente logró percibir la risa del otro Karaiskakis desde algún punto que no podía precisar. ¡Pero qué odioso era!

Claro que Kratos no se consideraba a sí mismo como alguien irritante en ese momento. Había dejado solo a su hermano con un propósito: lo estaba poniendo a prueba para ver si podría encontrarlo. Detectar a los enemigos en la oscuridad era una habilidad útil para cualquier daemon con un mínimo sentido de supervivencia y debía mejorarla tanto como fuera posible.

Los chicos débiles eran presa fácil en Zero, así que creía que su deber como un buen y responsable hermano mayor era enseñarle a ser más fuerte...de la manera difícil, por supuesto. Iba a hacer que el pequeño Kori se orinara de miedo, o al menos le daría un buen susto. Todo dependía de qué tan tolerante fuera a las bromas pesadas.

— ¿Kratos?— gimió Kori asustado un par de segundos después. Aparentemente la pequeña pista que le dio el mayor no había sido suficiente para ponerlo en la dirección correcta.— Kratos, ¿dónde estás?

No muy seguro de qué hacer a continuación, Kori siguió caminando en línea recta antes de detenerse de nuevo para probar suerte por segunda vez.

— Kratooos, no tenemos tiempo para jugar a las escondidas,  ¿dónde estás? — volvió a llamar intentando ocultar su nerviosismo. Conocía bien a su hermano y estaba seguro de que estaría observándolo escondido en algún sitio, riéndose de él como siempre hacía cuando le jugaba una broma pesada. Kori decidió que no le iba a dar la satisfacción de verlo temblar... O al menos trataría de no temblar mucho.

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⏰ Última actualización: Oct 22, 2016 ⏰

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