—Imaginaba que habías llegado —murmuró Shannon Bonham sin volverse a observar al visitante que había irrumpido en la pequeña terraza.
El hombre se acercó y apoyó las manos en la barandilla, mientras observaba en el horizonte a una mujer que se ensuciaba las manos con un trabajo que amaba y que él conocía. La virtud de aquel ser que trabajaba en lo que le gustaba hacía que no importase lo caro o sencillo de su indumentaria, igual siempre se embadurnaría de tierra hasta arriba.
—¿Cómo está ella? —preguntó él.
—¿Prefieres la versión edulcorada o la cientificidad desde un punto de vista psicológico?
—Pensaba que Alejandra era tú invitada, no un paciente al que estudiabas.
—Es imposible no hacerlo —Se encogió de hombros—, digamos que es la costumbre —El hombre sonrió—, pero no está muy bien —dijo con sinceridad—. Esta mañana vio una noticia muy perturbadora en el diario y se ha cerrado en ella misma. Luego recibió una llamada pero Deva había irrumpido como caída del cielo.
Angelo Zammicheli guardó silencio y se cruzó de brazos. Observó los ojos de Shannon que se había girado a observarlo.
—¿Has tomado una decisión ya?
—¿A qué te refieres?
—A ella —dijo, señalando con un gesto de cabeza a la mujer que los arbustos del jardín dejaban entrever—. No me malinterpretes. Estoy encantadísima de tenerla por casa, pero me temo que su marido, no pensará lo mismo. Puede que Valen Lemacks trabaje detrás de un escritorio, pero tú y yo sabemos que puede ser tan implacable como cualquiera de tus hombres en medio de una operación encubierta. ¿Cómo está Valen? ¿Qué crees que piense y diga cuándo sepa que Alejandra ha estado escondida aquí todo el tiempo?
Angelo sonrió internamente.
Valen iba a despellejarlo vivo. Sabía que la reacción que él tendría no sería nada pacífica. Él le había mentido deliberadamente, diciéndole que no sabía dónde estaba ella y que por más que buscaba, parecía que la pequeña se había desvanecido como la espuma en el mar. Él mismo haría ver a cualquier miserable el infierno si estuviera en una situación similar.
En su disfraz de respetable empresario, no se esforzaba por cultivar las relaciones que otros se matarían por tener; aborrecía los estándares propios de la riqueza y solía negarse a mantenerlos. Su trabajo en la Unidad Especial no era en absoluto glamuroso, solo requería de grandes camaradas a su lado dispuestos, incluso, a morir en medio de una misión. Lo único en lo que se tenía que preocupar en cada maldita operación era en regresar a casa con vida. Algo sencillo porque, él, era Midgard. Un sicario tan invisible y silencioso como una sombra.
Angelo observó a Alejandra y sintió pena. Por su pasado, por su presente... pero sobre todo por su futuro.
—Valen no está en sus cabales y Alejandra corre un grave peligro. No solo por él, sino también por la secta.
—La muchacha está en peligro desde hace mucho tiempo, Angelo —cabeceó la mujer—. Dudo mucho que el panorama haya cambiado algo.
—Es cierto —reconoció él—. Solo le hemos dado tiempo.
Había aumentado la vigilancia a la bonita española tras el ataque sufrido.
Esa era la razón por la que Shannon Bonham, antes incluso de que anocheciera ese día de hacía un mes, había tropezado fingidamente con la joven y su perro, justo en el momento en que salían de una modesta pensión en donde Patch, al parecer, no era bien recibido.
Llevaba años neutralizando organizaciones criminales que se escondían bajo el nombre de congregaciones religiosas o ideológicas. Los discípulos de Magus habían formado una de las sectas más peligrosas de Europa en el siglo XX.
Hombres poderosos de la alta sociedad desfilaban en sus filas, y desactivarla había sido como extirpar un enorme tumor en el culo. Pero como todo quiste mal arrancado había vuelto a crecer y a regenerase, y Valen Lemacks era uno de sus grandes objetivos.
Él poseía todo lo que necesitaban: poder, dinero, influencias... Y él era el primogénito de Marzio Li Volsi, uno de los ancianos que lideraron en su época el consejo en Italia.
Al parecer, los malditos hijos de perra poseían una vena romántica, pero muy poca paciencia. La negativa de Valen a formar parte de toda esa mierda, había causado más de un disgusto... y más de una satisfacción.
Damiano Li Volsi tendría su oportunidad.
Puede que no fuera el segundo hijo de Marzio Li Volsi.
Pero legítimamente si lo era...
—El otro día que estuvimos merendando juntas, me dijo que había sido una bendición el recibir una oferta de trabajo en ese momento. Dudo mucho que no haya llegado a la conclusión de que la casualidad, no tuvo nada que ver con nuestro afortunado encuentro.
El hombre suspiró, mientras ocupaba una de las sillas debajo de la sombrilla.
—Puede ser, pero eso es exactamente lo que debes ocultar.
—Y lo hice, pero Alejandra no es tan crédula como antes. Algo ha cambiado en ella. Antes me hubiera hablado sin tapujos de Valen, o de su relación —Ella ocupó el otro asiento—. Es como si...
—Como si la oscuridad la hubiera consumido también.
—Yo diría más que eso... —suspiró—. Es como si levantarse cada día fuera para ella una batalla ganada que agradecerle a los dioses de la guerra. Hoy se celebra, pero al caer la noche la batalla se desata de nuevo.
—No estoy tan seguro que ella sepa en el peligro en el que se encuentra. Alejandra jamás uniría el accidente que tuvo con la Orden. Ni siquiera creo que ella sepa lo que significa en la vida de Valen.
—Pero en eso consiste tu trabajo, ¿no? En mantenerla a salvo —Shannon sonrió, pero la sonrisa murió antes de nacer—. Pero me pregunto quién lo salvará a él.
—Eso solo puede hacerlo una persona.
—Ella —adivinó la mujer, dirigiendo una mirada cariñosa a su invitada.
—Sí, ella, Alejandra.
—¡¡¡Papá, has vuelto!!!
Deva Zammicheli se paró en el borde de la puerta que separaba el interior de la mansión con la terraza. La muchacha de dieciséis años de edad sonrió y salió corriendo a su encuentro a abrazarle. Su largo cabello oscuro danzó con cada una de las zancadas que dio su figura grácil.
—¡Oh, papá, me alegra tanto verte! —celebró, mientras lo abrazaba con fuerza.
—Vas a matar a tu padre —rió Shannon—. Un día de estos lo vas a asfixiar.
—¿A dónde va con tanta prisa, mi espía favorita? —preguntó Angelo, cuando la muchacha apoyó el codo en su hombro.
—Iba a ayudar a Alejandra con las lilas que está plantando —sus iris del color del oro se iluminaron—. Ella es realmente buena con la jardinería, y me gustan las historias que suele contar. ¿Algún día me llevarás a conocer Canarias, papá?
—Ya veremos —respondió él, besando a su única hija en la frente—, pero tienes que tener cuidado, Deva.
—No te preocupes, papi hermoso. La agente especial D está siempre lista. Ella no se enterará que vienes y que secretamente la espías.
—Deva...
—¡Además eres el papito más guapo que puede existir en este mundo! —Le regaló un sonoro beso en la mejilla y luego se fue alegremente por donde había llegado.
Shannon Bonham soltó una carcajada, mientras una nueva luz se despertaba en los ojosdel hombre.