Hay dos personas en algún lugar, puede ser un bar, un restaurante, un parque o lo que más te guste; puede ser de día, tarde, noche o madrugada. ¿Quiénes son esas personas? Ni hombres ni mujeres, son sólo dos humanos, sólo eso; no obstante, en algo se diferencian: uno tiene honor y el otro no, aunque hacen lo mismo en práctica pero que es algo totalmente diferente en teoría. ¿Quieres saber qué es eso que hacen? Sigue leyendo.
No les pondremos nombres cualesquiera. Vamos a llamarles A y B, o A sub-A y A sub-B, tal vez B sub-A y B sub-b. Yo usaré la primera opción, tú elije la que más te guste.
Como iba contando, A y B estaban en cualquier lugar; para darle más temática a la historia, yo los imagino en una tasca, es entrada la noche y son prácticamente las únicas personas ahí, están en una mesa en el rincón más recóndito del lugar.
—¿Cómo te ha ido, A? —pregunta B, mientras toma un trago de ron.
—Muy bien, B. Excelente, de hecho. Con la situación actual, voy viento en popa —se jacta A.
—¡Me alegro por ti!
—Gracias, gracias. ¿Y a ti cómo te va?
—Pues, coño, el negocio me ha bajado un poco. La situación consume todo.
—Vendrán tiempos mejores, B. Ya verás que sí.
—Eso espero...
Se quedan en silencio por unos minutos, cada quien pendiente de su respectiva bebida, se las acaban y piden otra ronda. El local se va quedando más vacío.
—¿Y tu cónyuge? —cuestiona B—. ¿Cómo está? ¿Qué piensa de la situación?
—¡Bah! —Frunce el ceño—. Tú sabes que es una persona muy marica... Al igual que toda mi familia, coño. «A, no lo hagas», «No cumplas esas órdenes», blablablá. Me están hartando.
B suelta una carcajada, aunque en su interior, muy muy dentro de él, siente un poco de pena por la familia de A, los entiende.
—Y cuéntame, ¿qué lugares has logrado saquear, A? —pregunta B con mucho interés.
—Por aquí, por allá. La represión no me ha dado mucho tiempo en verdad. ¿Y tú? No te veía desde hace varios días.
B cruza sus manos en su regazo.
—Sabes que los saqueos no van conmigo. Prefiero hurtos y, si no queda de otra, robos.
—«Los saqueos no van conmigo» —remeda a su acompañante y ríe—. Ay, B. Pero la mano no te tiembla para matar, ¿cierto?
—En eso tienes razón. Y a ti tampoco.
A se encoge de hombros y se bebe de un trago su cerveza.
—Me acostumbré y ahora hasta lo ansío. Tal vez al comienzo, pero ¿ahora? Si vieras la forma cómo caen, ¡como pájaros!, y la cantidad de cosas que nos dan para matarles... —Se relame los labios—. Y nos pagan muy bien, mejor que a ti me atrevo a asegurar.
B frunce el ceño, sin evitar que un escalofrío le recorra toda la columna vertebral. Se queda en silencio, intentando digerir esas palabras. A no puede evitar notar el cambio de su acompañante.
—No me digas que te dan lástima —se burla—. Créeme que a ellos no les daríamos lástima.
—Lo sé, A. Lo sé. Pero es que ustedes... —B se siente incapaz de estar un segundo más ahí.
—Nosotros ¿qué? —pregunta A, colocando sus manos sobre la mesa—. No eres mejor que nosotros, pequeña rata.
B se levanta y deja dinero al lado de su vaso.
—Al menos yo nunca he asesinado a las personas que juré defender y proteger.
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Pequeñas ideas
Kısa HikayeAquí subiré todos esos pequeños (y no tan pequeños) relatos que escriba, para tenerlos todos juntos como una pequeña gran familia. Eres bienvenida/o a conocerlos. © Reservados todos los derechos de autor. Prohibida su reproducción parcial o total.