Labios ajenos

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La fiesta se aproxima, apenas quedan dos días y de repente me he vuelto una chica normal. Yo, que aborrezco las faldas, que odio depilarme, que el maquillaje me resulta un producto alienígena, estoy haciendo todo lo que aborrezco.
He ido a comprar con Pamela esta mañana un vestido para la fiesta que me llega por encima de la rodilla, de escote corazón, color vino, con pedrería en la zona de la cintura y con la parte de la falda de volantes. Además estaban los zapatos, unos tacones de aguja negros que me provocaban vértigo, con plataforma. Por último, estaba el bolso de mano, por llamarlo de alguna forma, no le veía el uso práctico cuando solo cabía el dinero y el móvil.
Me miraba al espejo y no me reconocía, esa no era yo, me había perdido en alguna parte de mi reflejo. Yo era una chica sencilla que usaba vaqueros boyfriend y camisas básicas de todos los colores con zapatillas.
-Pamela, te odio.- le dije en mi cuarto mirando mi reflejo.
-Pero si estás guapísima, cuando te maquille y te peine la noche de la fiesta vas a deslumbrar.
-No quiero deslumbrar, quiero pasar desapercibida. Un vestido sencillo y un pintalabios habría bastado.
Sin embargo, ella no aceptó eso. Me dio un golpe en la cabeza que no dolió y yo refunfuñé por lo bajo.
Pese a mis quejas la noche de la fiesta iba con el pelo rizado y con horquillas, maquillada de forma natural y con la ropa que me habían elegido. Me sentía como si fuera vestida de payaso, odiaba que la gente me mirara, pero andaba con la cabeza en alto al lado de mis amigas. Daba asco como los chicos me miraban con descaro, dirigiendo su mirada a mi cuerpo, trataba de ignorarlo.
-Todos te están mirando, Ashley.- me susurro Olivia al oído.
-Eso no me ayuda. Es culpa de Pamela es una...
Iba a decir un par de insultos llenos de amor hacia mi amiga, pero alguien se detuvo frente a mí y me sujetó las manos con las suyas para verme mejor.
-Dios santo, estás preciosa. Nunca creí que te vería con un vestido. Guardas demasiado bien tus atributos.
Quien me hablaba y cogía mis manos se llamaba Sally, la chica que organizaba la fiesta. Ella llevaba un precioso vestido azul celeste que se oscurecía al final, con un collar de perlas y brazaletes de plata.
-Os la voy a secuestrar un rato, mis amigos tienen que verla, no se lo van a creer. Seguro que alguno se queda colado por ti.
No pude reaccionar, ella me arrastró a una zona más alejada de la piscina, donde la música retumbaba tan fuerte que el suelo vibraba. Entramos a la zona de la inmensa cocina, donde un grupo de chicos reía mientras bebían.
-Sally, ¿tu amiga y tú os unís al "yo nunca"?
-Claro, ¿quieres jugar, Ashley? Es fácil, comienzas diciendo "yo nunca...". Por ejemplo: yo nunca he besado a una chica. Si lo has hecho bebes y sino, no.
-Pues creo que no beberé en todo el juego.
-Venga, tras esta noche en la fiesta seguro que la próxima vez beberás el doble que hoy con todo lo que harás.- dijo un chico con la piel bronceada y el pelo recogido en una coleta.
Nos dieron un vaso de chupitos a cada una con ron y uno de los chicos carraspeó para empezar el juego. En total éramos seis: el chico con la coleta, otro chico de mi clase llamado Michael, otro con el pelo azul eléctrico y uno que aunque parecía estar al margen llevaba un vaso en la mano y nosotras dos.
El de pelo azul tras carraspear de nuevo se presentó primero a mí, se llamaba Hector, luego soltó la primera frase.
-Yo nunca he vuelto con una ex pareja.
Sally y el de la coleta bebieron mientras el resto no movimos el vaso. Esta vez habló Sally.
