Capítulo I: Nobody Listens

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Era una noche apacible en Newark, una mujer caminaba hacia donde su supuestamente muy adinerado cliente la había citado, una de las mejores prostitutas de el mejor burdel de la ciudad. Era obvio que la mujer no estaba contenta con su trabajo, pero fue madre soltera a los 16 y, tras dejar los estudios, no consiguió encontrar un trabajo mejor a este. La mujer llega al lugar, le está esperando en un callejón no muy transitado donde podrán hacer lo que quisiera ese hombre para después irse como si nada hubiera pasado, se preguntaba si sería un hombre casado, o si en realidad eran unos críos gastándole una broma, o puede que su vida se tornara en una película y ese hombre fuera Richard Gere y la salvara de la miseria como en Pretty Woman, pero la vida no es un cuento de hadas o una comedia romántica. Se acomodó la poca ropa que llevaba encima cuando sintió pasos detrás de ella, se giró para encontrarse con un hombre encapuchado, no era capaz de verle la cara ya que una enorme mata de pelo negro se lo impedía, extendió su mano para pedirle el dinero, a punto de decirle que o aflojaba la pasta o llamaría a su "representante", que era un hombre borracho de 54 años que le había proporcionado su trabajo. A partir de ese momento todo fue muy rápido, el hombre tomó con brusquedad el brazo de la mujer, obligándola a acercarse a él, la chica trataba de soltarse y gritar por ayuda, ese hombre era un maldito demente. El cliente puso sus manos alrededor del cuello de la mujer, ejerciendo la fuerza necesaria para de después de un par de minutos cayera inconsciente. Sacando un afilado cuchillo de 30 centímetros, aquella figura masculina abrió a la mujer en canal y, usando unos instrumentos quirúrgicos estirpó su útero y sus ovarios para guardarlos en una bolsa. Rebuscó por sus bolsillos hasta encontrar lo que quería: una cucharilla de café, que después de acercarla a la cara de la mujer le sirvió para extraer sus ojos, estos los dejó colgando por su cara. Por último talló con una cuchilla en el cuerpo de la mujer algo que le ayudaría mucho en su juego macabro, "White Blood", sacó una foto al cuerpo con una cámara retro que llevaba colgada del cuello y huyó de la escena del crimen, tal como lo habría hecho su ídolo.

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"Café negro." respondió el chico de extraños ojos a su pareja, estaba demasiado concentrado en ese capítulo de American Horror Story que estaba reproduciéndose en la televisión como para prestar atención a lo que su novio decía, Tate Langdon y Violet Harmon estaban en la playa y un grupo de adolescentes cubiertos en sangre y con horribles heridas se había acercado para molestarles.

"¿Me estás escuchando?" dijo Michael "Vale Frank, me he tirado a Pete." el nombrado giró a verle en cuanto escuchó aquello, y al darse cuenta de que su pareja estaba bromeando le dio un golpe amistoso en el brazo, el de gafas sin embargo besó a Frank, el que siguió el beso hasta que sintió la alarma en vibración que había activado en sus pantalones, se separó del beso y se despidió de su pareja para irse a trabajar.

Michael no sabía de su trabajo, Frank había conseguido engañarle, diciéndole que hacía un turno de noche en una gasolinera de las afueras, su pareja no era cotilla ni preguntona, así que estaba bien. El trabajo de Frank era simple, se ponía ropa provocativa y bailaba en una barra a cambio de unos dólares, si le pagaban más de 150 dólares les llevaba a una cama sucia y rodeada de condones usados, jeringuillas y ropas que parecían sacadas de un vertedero, entonces, entre alcohol y otras sustancias peligrosas, les daba la noche de su vida. No era lo mejor del mundo pero era lo que tenía, no vivía con Mikey, (y personalmente, lo agradecía), así que tenía que pagar su piso de alguna forma, el haber dejado los estudios a los 16 años para perseguir su sueño de ser un guitarrista profesional no fue buena idea, y cuando se escapó de la casa de sus padres en Belleville con 50 dólares en el bolsillo y fue hasta Newark en autobús, chocó su hermosa cara de niño que nunca había roto un plato con la vida real. No consiguió hacerse guitarrista, no consiguió un lugar calentito donde dormir ni un millón de fans que gritaran su nombre en un concierto y cantaran con él, sólo consiguió algo de "fama y dinero" al conocer al proxeneta que le metió en el negocio, y hablando del rey de Roma...

"¡Vaya, mi putita favorita!" exclamó el rubio "Llegas tarde Frank."

"Estaba con mi novio." suspiró Frank, cada vez era más difícil que Mikey creyera sus mentiras.

"Ajá, tu novio" el mayor suspiró con una notable tristeza "Ayer encontraron a Jessica muerta, tendrás que hacer su turno." dijo el proxeneta mordiéndose el labio inferior, era obvio que le había afectado su muerte, en el fondo estaba enamorado de aquella joven, pero Bert McCracken odiaba llorar y mostrar sus sentimientos, se sentía un inútil cuando lo hacía.

"¿A Jessy?" susurró el menor sorprendido, era una de las mejores del burdel clandestino en el que trabajaba "¿Pero cómo?"

"La mataron... Yo... No quiero hablar de ello, ahora ve a trabajar por favor."

"Sí señor" musitó Frank dirigiéndose a la barra rodeada de hombres, varios de ellos clientes usuales, otros nuevos que quieren un poco de acción en su asquerosa vida y un par de borrachos, pero entre ellos una persona destaca, es un hombre que se cubre con la capucha de su sudadera negra, su pelo del mismo color cae con sutileza en sus hombros, y una sonrisa algo macabra es lo único que puedes ver de su cara, la cual trata de tapar con su flequillo y su capucha, alguien realmente misterioso. Frank, con los pensamientos entre su compañera muerta y ese hombre misterioso que le mira desde una mesa se quita lentamente las ajustadas prendas que lleva, una música ambiental suena de fondo suavemente y siente las decenas de pares de ojos observando su cuerpo, mirando sus caderas como si fueran lo más hermoso del mundo y tratando de contener sus crecientes erecciones. No sabe qué es más patético, bailar en ropa interior en una barra americana o que te guste ver bailar a alguien en una barra americana. No puede evitar acordarse de Jessica y de su reciente muerte, pero es casi el pan de cada día, muchas contraen enfermedades venéreas, mueren de sobredosis, caen en un coma etílico o se suicidan, pero igualmente te choca cuando te enteras de la muerte de esa persona. No va a decir que le dolió su muerte, pero tampoco le alegra, le es indiferente, siempre le cayó mal por ser la perrita personal de Bert y que cobrara más por eso, pero nadie merece morir. Termina de bailar, un cuarto de hora más tarde debería volver a subir ahí para cubrir a su difunta compañera, o eso pensaba hasta que el hombre de la capucha se acercó a donde él estaba descansando y, dejando un fajo de billetes en su mano, le pidió subir a la habitación de arriba. Al fin pudo ver su cara, era hermoso, tenía unos penetrantes ojos verdes, una nariz respingona y una piel blanca como la nieve más pura. Apagó el cigarrillo que estaba fumando y subió las escaleras con su nuevo acompañante siguiéndole. Entonces supo que esa sería una noche interesante. 

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⏰ Última actualización: Feb 16, 2019 ⏰

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White Blood||frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora