Se me hace difícil describir las torturas sexuales y los tormentos sadomasoquistas a que me sometió el Profe. Recuerdo como me ató las manos y me flageló con un azote en la espalda y los glúteos, recuerdo que me obligó a arrastrarme y a gatear por el piso hasta que finalmente me penetró por el ano. Recuerdo como me obligaba a arrodillarme incómodamente ó a flexionar dolorosamente mis piernas con la cabeza sobre el suelo, ó como me sometía a anómalas posiciones sexuales mientras me hacía el amor salvaje y brutalmente. Y aunque gemí, y supliqué se detuviera, hubo una parte de mí que sintió un profundo placer al ser esclavizada y dominada. Al ser sometida y controlada, y convertida en un objeto dador de placer…
El viernes se convirtió en sábado, pero yo debía dormir encadenada en el sótano, y esperar al día siguiente para ser tratada como una perra. Pero luego, el Profe cambió su actitud, complacido con mi sumisa obediencia y me permitió ciertas libertades, aunque sin desencadenarme. Me alimentó en su regazo, me dio unos caramelos a cambio de algunas argucias sexuales, y me aflojó un poco las esposas.
Mi mente perturbada se sintió tan complacida con la reciente libertad que incrementó la sumisión y decidí satisfacerlo. Hice cada posición que me sabía; abrí mis piernas y permití que me hiciera el amor y liberara su lujuria insaciable. Todas las poses sexuales que se nos ocurrieron fueron realizadas; cada orificio de mi cuerpo fue penetrado exógenamente, y cada centímetro de mi piel fue explorado por su lengua sádica.
Y cuando se durmió complacido después de nuestros múltiples orgasmos recíprocos, decidí intentar escapar y sigilosamente me dirigí hacia la puerta, caminando de puntillas…
Con mis manos esposadas intenté abrir la puerta de la habitación que crujió levemente para terror mío, pero el Profe no pareció despertarse. Abrí el umbral e intenté cruzarlo pero algo me lo impidió. Finalmente me armé de valor y puse el primer pie afuera justo para escuchar su voz:
—Eres libre de irte cuando te plazca, Laura. No te tengo secuestrada. Si quieres irte sólo dímelo y te desencadenaré de inmediato. ¿Qué crees que soy? ¿Un violador?
Quedé mirándolo asombrada.
—¿Quieres irte?
Entonces sonreí y negué con la cabeza…
El Profe me castigó terriblemente por mi intentó de huida y disfruté cada segundo. De haberlo sabido me habría portado mal más antes. Sus flagelos, sus nalgadas, sus cadenas estremecieron cada poro de mi cuerpo con orgásmicos resultados. El Profe me encadenó al sótano con un consolador en la vagina, y me penetró analmente por varias horas, para luego dejarme en esa posición incómoda toda la noche, y luego me encadenó al techo toda la mañana del domingo, y aquí es donde empezó esta narración…
—Bueno, hoy termina este fin de semana, esclava mía. Pronto deberás regresar a tu aburrida vida de colegiala con tus sosos padres. ¿Qué piensas de eso? —dijo removiéndome la mordaza.
—Es lamentable, amo.
—Sin duda. Una mujer como tú merece muchas más emociones. Te felicito, has actuado muy bien estos días.
—Gracias Profe, ha sido un honor para mí.
—Lo sé. Recuerda que no debes decirle nada a nadie de lo sucedido. No es que me importe que lo hagas, pero entonces nunca más podrás volver a ser mi amante, ¿has comprendido perra?
—Sí, amo. No diré nada. Tiemblo de pensar en sus castigos.
—Bien. Vuelve con tus padres. En quince ó veintidós días le dirás a tus padres que vas a un campamento. ¿Has comprendido?
—Sí, Profe, como usted ordene.
Así que me desencadeno. Frotándome las muñecas me dirigí hacia la salida, pero antes le dije:
—¿Podría yo ser dominatriz la próxima vez, amo?
Me miró como un maestro complacido y dijo:
—No veo por que no.
—Antes de irme, Profe, ¿podríamos hacerlo una vez más? Seré una niña mala…
—Entonces —dijo golpeando la regla en la palma derecha de su mano— es hora de disciplinarte, Laura…
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La Indisciplinada Laura
Tajemnica / ThrillerContenido erótico, se recomienda discreción al lector.