-Yo nunca he...besado a un chico. Obviamente sí.
Ella dio otro trago y el que estaba al margen suspiró resignado y bebió.
-No sé que me sorprende más que Ashley no haya besado a un chico en su vida o que Míster Serio lo haya hecho.- dijo Sally entre risas.- Te toca Michael.
-Yo nunca me he enamorado de nadie.
-Siempre tan romántico.- dijo el de la coleta.
-Cállate, Nathan.
Todos bebieron menos Mister Serio y yo. Al menos no era la única que no había caído en las garras del amor.
-¿Qué pasa? ¿No te llegó al corazón el beso de aquel chico? ¿Eh, Owen?
Lo miró con odio y le lanzó una cuchara a la cabeza al pobre Michael por hablar de más. Seguimos un buen rato así, hasta que a Nathan y a Sally se les subió demasiado la bebida. El resto no bebimos tanto, yo casi nada. Michael y Hector tuvieron que cargar a Nathan a los dormitorios cuando se quedó inconsciente, no tenía mucho aguante. Yo me había quedado a solas con Owen porque el resto dijo que esperáramos aquí.
-¿Conque besaste a un chico?
-¿Conque eres virgen?- me devolvió la pregunta.
Era la primera vez que hablaba, su tono de voz era más profundo de lo que esperaba, un tono suave que se repetía en tu cabeza durante un buen rato. Quizás era demasiado serio, pero eso no quitaba que fuera muy guapo, con los ojos grises de mirada desafiante y el pelo castaño oscuro.
-Vale, no pregunto.- dije alzando las manos en señal de rendición.
Él sonrió para sí y me miró durante un rato.
-¿Pasa algo?- pregunté mientras me servía un vaso de ron con Coca-Cola.
-Símplemente pienso que si uno no ha hecho algo de lo que se arrepiente es que no ha estado en una fiesta.
Dejó de apoyarse en la nevera y se acercó a mí cuando dejé de beber y lo vi venir durante una milésima de segundo, pero no hice nada. Sus labios fueron a los míos y me besó mientras su mano me quitaba el vaso de las manos para dejarlo en la encimera. Tras esto me rodeó por la cintura y me acercó más a él, juntando nuestros cuerpos. Sabía a alcohol, aunque no era una sensación desagradable. Cuando comenzó a profundizar el beso me empecé a sentir insegura y me separé más que por rechazo por temor. Quizás había bebido mucho más de lo que creía.
-Nadie sabe en su primera vez, no te preocupes.- me susurró aún con nuestros rostros muy cerca.
Volvió a mis labios esta vez sin reprimirse, era apasionado y no suave como empezó siendo el primero. Sentí como esta vez su lengua si se adentraba en mi boca y yo le seguí el juego con timidez, sintiéndome una tonta. Era fácil seguir sus movimientos, parecía hacerlo precisamente por eso. Cuando se alejó de mí me mordió el labio inferior con cuidado haciendo que mi corazón diera un vuelco.
Sentí que toda la sangre se me había ido a la cabeza y que estaba roja como un tomate. Era incapaz de mirarle a la cara así que desvié la mirada hacia la puerta.
-Ahora cuando juguemos al "yo nunca" otro día podrás beber cuando te digan si has besado a un chico.- dijo con un tono prácticamente monótono aunque se notaba cierto deje divertido.
-Idiota...- me limité a decir justo cuando entró Hector.
-El gilipollas de Nathan no debería beber cuando sabe que no aguanta... ¿Pasa algo?
Quizás el ambiente se notaba más extraño de lo que yo creía.
-No pasa nada, voy a buscar mis amigas.- me disculpé antes de irme de aquel lugar.
Las estuve buscando por un buen rato y cuando me rendí de dar palos de ciego me dispuse a llamarlas, pero no llevaba el bolso encima. ¡Mi bolso! ¡Ahí tenía todo! ¿Dónde lo había dejado?

Continuará...

Sexo PlatónicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora