Confusión

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Emerson Smith: Acostado xD ¿y ?
Charlot Peters: En realidad sigo prensando en lo que sucedió en la tarde, creí que estabas enojado.
Emerson Smith: No, para nada, todo lo que dije era cierto. Yo te entiendo y entiendo las razones por las cuales lo hiciste.

Intentaba ser cortés y amable para que ella no tuviera lástima de mí y de todas mis dudas.

Charlot Peters: Nunca había visto que alguien reaccionara tan bien con una ruptura.
Emerson Smith: No me gusta ser igual que los demás, creí que ya lo sabías.

El mensaje lo vio, pero nunca recibí una respuesta. Tenía una idea de lo que estaba pensando: «No debo decirle nada, yo lo terminé, no debo hacer malos comentarios».
Varios pensamientos pasaron por mi cabeza, continuaba con todas mis dudas y al cabo de unos minutos decidí mejor tomar el oso de felpa que me había regalado mi madre para cuando tuviera miedo, entrar entre el colchón y las sábanas para cerrar los ojos y concluir con otro día más.

El tiempo era como una vereda llena de obstáculos que a simple vista parecían imposibles de superar. Charlot y yo seguíamos sentándonos uno al lado del otro, lo que hacía demasiado incomodo el cruce de palabras entre los dos; para colmo, los profesores, en diversas ocasiones nos incluían en el mismo equipo a los dos, o nos colocaban en binas y siempre tenía que estar a dueto con Charlot. Le hablaba sólo por compromiso, porque las clases lo dictaran, no porque yo lo quisiera... ¿O sí lo quería? No lo sabía con certeza.
Un día, Osvaldo llegó conmigo con un rostro en combinación de duda, compasión, euforia y sorpresa.
-Oye, ¿Ya te enteraste de lo que pasó con Charlot?-. Creí que le había pasado algo malo, no sé, que la hubieran atracado o hubiera sufrido algún accidente debido a que el tono de Osvaldo ameritaba que fuera algo parecido.
-¿Le pasó algo? ¿Qué le pasó? No, no lo sé, ¡Dime ahora!-. Me había asustado, creí que Osvaldo tenía malas noticias. La pausa que hizo antes de contestarme se prolongó e hizo que me preocupara todavía más.-¡VAMOS! ¡CONTESTA YA!-. Insistí.
-Es que... Ella...-. ¿Ella qué? ¡Coño!- Es algo sobre su relación contigo-. Lo que dijo hizo que mi exaltación cayera al piso en un movimiento rápido, en tan solo un instante me venían ideas nuevas a la cabeza. Osvaldo se dio cuenta de esto, pude notarlo en su mirada que ya emanaba lástima.
-Ah, está bien, ¿Qué sucede... O sucedió?-. Dije con un tono enteramente calmado, hablar del tema de mi relación con Charlot me hacia sentir mal por alguna razón.
-Te lo diré y ya...-. Tomó un profundo respiro y después habló.- Ella pronto va a cumplir un mes con Eduardo como pareja-. ¿¡Qué!? Eso no era posible, si hace apenas dos semanas había terminado con ella. Hice mis cuentas y llegué a la misma conclusión que Osvaldo y al tiempo que redacté esta teoría en mi mente, él habló.
-Ella estuvo con él y contigo al mismo tiempo por dos semanas, ella te terminó para para poder ser libre y poder estar con Eduardo-. Tenía toda la razón, todo tenía lógica, todo podía endentar con los hechos pasados: la distancia entre los dos, las fechas, el sinrazón de su ruptura, todo. Pero a pesar de eso, yo no le daba importancia al asunto, total, ella y yo ya no éramos nada, ya no importaba.

Comenzaba a hablar más con Citlali. Esta vez sólo como amigos, me contaba todo lo que ella pasaba día a día, me contaba sobre sus clases, sobre Dafne y Daniel que eran sus compinches en ese tiempo, y me contaba de Ian... Cada vez que pronunciaba ese nombre, hacía que me dieran ganas de hacer no sé qué con cualquier cosa, no había sentido algo semejante en toda mi vida. Era como una mezcla de enojo e impotencia, aunque realmente no sé por qué sentía eso.
Me contaba que Ian era un chico alto, de piel clara, ojos cafés, con un cuerpo esbelto y le gustaba el deporte; juegos, tonterías, y en realidad él sentimiento anterior hacía que no pudiera poner atención a lo que me decía acerca de éste chico *ni siquiera me gustaba pronunciar su nombre*
Me contaba que era muy tierno, solidario, atento y bien presentable. Casi todo él tiempo hablaba de él, varias veces intenté dejar en visto sus mensajes, pero cada vez que lo hacía ella seguía insistiendo. Siempre tenía algo nuevo que contarme «¡Coño! ¿Por qué no te haces su pareja y yapensaba, aunque sabía que eso sólo quería ocultar el «¡Coño! ¡Estoy celoso! ¿No lo ves?». Nunca le dije que me enfadaba lo que decía, nunca le dije todo lo que pensaba de Ian en ese entonces, pero mi mente y mi cuerpo pedían a gritos que se lo dijera, sin embargo, sólo me limitaba a decirle: “Si te llega a hacer algo, dile que tenga cuidado porque no permitiré que alguien te haga daño”.

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