Parte 2

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- Irma Sánchez. –añadió ella, alargando su diestra.

- Joel Morán. –respondió el periodista, estrechando su mano.

Estaba nervioso, no sabía qué decir. ¡Un periodista se había quedado sin palabras!

Empezó a reír sin darse cuenta ante esa ironía y cuando escuchó sus propias risas, pidió disculpas. Ella no le dio importancia a aquella risa nerviosa, se limitó a hablar de cosas que él no entendía.

Irma le contaba detalles de su vida. ¡Con razón no comprendía sus palabras! Volvió a disculparse y pidió que volviera a empezar con la historia. Ella lo hizo sin problemas. Necesitaba que alguien la escuchara antes de marcharse.

- Somos cuatro hermanos, dos mujeres y dos hombres. Soy la número tres. Cuando tenía seis años, me caí por las escaleras en la casa de unos tíos. Un montón de piedritas negras amortiguó mi caída, dejándome con el labio partido, un agujero en la cabeza y abundante sangre en la ropa y en las manos de mi madre quien, desesperada, intentaba detener el sangrado...

"Con razón" pensó Joel al escuchar esa parte. La chica era muy extraña y concluyó que su extrañeza se debía a los golpes que recibió en la cabeza al caer.

Los vientos cesaron. La lluvia seguía cayendo y un rayo se precipitó a unas cuadras de allí, con un sonido atronador que paralizaría a cualquiera. A pesar de aquello; Irma continuaba con el relato, sin el menor cambio en la expresión de su rostro.

En poco menos de una hora, Joel ya sabía que Irma sufrió una caída a los seis años, que sus amigas de la infancia se habían ido, que la gente la buscaba sólo cuando la necesitaban o porque no tenían opción. Que a los doce años le gustó un chico y que le escribió una carta, confesándole lo que sentía creyendo que de esa manera él le dejaría de gustar. Aquello había funcionado. El chico corrió la voz, la expuso frente a sus compañeros. Ella lo había negado todo y su palabra fue tomada por cierta. Lo sucedido en aquel entonces no estaba en sus planes, pero el chico dejó de gustarle poco tiempo después.

Que había descubierto su amor por la lectura gracias a "La niña que perdí en el circo" de Raquel Saguier, que intentó copiar en un examen pero fue descubierta. Al final consiguió rendir de igual manera porque el profesor la estimaba y sabía que podría hacerlo sin hacer trampa, que aquello sólo fue un momento de debilidad. Pasó el examen con cinco. Las respuestas estaban escondidas en su mente, sólo que estaba tan nerviosa que se le había olvidado dónde las tenía guardadas.

Que descubrió la empatía viendo cómo las enfermeras del hospital regional le inyectaban suero a su madre. A pesar de que era su madre la que estaba siendo víctima de las agujas que penetraban en su piel e ingresaban moviéndose en sus venas cual si fueran culebras, la que sentía todo aquello era Irma y no su madre.

Que todo lo que lograba era gracias a su consciencia, que siempre le hablaba y le guiaba. Si algo salía mal en su vida, no era culpa de aquella vocecita interior, sino suya por no hacerle caso.

Joel se sorprendió de todas sus decepciones. Tuvo una compañera en la época de colegio a la que consideraba su mejor amiga; sin embargo Irma no fue invitada a la fiesta de quince de aquella "amiga". Tenía como ejemplo a seguir a su hermana mayor, pero ésta resultó ser una persona diferente de la que ella creía. Se complicó la vida a lo tonto. Las dos únicas cosas que había hecho bien hasta el momento eran su licenciatura en Informática y la sobrina que le regaló, una niña muy lista para tener para tener apenas dos años. El pesimismo de sus propios parientes respecto a cómo veían el futuro de Irma. Nada bueno según ellos, fracaso total. De los amigos que se pusieron de novios y se olvidaron de ella, de las promesas que le hicieron y jamás le cumplieron y un montón de cosas más. De sí misma y de cómo empeoraba las cosas cuando intentaba ayudar, sintiéndose frustrada y con la consciencia esforzándose en consolarla para que no se volara los sesos de un balazo.

Temporal de FondoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora