0. El momento exacto.

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Strand se encontraba en el juicio de mi padre, así que yo me quede con la señorita Kindman y su hija Alaska Kindman, una niña con mejillas rosas como un rubor, ojos azules cual el agua, piel blanca como si fuese muñeca de porcelana, labios rojizos como una fresa y cabello rubio sedoso. Un año menor que yo era perfecta, tan femenina, tan bonita que me asqueaba, pero no me gustaba nada de ella. Estaba jugando con sus muñecas, mientras yo veía la televisión, como odiaba a esas estúpidas barbies, dando un prejuicio a la mujer, ninguna mujer es así en la vida real.

— ¡Carter! —Dijo Alaska con una sonrisa blanca. — ¿Juegas conmigo?

Negué con la cabeza sin despegar mis ojos de la televisión.

— ¿Pero por que no?

— Porque no me gustan las barbies.

— ¿Por que no si son bonitas?

— ¡Porque son igual de estúpidas que tu! —Le grite.

Sus ojos se cristalizaron, así que se levanto y corrió con su madre, rodee los ojos y seguí viendo la televisión, comencé a cambiar los canales, solo noticias y programas que no veía, me detuve al ver a Marge Simpson en la pantalla, comencé a reír con sus estúpidas palabras que no entendía, como marica.

— ¡Carter, pequeño! — Dijo la señorita Kindman.

Me levante del sofá y camine a la cocina.

— ¿Que pasa?—Pregunte.

— Es Alaska, tengo que llevarla a sus clases de matemáticas ¿Puedes quedarte solo?

Asentí y sonrío, camino fuera de la cocina para ir por su abrigo y un paraguas, dejando a Alaska conmigo.

— ¿Carter? — Pregunto con su dulce y despreciable voz.

— ¿Que quieres?

— ¿Y tu papa?

— Con mi tío.  

— ¿Donde esta tu mama? 

— ¡Ah! ¡Te odio!

Comenzó a llorar de nuevo y rodee los ojos, esa era la niña mas tonta que conocía. Pronto llego su madre  y la cargo, sacándola de la casa. Al fin podía tener un poco de paz. Camine de nuevo a la sala para seguir viendo la televisión. Ya no había nadie, así que podía hacer lo que yo quisiera, pero no se me ocurría nada, así que solamente subí a mi habitación a dormir ahora que podía dormir en paz. Brinque las escaleras para llegar mas rápido y cuando ya estaba frente a mi habitación me tire sobre la cama, esta se hundió con mi peso y luego volvió a lo que era. Cerre los ojos y dormí.


Desperté y me levante para encender la televisión. Entonces se escucho la puerta del el jardín abriéndose, guarde silencio y luego recordé que la Srta. Kindman se había ido y prometió regresar, así que salí de la habitación y baje las escaleras hasta el jardín. Asome mi cabeza por la pared de la cocina, que conectaba al jardín. Escuchaba dos voces irreconocibles, así que solo pregunte:

— ¿Señorita Kindman?

— ¡Joder, Joey! Dijiste que no había nadie.—Dijo un hombre acercándose.

Corrí al ver que llevaba un pasamontañas y un arma. Me escondí detras del sofá de la entrada, y cerré los ojos con fuerza, resando por mi vida.

— ¡Estúpido niño! ¿Donde carajos estas?—Pregunto el hombre.

Mi corazón comenzó a acelerarse.

— Lo vez Stan, no hay nadie. Es tu  imaginación

— ¡Al diablo con mi imaginación, yo se lo que vi!

RONANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora