10. Protegida.

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Otra noche en la que me levantaba con demasiado hambre. Había noches en las que sólo el pensar en comida me daban ganas de devorar toda la nevera.

Me dirigí hacia mi aperitivo favorito, la manzana. Por alguna razón era lo que más me gustaba ahora, y nunca las había comido con tanto ímpetu. Supongo que a... Ese le gustaba.

De hecho, me daba la sensación de que aquel pequeño ser que crecía dentro mío controlaba mis acciones y mis pensamientos.

Había noches en las que soñaba con Richard.

Esas noches eran malas, porque siempre despertaba con un sudor frío y un nudo en el corazón por el remordimiento.

Había noches en las que soñaba con Thomas.

Esas eran las peores. Porque no quería despertar nunca.

Quizás incluso el pequeño ser se había confundido, e intentaba buscar rasgos en los que apoyarse. Pero con el tiempo pude controlar mis sueños, y borré la cara de su verdadero progenitor de mi inconsciencia.

Cada vez que soñaba con él veía una mancha en lugar de su rostro. Yo sabía y conocía cada rasgo suyo, sabía que estaba riendo con aquella amplia y grande sonrisa bajo esa mancha. Con eso, el pequeño ser desistió con el tiempo.

En realidad, quería despertarme con él a mi lado. Pero sabía que era imposible. En realidad, quería besarlo hasta quedarme sin aire. Pero también amaba a Richard.

Aún me pregunto cómo llegamos hasta aquel punto en el que, en medio de la penumbra, cometimos el mayor error de nuestra vida.

Será lo que tenemos en común?

No me pude controlar, eso está claro.
Él tampoco. Sino, se hubiese detenido.

Tras mucho especular, saqué del baúl de los recuerdos una imagen que había guardado en ese parche escondido de tela que todo el mundo pasaba por alto, incluso mi pareja.

Era una imagen tan dolorosa que había decidido olvidarla, y la imagen se veía borrosa.

Quizás fue eso. El vernos de repente, en un bar, y con tanto tiempo de por medio, sin responsabilidades, sin tristeza. Nos dejamos llevar por aquello, y nos olvidamos del mundo entero.

Quizás yo pensé que podría ocultarlo si era cuidadosa. Total, Richard no estaría en casa por varios días por asuntos familiares. Se quedaría en Escocia y volvería en una semana.
Recordé la voz de Thomas.

"Aún puedes ocultarlo. No ha pasado una semana."

Tomé un trago de zumo de manzana. Me decidí a hacer lo que consideraba mejor, por más difícil que fuese.
Regresé a la cama, y nunca se me había hecho tan difícil dormir.

A la mañana siguiente, me dirigí a Richard, que estaba tomando el desayuno.Lo senté en el sillón y le conté que estaba embarazada.

Él sólo miró al suelo, sombrío, golpeando con los dedos la taza de café, y me preguntó toscamente:

-Es mío, verdad?

Esa pregunta me quebró y me dejó hecha añicos en el suelo.

Él sólo se pasó la mano por el cabello rizado, sin ni siquiera mirarme a los ojos.

-Pero...porqué me preguntas esto?-logré articular tras unos segundos.

-Oh! Sólo por preguntar. Por cierto,... Que hay de ese tal Thomas, el de la cena? Te parece interesante?

Sólo lo miré con una cara de espanto, que se acrecentaba con cada palabra que salía de su boca. Me alejé de él. Él se acomodó en el sillón poniendo los pies sobre la mesita, cosa que nunca había hecho, para luego mirarme a los ojos.

No reconocía a mi pareja.

-No! Lo digo por decir...Es que... Verás.En toda la cena lo miraste de arriba a abajo. Acaso tenéis algo en común?

Estaba nervioso. Tenía miedo. Recordaba a su madre.

Me di cuenta de que sea lo que dijese, sería un error. Si decía que sí, obviamente sospecharía más.

Si decía que no, notaría que estaba mintiendo, porque si fuese verdad, no me comportaría de esta manera. Si ha llegado a este punto de expresar directamente sus sospechas, espera una respuesta seria, pues sería injusto de mi parte. Él se había arriesgado. Me tocaba a mí.

Respiré hondo. Él esperaba una respuesta moviendo el pie de forma nerviosa; se lo notaba impaciente.
Las palabras me dolieron al salir de mi boca.

-Cariño... Thomas y yo nos...cono-cemos desde hace mucho tiempo.

-Lo sabía- me cortó. Estábais juntos en el instituto o...

Negué con la cabeza.

-Fuimos pareja durante-

-seis meses, un año...-Me cortó nuevamente.

Lo miré a los ojos. Se estaba volviendo insoportable. Noté su impaciencia.
-Cuatro. Cuatro años.

Richard se llevó las manos a la cabeza. Se restregó la cara. Esos eran dos años más que nosotros.

-Genial. Esto no puede estar mejor. La verdad, eres divertida. Nunca me has contado nada de esto, y ahora me vienes con una faceta tuya que llevabas escondida todo este tiempo. Justo, cuando estás embarazada.

Me miró serio.

-La pregunta es: Cómo no quieres que sospeche?

Se lamió los labios. Jugeteaba con los pulgares. Tenía la mirada triste.

-Dime. Qué llevaría a una pareja de cuatro años a acabarlo?

Me crucé de brazos. Cerré los ojos.

-Richard, no quiero hablar de ello.

Él sólo me respondió con una risa disonante y muy actuada.

-Rose-me llamó, pero me tocó la mejilla al ver que yo no contestaba. Se estaba comportando como un idiota.

-Rose-repitió -Necesito que me lo digas. Te ruego, no me escondas nada más. No me-

-Perdimos a nuestro hijo. Una niña. La habíamos esperado con tanto amor. Pero...

No pude continuar. Mis ojos se habían llenado de lágrimas. Empecé a llorar en voz alta.

El semblante de Richard cambió completamente. Se acercó y me abrazó.

-Perdón. Perdón. Perdón-repetía como un mantra.

No podía parar de llorar. Fue como si reviviera ese momento.

Esa fría luz dicróica sobre mi cabeza.

Esa voz actuada del doctor dándome la noticia de muerte de aquella parte de mí que nunca podré recuperar.

Ahogada con lo que la daba alimento, con lo que la unía a mí. Tras tantas horas de esfuerzo. La mano de Thomas apretando la mía con fuerza.

Esa tristeza que se pegó a mi corazón, hechando raíces, que me impidió verle cada mañana. El rostro del otro nos torturaba cada día.

En los brazos de Richard, lloré como nunca.

Lloré porque ahora que lo habíamos conseguido, no podríamos estar orgullosos de ello. Nunca podría decirlo. Nunca podría. Debía mantenerse en secreto para siempre.

Richard me besó tiernamente por todo el rostro.

-Lo siento. No... No lo sabía.

No me podía despegar de él. Me sentía protegida.

-Rose, te amo. Por favor, deja de llorar.

Respiré hondo.

"Aún puedes ocultarlo."

-Querías saber si es tuyo. Sí. Es tuyo.
Te quiero, Richard.

Los Elegidos- respirandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora