Errores

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27 de enero de 1994
Hotel Hard Rock, New York.

Cindy espera fuera del baño desesperada por la respuesta de Claudia, no quiere salir y piensa que tal vés el caviar del almuerzo le hizo mal, -Shaffer, sale de una vez- le dice con una tensión que desearía fuese tan fuerte para cortar el roble de la puerta, pero sólo recibe sollozos como respuesta, se altera.

-Oye, lo que sea que haya sucedido, lo arreglaremos, pero debemos irnos- entonces llega Linda, su otra mejor amiga, muy preocupada trae con ella una taza de té rojo -su favorito, (y el único a la mano)- como si eso calmaría a su amiga.

Llevan aquí un buen rato, están en su hotel favorito, a pesar de que la estadía es muy cara -y no es que sea un problema- la vista a la plaza es increíble, les encanta venir a New York, pero odian tener que estar aquí por trabajo -como siempre- y deberían de haber salido a su entrevista para Forbes hace quince minutos, Cindy Crawford puede odiar las sonrisas falsas que debe dar durante las próximas cuatro horas, pero es muy seria y responsable como para soportar un retraso tan largo, sabe que tienen que ir hasta el Financial District y el tráfico de la ciudad es insoportable. Ya molesta, cansada y sumamente -estresada- por la insistencia de Linda quien es la más sensible, y seguramente por eso Shane termina con ella cada vez que puede.. La quiere, el asunto es que su relación es a distancia y la pelinegra se pone un tanto cargosa con ese tema, pero eso no viene al caso. Cindy golpea la puerta más fuerte y le pide con su gruesa voz a gritos que salga -¡TENEMOS QUE IRNOS! Nos han pagado un dineral por esto y mi publicista me mata y no podremos salir nunca más porque seré pobre y no lograré costear sus viajes ¿ENTIENDES?

Cuando Claudia abre la puerta de filo blanco, sus amigas se quedan pálidas al verla con todo el maquillaje corrido, Linda se apresura a dejar la taza y buscar paños húmedos pero Cindy ya se había dado cuenta del aparatejo blanco en su mano derecha.
La mira fijamente -Dime que es de Matthew- cuestiona sin hablar, su amiga asiente y se lanza a llorar sobre ella, Linda regresa confundida y cuando se da cuenta sólo se abrazan entre las tres. Las mejores amigas y más cotizadas supemodelos tienen un asunto; la rubia del grupo, esta embarazada.

14 de marzo de 1994
Cartier Hotel, Milán.

Claudia sostiene el teléfono con su mano temblorosa, muerde la uña del pulgar quitando su esmalte negro, tiene ese mal hábito cuando esta nerviosa, a Matthew no le gusta pero supone que la quiere lo suficiente para aguantársela. Una. Dos. Tres veces suena el pitido y no es hasta la sexta que su padre contesta el teléfono -Buenas noches, ¿quien habla?- responde él en francés- ella no responde, no hasta que él suelta un bufido y dice que va a colgar.

-Papá- dice solamente mientras él alegremente la llama Clari, le pregunta cómo esta, la felicita por su último show en Milán y le pregunta si regresará pronto, no es hasta que pregunta por su novio cuando sabe que la llamada tiene otro propósito, le dice, esperando la peor reacción que un padre podría tener pero se emociona, dice que le encantará ser abuelo y que la llenará de bufandas de Louis Viuton y le comprará un biberón con diamantes en cartier, y le cree, porque el problema no es su adorable y presumido padre quien utilizará a su bebé como muñeco para jugar sino su madre.

"Se lo tomará bien" él dice con dulcura, pero siente la duda en su voz, -¿Matthew ya sabe?- y cuando Claudia se queda en silencio, su padre se adelanta a decir -Si pudo metértela, podrá aceptarla- vulgarmente (como es su costumbre) menciona, eso le saca una risa a Claudia y unas mejillas sonrosadas resaltarían en su blanca piel mientras mira fijamente a la pared color piel que tiene cortinas sólo para hacer más lujoso el lugar y no porque haya ventanas que cubrir, de fondo escucha a Briggit y su cara pasa a ser una pálida, hay silencio de su parte mientras sus padres hablan; con voz indefinible oye a su madre al teléfono -¿Claudia? ¿Tú llamando?- ríe irónicamente, las dos nunca se llevaron bien; Claudia odiaba a su madre, siempre le decía que su carrera se la había dado ella, y que no le dejaría nada de su fortuna, como si le importase. Fue una agencia quien la encontró y ella sólo estaba bailando en una discoteca con su antiguo novio Mario, sí, vieron el parecido con su -ya retirada- madre -supermegapopular- en Europa, pero fue ella quien tuvo que dejar su deseo de ser veterinaria -lo único que comparte con su madre es el amor a los animales- y además fue ella quien se catapultó, bueno, tal vés Karl la ayudó cuando la hizo cara de Channel, pero igual eran por sus méritos.

-Ya sé que es un poco tarde- empieza, mirando de reojo el dorado reloj en la pared marcando las once y media -Estoy en Milán, creo que ya me habías visto en las noticias y sabrás que estoy muy ocupada para llamar, tú lo entiendes ¿no? -acusa, ya que además de creer que su fama es por ella, Briggit Bardot dejó a su hija en un internado mientras ella se paseaba por Hawai de la mano con algún actor, no la crió bien y cuando intentó solucionarlo, ya tenía 60 años y era un poco -muy- tarde para compartir chismes y comer helado sentadas frente al Notre Dame -Escucha, no es que me importe, tú opinión, ya sabes, sólo es un aviso, sólo te lo digo porque.. Eres mi madre.

-Y bueno, habla supernova, que Bailey me tiene nerviosa de caminando por todos lados- su papá le había heredado todas sus mañas y valores, los gustos musicales y por el helado de uva pero la belleza, esa era de su madre, además de la astucia y por supuesto, su madre era muy inteligente.

-Espero que seas mejor abuela que madre- se resume a decir y se equivocó pensando que le caerían un montón de regaños, porque Briggit estaba el doble de emocionada que su padre y le aseguró que cuidaría de ella, y eso esperaba, porque como dicen, el mundo da vueltas y de tal palo, tal astilla, Claudia Schiffer no podría cuidar de su bebé, no ahora cuando tenía el contrato de dos años con Gucci y era la modelo de Mercedes Benz, no ahora que Matthew -quien nisiquiera sabía aún- tenía en su película a Bratt Pitt, no ahora que todo estaba de viento a popa.

28 de septiembre de 1994
Clínica Reu Tiahe de París

Matthew corre por el pasillo de la Clínica, presiona desesperado el asensor, no abre. Se dirige a la escalera, sube cuatro pisos y se para de golpe cuando ve a Samuel con su prometida sentados en un banco, a su próximo suegro de pie mirando fijamente una puerta y a Linda Evangelista tomando una taza de café con cara de loca junto a él.

-¿Dónde esta el doctor?- El señor Schiffer lo mira como si fuese estúpido, lo es. Se gira y va en busca de la enfermera y después de diez minutos explicándole y teniendo que llevarla con Bailey Schiffer para confirmar su identidad, finalmente pasa a la sala y la ve. Sus gritos se escuchan y la encuentra llorando y sudada cuando se acerca y le toma de la mano, ella lo mira -Matthew- se resume a decir y un brillo se le ve en los ojos.

Casi no llega, estaba en Los Ángeles escribiendo el guión de su nueva película cuando Briggit le llama y comunica que Claudia esta dilatando, se siente sumamente culpable por no poder estar allí para ese momento, su trabajo lo mantiene muy ocupado y el amor no paga las cuentas, apurado toma el primer vuelo a París, diesciseís horas después, asustado de no poder ver el nacimiento de su primer hija, así fue como llegó a Reu Tiahe.
Nunca había visto un parto, pero sabía lo mucho que estaba sufriendo su prometida, amaba a Claudia pero sabía que ella seguía pensando que esta hija era un error, no ahora, repetía siempre. Sin embargo, una vez que la tuvo entre sus brazos, la vió sonreír, sonrieron viendo a esa cosita rosada de ojos celestes, fue lo primero que hizo, abrió sus diamantes y comenzó a llorar, fue un momento hermoso, y supo que se podía enamorar dos veces.

-Bárbara Rose- susurró Claudia con una sonrisa a su hija -Eres hermosa- se le cayeron las lágrimas de la emoción y el alivio, se suponía que el parto era la próxima semana, Matthew logró llegar gracias a Dios, cuando lo vio mirándolas supo que estaba equivocada al pensar que esta era una maldición, amaría a esta niña y tendría más para sentirse así de nuevo, una felicidad inexplicable recorría su cuerpo mientras admiraba su tesoro, su diamante más valioso.

Bárbara RoseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora