Capítulo 2

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Miré con recelo a la puerta alzando ligeramente la cabeza. Después de un segundo sopesándolo, me levanté despacio, y me dirigí a abrir.
Lo que me encontré al otro lado de la puerta era una mujer de mi estatura, de unos 27 años. Tenía el pelo largo, negro y ondulado, los ojos color café, y vestía un mono ajustado de color rojo (si, es la moda) que remarcaba lo delgada que era.
-Buenos días señorita -dije tras un segundo- ¿desea pasar?
En vez de contestar se limitó a asentir con la cabeza. Parecía preocupada. Pasamos y cerré la puerta tras nosotros.
Una vez sentados cada uno en su sitio correspondiente del escritorio verde oscuro (por supuesto, el resto de colores eran más caros) la chica comenzó a hablar con expresión de angustia
-Me llamo Samantha Connor, tengo 28 años, y mi novio ha sido secuestrado.
Dicho esto bajó la cabeza, pero antes de que se desmoronase en un mar de lágrimas, comencé a hablarle.
-Lo lamento, señorita. Supongo que ha venido por ayuda, verdad?
Tras un momento, alzó la cabeza, lo que me permitió por un momento ver sus ojos llorosos y sus mejillas sonrosadas, y asintió levemente.
-Muy bien... -dije pensativo- ¿Puede hablarme de su marido?
Me miró un instante con expresión interrogativa, pero rápidamente se enjuagó los ojos y comenzó a narrar.
-Mi novio se llama Henry Conan -comenzó-. Es ingeniero militar y trabajaba para el ejército. En la Gran Revolución se puso de lado del pueblo, con lo que ganó bastante fama con sus armas no letales de bolsillo.
Comenzó a trabajar para la policía en Nova Crisálida poco después de que fuese fundada.
Hace dos días fue al puerto a comprobar que recibían unas piezas, un encargo raro, sólo se hacían una vez cada varios años. No lo he vuelto a ver.
-Ya veo... -dije mientras analizaba toda la historia.
-¿Tiene idea de que eran esas piezas? -le pregunté a ver si podía sacar algo útil.
-No tengo ni idea, señor Demyan. Nunca hablábamos demasiado de su trabajo. Verá, nunca me han interesado las armas.
-No se preocupe, haré lo que pueda. ¿Me puede aclarar algo sobre el puerto? ¿Alguna dársena? ¿Algún lugar que frecuentaba?
-En uno de sus papeles sobre el encargo leí dársena 7, ala 3.
Eso era todo lo que necesitaba saber.
-Bueno, creo que con eso bastará. Si recuerda algo sobre el encargo o algún otro dato de interés, aviseme -digo mientras le paso una tarjeta de visita- Se que es un momento duro, pero descuide, haré cuanto pueda.
Una vez dicho esto, se levantó y se fue por la misma puerta por la que entró (como si hubiese otra...)
Parecía que esta noche tocaba salir a ver el mar desde cerca.

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