Capítulo 7

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Primer día y primera noche

- Buenas noches- dijimos todos a la vez entrando en nuestras habitaciones. Itachi y yo abrimos la puerta y nos quedamos atascados en el umbral porque entramos al mismo tiempo >///<.

- Espera- dije, retirándome un poco hacia atrás y después impulsándome hacia delante con fuerza, desatascándonos al instante. 

Cerramos la puerta y encendimos la lámpara del techo. Pusimos las capas y las cintas de la cabeza tachadas juntas en la silla del pequeño escritorio que allí había y después nos miramos mutuamente. 

- ¿Vas a dormir así?- preguntamos al unísono. 

- No sé tú, pero yo duermo en top y short- dije poniéndome la ropa recién mencionada (la había cogido de lo que quedaba de la cabaña antes de ir con los Akatsukis). 

- Yo en ropa interior- soltó como si nada. Puse los ojos en blanco: ¡no cambió la expresión! Pero no pude evitar apretar los labios para evitar la risa al verle sonrojado. 

- Date la vuelta- volvimos a hablar a la vez. Cumplimos al mismo tiempo y cuando ya me había arreglado el top (era una camisilla de tirantes que me dejaba a la vista el vientre) y el short me giré evitando mirarlo directamente. 

- Apago yo la luz- me ofrecí, avanzando a paso ligero a la pared. Tuve que darme la vuelta de nuevo para comprobar que no había nada en desorden antes de apagarla. Y no pude evitarlo por mucho más tiempo ya: mientras se metía bajo la manta del futón, el cuerpo de Itachi, de nuevo, no era como yo había pensado: sí, lo consideraba una persona delgada, pero aparte de eso tenía tableta, unos buenos pectorales y las piernas y los brazos con buena forma. Y aun así, era bastante fino corporalmente-. ¿Ya?

- Por mí sí- contestó, mirándome. Sonreí dulcemente cuando apartó la vista de golpe y apagué el interruptor. 

Por la ventana abierta entraba, además de una fresca brisa nocturna, una luz plateada que alumbraba los pies del futón y la mitad de la habitación a partir de ahí. Rodeé el futón y me senté lo más alejada que pude de él, tapándome con cuidado y siempre vigilando que no le quitara su parte de la manta. Sí, me gustaba, pero tenía una mirada que... ¡hasta me sorprendía que Hidan se "metiera" con él! De todos los bichos que había visto a lo largo de mi vida, de momento lo que más respeto imponía era Itachi. 

- Buenas noches- dijo de pronto, haciéndome temblar.

- Buenas noches- respondí, acostándome y poniéndome como él: de espaldas al otro. 

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Itachi


De pronto, un leve sonido que no pude identificar me hizo despertar. Antes de comprobarlo, miré el reloj del escritorio y suspiré: eran las dos y media de la mañana.

Me giré hacia Akira y se me reblandeció hasta la última fibra de mi ser: estaba hecha un ovillo, de frente a mí y llorando en silencio. Emitía pequeños gemidos, y me recordó a un cachorro maltratado. A saber lo que había sufrido. Tragando saliva, le aparté unos mechones de la cara y la tapé, pero cuando mis dedos rozaron su cuello al arroparla un impulso me hizo meterme de inmediato bajo la manta y pegarla a mi pecho: estaba helada. Por eso temblaba también. 

Me mantuve despierto unos largos segundos hasta que por fin dejó de temblar y de gemir, y sustituyó su miedo por una paz absoluta. Empezó a respirar normal de nuevo y se acurrucó más junto a mí, doblando la cabeza hacia abajo para recibir más calor. Le acaricié la cabeza antes de abrazarla y cerrar los ojos de nuevo, tranquilizado al saber que Akira estaba bien.

Una Akatsuki nueva en KonohaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora