4. Soy tuyo, sin importar nada

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—¡Ugh! Qué asco, Ale –unos firmes pasos se adentraron en mi habitación— ¿Qué fue lo que te pico para darte tan mal a la bebida? –refunfuño la voz femenina—. ¡Ey! Por lo menos escúchame. Despierta –unas manitos pequeñas y cálidas zamarrearon mis hombros.

No eran las manos que quería sentir. Gruñí. Las manos que yo quería siempre estaban frías, se sentían frescas contra mi piel caliente. Entreabrí los ojos y miré esa pequeña mano, era casi del mismo tono de color de mi piel. No era ella. Sus manos contrastaban con mi piel, toda ella era pálida y sonrosada. Dios, sus pezones duros sonrosados eran un festín, un banquete digno de un rey...

¿Cómo sabía de qué color eran sus pezones y como se veían cuando estaba excitada? Tiene que ser otra jodida mala pasada de mi imaginación, de seguro volví a tener uno de mis muchos sueños húmedos con ella... entonces ¿Por qué me sentía tan saciado?

Gire mi rostro lo justo para poder ver la cara de mi hermana, ahí estaba Isa, toda miradas fulminantes y desaprobación. No estaba siendo un buen ejemplo para ella en estos momentos.

—Lo siento, Isa –mi voz salió ronca y desgastada—. Te prometo que esta será la primera y última vez. Ahora, se buena, tráele un vaso agua y una aspirina a tu hermano.

—Tráetelo tú –espeto insolentemente—. Venía amablemente a despertarte porque los vecinos nos invitaron a cenar luego de haberlos ayudado a instalarse en su nueva casa, pero veo que no estás en condiciones de salir a ninguna parte. No te mereces esa aspirina, has estado durmiendo toda la tarde –enterré la cara en la almohada y emití un quejido de desesperación y mortificación. Mi cabeza me estaba matando y para rematar tenía que escuchar los regaños de una niña de dieciséis años.

—Solo vete y apaga la luz. Mi cabeza no para de dar vueltas, no digas que no te lo advertí cuando empiece con las arcadas –eso debería ser suficiente para que se fuera, a nadie le gusta ser el blanco de un mal borracho con el estómago revuelto.

No era mi caso, lo mío se limitaba al mareo y el dolor muscular —eso era un poco extraño—, pero todo fuera porque la niña de la enorme boca se fuera y me dejara descansar esta maldita resaca.

—Fanny estuvo preguntando por ti –eso me sacudió completamente, incluso despejo algo de mi patético estado etílico.

—¿Ella pregunto por mí? ¿Qué te dijo? –pregunte rápidamente.

—Solo me pregunto dónde estabas, le dije que durmiendo en casa y no continuamos con el tema –mi pecho desinflo con la esperanza dada y luego brutalmente arrebatada—. Pero parecía realmente preocupada cuando le dije que no irías a ayudar, fue ella quien me persuadió para que viniera a invitarte a cenar. Toni dijo que eras un idiota y no merecías nada, fue él quien te descubrió muerto de borracho, ha estado molesto contigo todo el día, sobre todo por haberte emborrachado y dejado a Fanny sola, pero ella te defendió y le restó importancia al asunto –me relato brevemente—. Creo que las puertas hacia el amor de Fanny se te están abriendo lentamente, hermanito. Y sabes que mis apuestas van por ti –me guiño un ojo, la muy descarada.

—No sé de qué estás hablando –volví a enterrar la cara en la almohada. Isa era demasiado perceptiva para mi tranquilidad, al igual que Toni, pero mientras siguiera negando mis sentimientos ante ellos conservaría un poco de mi paz, y dignidad, no quería ser el blanco de las miradas compasivas cuando ellos comenzaran a salir.

—Está bien, te dejare solo, para que sigas revolcándote en tu lecho de negación y autocompasión. Espero que mañana vuelvas a ser mi hermano, el genial, recuerda que tengo una reputación que cuidar ante mis compañeras –todas esas niñas que estaban enamoradas de mí y que le daban cosas a cambio a Isa para que me entregara sus cartas de amor o las saludara cuando la iba a buscar a su sala.

EL HERMANO EQUIVOCADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora