Introducción

51 6 0
                                    


Érase una vez en un lugar llamado Tecmuc, el reino de los elfos, en donde habitaba un rey llamado Khan, el rey inmortal, malvado y nada parecido a un elfo. Este era alto, tez blanca y sin ninguna imperfección, se podría decir que su piel parecía porcelana; su melena larga hasta los homoplatos y tan negra sin ningún brillo; de facciones finas pero con una mirada profunda que hacía temblar de miedo a cualquiera; en pocas palabras un ser misterioso.

Un día el joven rey salió a dar un paseo en su caballo por los alrededores de su reino. Pasaron los minutos y había llegado a un viejo e imponente roble, el árbol estaba ubicado cerca de un arroyo, de hecho Khan pudo notar que de ahí su fuente de vida.
Khan observaba con asombro al roble, su madera daba destellos dorados, era único, era muy bello y decidió poseerlo.

Regresó lo más rápido que pudo al castillo, cabalgó sin parar, cuando llegó inmediatamente mandó llamar a sus súbditos. Algunos soldados de su pertenencia, sirvientes y caballeros fieles a él, decidieron ayudarlo, pues se había corrido el rumor que el temible rey deseaba algo con mucha euforia.

Cuando ya estaban todos reunidos frente al trono del poderoso Khan, se les ordenó que trajeran en una sola pieza a aquel roble dorado, quería que lo plantarán es su hermoso jardín privado, así que estos hombres no perdieron tiempo y cabalgaron hasta aquel lugar.

El rey no lo pensó mucho y decidió ir con ellos, quería inspeccionar todo el proceso que conllevaría sacar, trasladar y plantar el árbol.

Cuando llegaron a su destino se llevaron una gran sorpresa, habitantes del reino que en su mayoría eran elfos, ya que también había ninfas, centauros y algunos cíclopes, protegían con esmero algo valioso. Los súbditos del reino Tecmuc no tardaron en darse cuanta que estos rodeaban al viejo roble; pero esta acción molestó mucho al rey, y sin preguntar el por qué de esa acción, sólo ordenó ejecutar a todo elfo rebelde que lo contradijera en sus deseos.

Ese día, el día de una masacre, el cielo se tiñó de rojo, era una tarde cálida, pero empezó a correr un frío insoportable, algunas gotas de lluvia caían en los hombres que querían sacar el roble como si quisiera también detenerlos para que no cometieran su orden.

Los hombres que masacraron y desenterraron el árbol, lamentablemente habían conseguido su cometido; por fin pudieron llevar el árbol al castillo, lo colocaron en el centro del jardín del rey y se retiraron orgullosos por servir a un rey asesino, a un rey tirano, y lo peor que solo fue por quedar bien ante un rey inmortal que no les prometió nada. Solo obedecieron por obedecer, haciendo de ellos mismos unos títeres.

El rey Khan admiraba con orgullo a su jardín desde el balcón de su recámara, una sonrisa triunfante se le dibujó en su rostro, pues había conseguido hacer más bella esa vista, ahora un árbol viejo, hermoso e imponente adornaba el centro de su querido jardín.

El rey malvado ni siquiera se puso a pensar en aquellos pobres elfos semejantes a su sangre.

Pero la vida es justa y tarde o temprano pagaría por sus actos.

__________________________________

Gracias por leer.

El Rey InmortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora