Capítulo 1.- Voces en mi cabeza.

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El rey Khan dormía plácidamente en su gran cama, esa cama había sido especialmente hecha para él, tenía el relleno de algodón, así es, sólo era algodón comprimido, al igual que sus cuatro y únicas almohadas. Las sábanas era de la mejor seda y de color verde con dorado. Sus colores favoritos.

Nada podía despertar de su pleno sueño al rey, pero alguien si se atrevió, abrieron las grandes y pesadas puertas de madera de su recámara, haciendo un ruido estrepitoso; el rey furioso despertó.

—¡¿Quién osa despertarme?!— vociferó molesto, pero nadie contestó. Él observó hacia todos lados de su alcoba, frotó sus ojos pensando que su vista estaba nublada por las lagañas, pero nada. Era tanto su sueño que decidió dormir de nuevo, pensó, <<después resolvería ese acto tan bajo de alguno de sus sirvientes, pero ahora lo que quería era dormir.>>

Despierta— un susurro se escuchó. Pero el rey Khan hizo caso omiso creyendo que era un sueño. —Despierta, asesino— e hizo que eso lo hiciera reaccionar abriendo sus ojos.

Decidió levantarse, estaba muy molesto y alguien pagaría las consecuencias.

Caminó directo a la entrada de su alcoba, y como lo había sospechado, efectivamente las puertas si estaban abiertas, pero eso solo significaba que alguien no autorizado y que sobretodo no conocía al rey lo suficiente como para interrumpir su amado descanso, había desatado inconsciente o conscientemente la furia de Khan.

Molesto, decidió cerrar las grandes y pesadas puertas de madera, se volvió a tumbar en la cama boca abajo y enterró su rostro frustrado entre las suaves sabanas.
Al sentir lo fresco que despedían las sabanas soltó un gruñido, pero decidió volver a dormir.

Habían pasado seis meses, las voces en la cabeza de Khan torturándolo se habían intensificado, y los problemas en el reino ya habían llegado a oídos de otros reyes, pues se rumoraba que el rey inmortal y temible, probablemente ya no era más que un chico caprichoso que había abusado de su don de la vida eterna y ahora estaba siendo castigado por haber atentado contra los suyos.

Khan sabía muy bien lo que se hablaba de él, pero su orgullo no podía dejar las cosas así, tenía que buscar una solución. Había pensado en llamar a sus consejeros, pero estos creían que se había vuelto demente, también tenía otra opción, y esa era buscar a los descendientes de los elfos asesinados, pero él sabía que eso conllevaría a doblegarse ante ellos y eso jamás sería posible.

El rey Khan pensó y pensó. Tenía mucho que planear, se levantó de su cama, sus manos las posó sobre su cabeza oprimiendola, sentía que las voces empezaban a subir su tono y ya era incapaz de conciliar el sueño, él que tanto amaba dormir, ya no podía darse el placer de siquiera dormir más de dos horas seguidas.

Khan caminó directo a su balcón, arrastró sus pies por sobre la suave alfombra, tenía una postura encorvada, había perdido peso, su rostro reflejaba una sombra obscura bajo sus ojos, tenía la piel más pálida que nunca y en general su aspecto era deplorable.

Bajó lentamente sus manos, las colocó sobre las manecillas de las puertas que daban al balcón y giró de ellas. Empujó un poco y enseguida entró un rayo de luz, este vislumbró su rostro, entrecerró su ojos resistiendo la claridad que despedía la mañana, abrió aún más las puertas hasta sentir la cálida brisa acariciar su cuerpo. Él sólo vestía un pantalón de seda , lo que dejaba ve su huesudo y palidezco torso.

Dio un paso al frente acercándose al barandal de piedra, las plantas de sus pies sintieron las baldosas templadas y enseguida se depositó una sensación de bienestar. Colocó sus manos sobre la baranda y aspiró la frescura que emanaba de su jardín, cerró sus ojos para contemplar interiormente más esa paz que abundaba.

El Rey InmortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora