Parte 1 Prólogo

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Edward se fue después del accidente ocurrido en mi fiesta de 18 cumpleaños. Sin darme opción a réplicas y sin apenas explicaciones.

Simplemente un:

- Bella, no te quiero. No eres buena para mí. Te prometo, que será como si nunca hubiese existido. –

Me dio un beso en la frente, y se fué.

Para poder leer mentes, y llevar haciéndolo tantas décadas, llegados a este punto, creo que no le ha servido de nada.

¿De verdad creía que la mente de un humano, puede filtrar de tal forma un recuerdo?

A lo mejor uno de algo insignificante, seguramente sí. Pero algo tan fortísimo, como los sentimientos que me hizo descubrir y despertar por él... Imposible de olvidar. Jamás.

Sí que me quedé en el bosque durante varias horas, y aunque me desoriente un poco, acabé llegando por mis propios pies a casa. Mi padre estaba empezando a inquietarse, pero lo tranquilicé contándole que Edward y yo habíamos discutido y que necesitaba un poco de tiempo a solas.

Por supuesto, él no le dio mayor importancia; preparé la cena como todas las noches y comimos en silencio.

Él sabía que estaba más afectada de lo que aparentaba a simple vista, pero siendo fiel a su carácter, no pronuncio una palabra al respecto.

El tiempo fue pasando, pero yo no organicé ninguna escenita. Me lo guarde todo para mí, e intente que el resto del mundo no llegara a darse cuenta de lo tan afectada que estaba.

Él se fue, y para no quererme... se lo llevó todo de mí con él. Dejándome inerte, sin ilusión, y en un estado de apatía total.

Los primeros meses fueron agónicos, sintiendo un dolor fortísimo en mi pecho. Una sensación de vacío, de daño, de desesperación, que todos juntos hacían que hubiera veces que casi rogara por morir y ese sufrimiento cesara de una vez.

Pero no, no morí. Ni siquiera puse mi vida en peligro a propósito. Seguí siendo igual que era... Bueno, mi aura se cargó de una tristeza que no me abandonaba nunca. Pero mi esencia física, era la misma; tal vez algo más delgada, y las ojeras algo más marcadas, pero no hubo ningún cambio excesivamente obvio.

No dormía bien, no descansaba, comía poco, hablaba aún menos de lo habitual y siempre tenía ese trasfondo de tristeza reflejado en mi rostro.

No salía con mis amigas del instituto, no me apuntaba a actividades; no hacía nada. Tenía el cuerpo tan cansado del sufrimiento que padecía mi alma, que no era capaz de realizar nada que no fuera lo estrictamente necesario.

Me dedicaba a ir a clase, intentar integrarme de nuevo en mi grupo del instituto, hacer como buenamente podía mis tareas, y sobretodo... Que el tiempo pasara, rezando que el reloj curara de alguna forma mi herida.

Mi amistad con los chicos de la Push, fue a peor. Llegando a quedar en un punto muerto.

Ya que de la noche a la mañana, dejamos de vernos. Bueno, ellos fueron los que renunciaron a dejarse ver. Subí alguna vez con mi padre, cuando hacían alguna barbacoa después de venir de pescar, pero nuestra relación, incluso con Jake, se vio reducida a la nada.

Algo había pasado con ellos. Ya casi no se relacionaban con la gente del pueblo, y apenas se los veía por ahí. Las últimas veces que había ido a la reserva, ni siquiera habían venido a saludarme; solo los más jovencitos, eran los que seguían pululando por allí.

Y con la incertidumbre de saber que les había ocurrido para volverse tan insociables, me quedé.

Al principio, todos me preguntaban por los Cullen, pero yo les respondía a todos lo mismo:

Y el Último de Feliz ... ¿No se cumpliera?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora