"Punto y coma." [Hijack/Frostcup]

I

Solo hay una cosa que es peor que el amor, el desamor. Ese sentimiento perpetuo de rechazo que te marca por siempre, ese inevitable dolor y la dulce tortura que es contemplar al ser que te ha rechazado. Mi historia de amor no fue del todo perfecta, después de todo, dadas las circunstancias en serio parecía que Astrid Hofferson en realidad gustaba de mí. Vaya que yo era estúpido.
Aún recuerdo aquel día, nos habíamos echado miraditas toda la mañana, mientras que mi amigo Jack me miraba asqueado y con una notable mueca de disgusto. Nunca le agradó Astrid, nunca logré hacer que fuese de su agrado y aún así, aquella tarde me dirigí a la cafetería con un voluminoso ramo de rosas, que sinceramente jamás habían sido de mis preferidas. Caminé hacia donde estaba la dulce rubia y antes de llegar di un gran suspiro, toda la atención en esa cafetería estaba puesta en mi, lo cual en aquel momento me parecía magnífico. Pude distinguir a Jack entre la multitud, con un leve tono de disgusto y desánimo en su rostro. Parecía estar advirtiéndome de algo; ojalá le hubiese hecho caso.

—Hola, Astrid —saludé o más bien balbuceé llamando su atención, su grupo de amigas me examinó con la mirada y yo sólo volví mi vista a Astrid, la hermosa Astrid que me miraba con una dulce mueca de disgusto—. Bueno, yo sólo quería decirte que me gustas, que me pareces el ser más sublime de la tierra y que hace tiempo que he notado tus miradas. Yo quiero tomar eso a un sentimiento recíproco así que... ¿Qué dices? ¿Quieres ser mi novia?

Astrid miró a sus amigas para después posar sus gélidos ojos sobre mi, antes de tomar el ramo que le ofrecía.

—Son tan lindas Hiccup —susurró antes de olerlas, y yo sólo sentía mi corazón latir en mi pecho—. Pero, deberías saber yo que no tengo ningún interés en estar un nerd de quinta, no eres lo que busco y... acerca de las rosas. Esto es lo que hago con ellas.

Astrid tiró el ramo al suelo y después lo pisó, no sólo hiriendo las rosas, hiriéndome a mi, rompiendo mi corazón y convirtiendo esta rosa en un receloso baobab.

Todos en la cafetería soltaron un Tsss, todos menos Jack. Que me miraba con tristeza, como diciéndome te lo dije.

Yo no podía seguir ahí, el desconcierto nublaba mi juicio, sólo me digné a mirar a Astrid por última vez y darme la vuelta con orgullo. Yo no sufriría por una mujer como ella, tan seca, tan odiosa y tan... ¿a quién engaño? Yo aún la quiero.
Con la mirada en alto salí de la cafetería con una sonrisa triunfante, no puedo recordar de dónde saqué el valor para hacer esto. No lo logro, el punto es que según Jack quedó boquiabierta y además en ridículo.

[...]

—No puedo creer que lo hayas hecho, Hiccup —soltó Jack mirándome furioso—. Yo te dije que no lo hicieras, pedazo de idiota y aún así fuiste a decirle, ugh, pero si no sé quién de los dos quedó en más ridículo, si Astrid o tú.

—No sé Jack, pero ya cállate —espeté aún tendido en mi cama moqueando—. Quizá aún somos muy jóvenes para esto.

—Ugh, jóvenes —siseó mirándome—. Astrid es una estúpida tú aún más por enamorarte de ella, me parece ridículo.

—Jack, no sé porque te martirizas tanto ni qué problemas tenías con ella para odiarla tanto, pero ya... esperaré un poco más para decirle. Sé que me corresponderá.

Jack viró los ojos.

—No seas crédulo Hiccup, no lo hará. Ella, sólo espera un chico popular o un chico rebelde. No... alguien que aún duerme en un cuarto con pósters de Spiderman, ella no busca eso. Acéptalo.

—¿Porqué te afanas en decirme esas cosas, Jack? —moqueé—. Se supone que eres mi amigo.

—Por eso mismo Hicc, porque soy tu amigo y sé que saldrás herido de la segunda vuelta —me miró—. No quiero que alguien te lastime. Ella no es buena para ti, tienes que olvidarla, tres años de enamoramiento deben irse al caño.

—¿Y tú crees que será fácil? Necesitaré mucha ayuda.

—Para eso estoy yo, quiero ayudarte. Juntos vamos a superar a Astrid. Encontraremos la forma. Siempre estaré aquí para darte consuelo, ¿entiendes?

Asentí antes de tirarme a llorar en su pecho. Él me abrazó por detrás y así fue como nos quedamos dormidos aquella tarde. La que daría inicio a lo que sucedería después.