La Canción del Último Clan

28 1 0
                                    

Año 327 después del Desastre (d.D.). Era de la Primera Paz. Kuztro.

    Hoy es el día en que mi entrenamiento se completará. Por fin seré una J'reesi y podré ir a cazar a los descendientes de los Antiguos, a Wyverns, Drakes, cualquier monstruo que encuentre más allá del Gran Salto... El único problema es para terminar todo esto, tengo que enfrentarme a un Kirqsu y... Han pasado más de trescientos años desde que cualquier criatura peligrosa desapareció.

    Supongo que le debo a mi abuela y sus historias mi fascinación por los J'ree y mi deseo de ser la única J'reesi viva en la familia... Cuando ella era joven, mi abuela escuchaba de su abuela las hazañas de las generaciones pasadas, de antes del Desastre, cuando cualquier criatura relacionada a los Antiguos aún vivía. Contaba con anhelo los días en los que nuestras antepasadas entrenaban con las grandes razas de los bosques y peleaban contra los males, lado a lado de las otras grandes casas. Sin embargo, el paso de las décadas y la falta de criaturas con las cuales pelear provocaron que la gente dejase de creer; los Antiguos pasaron a ser leyendas, al igual que las hazañas de los clanes de cazadores, incluso dentro de estas mismas familias.

— ¡Anyah, baja a desayunar! Vas a llegar tarde hija. — Aquella era la voz de mi madre, la dulce y escéptica Krisva, que al igual que todos los demás, cree que los Antiguos no son más que cuentos — Y olvídate de ese entrenamiento tuyo. Hoy vamos a comer con los vecinos. Claro, después de tus clases

    ¿Olvidarme del entrenamiento? ¡¿Qué le sucede a esa mujer?! Pensé.

Bajé las escaleras lo más rápido que pude y, al encontrarme cara a cara con esa alta mujer de tez acaramelada, cabellos negros y ojos verdes, exclamé.

— ¡Pero madre! Ese entrenamiento es muy importante. ¡Es nuestro deber-

— Como el clan Ulso, el último clan de cazadores, estar listos para proteger a todos en cualquier momento de cualquier bestia — Su voz burlona y sus exagerados ademanes terminaron mi frase, interrumpiéndome... Como siempre — Anyah, termina tu desayuno. ¡Vas a llegar tarde el último día de clases!

    Suspiré, era imposible discutir con ella porque terminaría siendo más una conversación intensa con ella misma que una pelea conmigo. Indispuesta a perder un segundo más, tomé un lugar en una de las sillas al rededor de la mesa de cristal y de un bocado termine el desayuno. El horrible sabor al intento de huevos estrellados con tocino de Krisva era algo que permanecería conmigo todo el día. Alcé la mirada para encontrarme con los ojos reprochantes de mi madre, a los cuales contesté con una amplia sonrisa llena de comida.

— ¡Anyah! No hagas eso, es repulsivo — la expresión de disgusto de mi madre se transformó en una de irritación. Frotó ambos dedos índices en sus sienes mientras fruncía el ceño con los ojos cerrados — Hija, solo ve a arreglarte, en serio vas a llegar tarde.

    Con un movimiento me deshice de la silla en mi camino y me dirigí a las escaleras. Miré atrás una última vez para ver que Krisva no estuviera viendo y cuando sentí que estaba a salvo, corrí al baño, me encerré en él y mire al suelo por lo que pareció una eternidad, antes de decidir ir al retrete para deshacerme del horrible desayuno.

    Este día iba a ir de mal en peor.

    Los minutos pasaban en aquel sofocante baño de azulejos amarillos y pisos cerámicos blancos. La horrible vista de aquel uniforme blanco de mangas largas con cuello azul marino; falda y moño de este último color colgado en un perchero en la puerta me hacia cuestionar mi gusto por la ropa, pues fue la misma Krisva quien propuso el uniforme, y a todo mundo parecía gustarle... Excepto a mí.

— Anyah, te dije que te apuraras. Ahora definitivamente vas tarde. — Al ver que no contestaba, Krisva tocó unas veces antes de suspirar y continuar — Hija ¿Estas bien?... No tienes por que ir al almuerzo, puedes ir a entrenar al bosque; pero vamos, sal de ahí... ¿por favor?

— ¿En serio? ¡Está bien! — Ja, lo sabia. Esto siempre funciona, ¿En serio creía que prefería ir a su estúpido almuerzo a pasar la tarde en aquel hermoso bosque entrenando?

Sacudí mi falda y blusa, arregle mi moño y abrí la puerta pasando junto a Krisva con una gran sonrisa de satisfacción. — Bueno, nos vemos luego. Bye~

    Salí corriendo por las escaleras, tomando mi bolso mientras escapaba de la casa y de la segura reprimenda que me había ganado y tenido que escuchar, de no ser porque salí corriendo.

La Canción del Tiempo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora