De tal palo tal astilla

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13 de junio de 2000
Mansión Schiffer, Londres

-¡Papá! ¡Papá! Hice una canción, ¡Ven a ver! ¡Ven a ver!- ante el grito emocionado de su hija, Matthew levanta la cabeza de su computadora y la ve con su sonrisa emocionada, la sigue al cuarto de juegos que esta pintado de verde agua y celeste, en una mesita blanca es donde tiene un mini piano que vio en la tienda de juguetes hace un par de meses, ha estado molestando con él y diciendo que sabe tocarlo, y con esa sonrisa que te pone es inevitable decirle que no, que ni tan mentira es.
La niña comienza a tocar teclitas al azar, pero aún cuando no sabe lo que hace, su padre tiene claro que es hereditario el amor por la música.

-¿Te gustó papi? ¿Viste que ya se tocar?- sonríe y salta a los brazos del barbudo (como ella le llama)

-Ha sido una canción hermosa, eres una artista- y aunque hayan sido sólo la presión de unas 20 teclas, ella lo ve como un gran logro -¿Quieres que te lleve a clases de piano?

-¿Y me enseñarán a tocar?-

-Sí, y podrás ser la mejor pianista del mundo- ella lo mira como si de verdad lo creyese, y Matthew lo cree, sabe que esta destinada al éxito.

-¿Hasta en París donde vive la abuela?- abre mucho los ojos y él asiente.

-Hasta París donde vive tu abuela- repite simplemente.

Bárbara se lleva muy bien con sus abuelos, aquí en Londres viven los padres de Matthew quienes cuidan de ella la mayoría del tiempo, aunque va al segundo año de escuela, se la llevan por las tardes a su casa donde -obligados por ella misma- compraron un piano para que un profesor le de clases los lunes y viernes, este año la introdujeron en ballet de martes a jueves, claro. Claudia vendrá a verla bailar su primer show cuando vuelva de Dubai dentro de dos semanas.
Sabían que cuidar de una niña  era difícil pero nunca pensaron que sería peor de lo que ya sabían. El primer año fue todo amor, celebraron los meses, no trabajaron y les llegaban regalos con gorritos caros por montón, al segundo año Claudia compró su mansión en Londres -donde siempre quizo vivir y estudió- y Matthew viajó cinco meses para dirigir otra película. En el cumpleaños número tres, los abuelos parisinos se quedaron por un mes en la mansión y regañaron a su hija por dejar a Bárbara jugar con los enchufes. Cuando cumplió cuatro años, se celebró la mega fiesta, porque "sería la primera fiesta que Barbi, sí recordaría", invitaron a todos sus amiguitos y ella corría con un vestido rojo vino -su color favorito- todo fue colores hasta que su abuelo Freddie le metió la cara en el pastel y comenzó a gritar que quería más a Bailey, para ese entonces Claudia era todo viajes y Matthew quien cuidaba de su hija, no fue hasta medio año después que Claudia "tuvo un tiempo libre" -de dos meses y medio- y se quedó con ella. Con cinco años, en las vacaciones visita a sus abuelos en París y come crepés por montón luego regresa a Iglaterra y no para de decir que los extraña, se lleva mejor con ellos que con Juliette y Freddie y debe de ser porque no le dan los crepes de la tienda del frente, los británicos tienen algunas costumbres que los parisinos rechazan y los niños, no deben comer tanto dulce. Ahora con seis años raramente ve a sus padres, Matthew esta de aquí para allá con una nueva película que decidió filmar en Londres para no tener que irse y Claudia promociona las nuevas campañas de Channel y Versace por Norte América. Ya no es más sólo una gritona que quiere muñecas con un montón de mini vestidos, también comienza a preguntarse dónde están sus padres cuando se van.
Bárbara es una niña activa y le encanta reírse de todo, con su voz aún chiquita el acento inglés se le escucha muy gracioso y cuando su abuela Juliette le hizo probar el té, dijo y cito "SABE A PIPI, A PIPI DE VACA" entonces su abuelo dijo "¿Y cuando probaste pipi de vaca? ¿Debo regañar a Matt?" Y mientras sus abuelos reían, ella hacía un puchero y se metía el dedo a la boca con gesto de asco.

Bárbara RoseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora