Contar con... eso.

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-No puedo- lloriqueó.
-Vamos Jael, no es tan difícil, no es la primera vez que te pasa..- intentó consolarla Sofia.
Y no, no es la primera vez que le pasa. En lo que va del año le "rompieron el corazón" unas quince veces, y estamos en febrero. Oh si, febrero del dos mil dieciséis... Vengo escuchando a estas dos cotorras que se sientan en los pupitres de al lado mio; una en el de la derecha, y la otra en el de la izquierda, desde hace dos años. No, a ellas no parece importarles que yo me entere de todo lo que hablan, ya que estoy justo entre ellas, literalmente.

Mientras a Jael le rompen en corazón prácticamente cada semana, yo me rompo la cabeza tratando de poner atención en la clase.
-¡No puede ser!- exclamo golpeando mi pupitre con ambas manos haciendo que Jael y Sofia se asusten y me miren extrañadas.
-Que te sucede?- pregunta Sofia inclinando la cabeza hacia mi.
-Nada- contesto encogiendome de hombros. Ellas intercambian miradas de confusión y ponen atención a la clase. Y si, siempre tengo que hacer algo así para que se callen.
-Todos hicieron su trabajo sobre el calentamiento global?- pregunta la profesora de geografía, obteniendo un silencio que hasta me dio miedo como un 'no' por respuesta. La profesora Liliana se agacha, niega con la cabeza, alza la mirada hacia el techo, alza las manos como implorando algo, hace una oración y luego vuelve su mirada hacía nosotros. -Todos están APLAZADOS en este trimestre, es el tercer trabajo que no me traen, pues lo siento por ustedes- dicho esto, toma sus cosas y se retira. Todos suspiramos frustrados y a continuación se les olvida por completo y aprovechan que la vieja se fue para hacer cosas estúpidas. Típico.
Yo por mi parte saco mi libro "Tras Cerrar Las Puertas" y sigo leyendo el capitulo 5.
-Ey Cristin! Puedes venir si quieres!- me anima Javier saliendo del salón. ¡Ja! Como si quisiera juntarme con un montón de presumidos como ellos.
-No quiero. Y soy Cristina, Cristina Calva- respondí y pude oír como se reía mientras se alejaba por el pasillo. -Estúpido- Murmuré para mi misma.
Si, Calva no es un apellido que yo ame, pero lo defiendo, al fin y al cabo, es el apellido de mi padre, de mi padre muerto.
Llevamos una semana de clases y todavía no hay nuevos. Pero como soy una nerd no tan nerd, se que ya llegará un chico que este bien bueno que se enamorará de mi. Lo se... Ah, sueños de una adolescente de 16 años...
Soy una romántica, una chica que va por ahí anotando en cualquier papel lo que se me ocurre; que siempre son cosas románticas. Pero cada papelito termina en la basura.

A pesar de que amo el amor, nunca me he enamorado, es por eso que siempre que veo parejas caminar de la mano o abrazadas las observo curiosa, sin cautela alguna, cosa que ha molestado o intimidado a unas cuantas personas...
Cuento con que algún día llegará ese alguien que me ame, y que yo lo ame también.
Pero... No se, no me considero: extremadamente fea. Pero que decirles, ¿a quien no le gustan unos ojos café? No son extravagantes, pero son sinceros, ocultan solo lo necesario, de ahí... Soy un libro abierto. En fin, decido dejar de fantasear y concentrarme en el libro.
-Ey, Calva- Javier golpea mi brazo despacio para llamar mi atención. Que pena. Ya estaba sumida en la vida de la sufrida Bety.
-Si?- hago mi mejor esfuerzo por no ser descortés, aún no ha hecho nada que me moleste, no demasiado por lo menos.
-Tu, yo y un partido de voleibol. ¿Que dices?- apoya los antebrazos en mi pupitre y eleva las cejas de forma "seductora", o ese era el plan.
-No podría negarme, idiota- acepté poniendo me de pie y guardando mi libro en mi mochila.
Amo el voleibol tanto como amo el amor.

Luego de ganarle siete partidos de veinte puntos a Javier, alias Perdedor, volvemos a clase dispuestos a escuchar una larga clase de biología. Odio los viernes.
Javier me cae bien, pero se junta con esos presumidos y.. ¡ay! Ahí ya no lo quiero. El es simpático, amable y nalgon. Sin mencionar que tiene un bonito tono de voz... Pero, no es el amor de mi vida, no, en absoluto...

Tras finalizar las tres horas de biología, somos libres. Señoras y señores, ¡podemos ir a casa!

Camino lo más despacio que puedo hasta casa, voy pateando piedras, silbando *o intentando hacerlo*, tarareando alguna canción melancólica y así hasta caminar las diez cuadras que conducen a mi hogar.
Una vez frente a él, me detengo a observarlo, entre cierro los ojos y diviso cada rincón de él, una vez comprobado que desde afuera todo parece estar en orden, me encamino hacia la entrada. Con sumo cuidado abro la puerta y asomo la cabeza hacia adentro.
-Mamá?- llamo mientras me adentro por completo en mi casa.
Al no obtener respuesta, suspiro aliviada y me voy a mi habitación. Tiro mi mochila por ahí y me coloco los audífonos, haría mis tareas más tarde, por el momento estoy algo agotada.
Me recuesto en mi cama e intento dormir un rato.

-Cris...¡Cris! Hoy podemos jugar- sonríe con malicia.
Yo niego con la cabeza y ella clava su mirada en mi de forma amenazadora, asustada por aquellos ojos azules, subo sumisa a la cama y me dejo caer en ella...

Me sobresalto en la cama y me incorporo de inmediato.
-Hija de pu..- maldigo mientras intento recuperar el aliento.
-Vamos Cris, será mejor que hagas tus tareas- me animo a mi misma y agarro mis útiles escolares.
-Hija de pu..- maldigo nuevamente para saciar mi apetito vulgar.

Buena Chica, Malas Pasiones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora