Por siempre

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      Antes de que empiecen a leer, quiero avisar que los números entre corchetes ([]) al comienzo de cada escena indican la secuencia cronológica de éstas, cuáles suceden antes que otras. Pueden leerlo así o en el orden que lo escribí, queda en sus manos; de todas formas espero que lo disfruten. Gracias.

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[11]

       Las lágrimas ocupaban sus ojos, pero ella no cedería. No lloraría, al menos ahí no. Su cerebro aún no procesaba lo que veía. «Es real, es real» le repetía su subconsciente. Ya nada sería igual.

       —Amanda. —El nombre escapó de entre sus labios. Una de las mujeres volteó a verla, pero ella se dio la vuelta y se fue sin mirar atrás.

       Claramente eso iba a pasar en algún momento. Tonta ella, que no lo había estado esperando, que no había estado atenta. «Iba a suceder... Ya estaba sucediendo desde hace tanto tiempo» se dijo, su decepción la desgarraba de adentro hacia afuera.

       La agarraron del brazo y se dio la vuelta molesta.

       —Te prometo...

       —¿De qué me sirven tus promesas? —interrumpió.

       Amanda bajó la mirada, porque sabía que no había nada que pudiese hacer para arreglar todo.

[3]

       —Aquí, con las estrellas como testigos, te prometo que nunca te dejaré sola, porque somos una y formamos el todo de nuestras vidas. Prometo nunca hacerte daño. Te juro que si alguna vez te lastimo, yo misma me castigaré. No soy nada sin ti, Fernanda, entiéndelo.

       —Te amo.

       —Yo también te amo. –Y la besó, sellando esa promesa tan importante que sería rota.

[4]

       Colgó la llamada al ver que su novia entraba en la habitación, ella la miró fijamente pero no preguntó nada. Se acercó para besarla, amaba tanto esos labios y, sin embargo,...

       Sacudió su cabeza para evitar esos pensamientos.

       —¿Qué quieres hacer hoy? —Ya tendría tiempo de insultarse a solas más tarde.

[8]

       —¡Cásate conmigo! —gritó al cielo, con los brazos extendidos.

       La miró en silencio, con una sonrisa nostálgica en los labios. Amanda bajó la mirada al no haber obtenido respuesta, por lo que se obligó a sacar palabras.

       —Sí, sí. Pero quiero que me lo digas sobria, ¿te parece? —Se acercó y depositó un beso en sus labios.

[9]

       —¿Qué es esto? —preguntó, mirando sorprendida los peluches y la cuna.

       Unos brazos rodearon su cuerpo, estrechándola. Volteó a ver a su esposa, ella sonreía esperanzada.

       —Quiero tener un hijo contigo.

       Su corazón se estrujó, pero se obligó a sonreír y besar a esa mujer que la acompañaría por toda su vida.

[6]

       —No te merezco —susurró acariciando sus cabellos negros. Fernanda se acurrucó más contra ella, dormida—. Perdóname. —Depositó un beso en su frente y se levantó de la cama.

       —Te amo —balbuceó la mujer en la cama.

       Las lágrimas llenaron sus ojos. No, no merecía a esa mujer.

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