Capítulo 1

10.4K 431 38
                                    

Una criminal muy joven

- Eres idiota- resoplé-. ¿Cómo se te ocurre jugar con las crías de una tigresa?

- Es que eran unas cositas... tendrías que haberlos visto: torpes al caminar, regordetes, maullando... ¡me los hubiera comido!- replicó Deidara, sangrando por la espalda.

- Cierra el pico, porque por poco no eres tú la cosita rica que se come la tigresa- gruñí apretando la gasa en una herida superficial con fuerza, para que notara mi enfado-. Eres como un niño pequeño.

- ¿Quién es la criminal que tiene 16 años, eh?- se dio la vuelta, fulminándome con su ojo. 

- El día en que dejes de llamarme así me voy a clavar las uñas en los ojos, ¡porque no voy a poder creérmelo!

- Mimimimi...- se burló, impaciente por ponerse en pie de nuevo-. Porque no voy a poder creérmelo... ¡¡¡OYE!!!

- Ah, ¿que eso era una herida?- me disculpé haciendo un falso puchero. 

Gasté unas cinco gasas para limpiarle entero y casi medio bote de agua oxigenada. El idiota de mi compañero se creía yo y pensaba que todos los animalitos eran sus amigos. Pero nunca aprendía que era YO la que tenía unas feromonas especiales, capaces de relajar a cualquier animal y hacerlo mi amigo. 

- Levanta- dije media hora después-. Y la próxima vez que hagas una estupidez semejante me dignaré a limpiarte después de darte una patada en el trasero, que te quede claro.

- Si tú supieras lo adulta que pareces en este momento... Y eso que tu crimen fue en la línea de pija.

- Te lo repito por millonésima vez, amiguito: me cargué a mis padres porque las cicatrices que tengo en el cuerpo no se hicieron solas. Y me negaba a pasar más tiempo así, sufriendo sin haber hecho nada.

- Me alegro de que no hayas salido igual de loca que ellos, Akira- me sonrió él, dándome un abrazo. 

- Anda, voy a decirle a la tigresa de tu parte que lo sientes mucho, ¿vale?- le di una palmadita cariñosa en el hombro antes de irme, dejando que mi larga melena blanca ondease a mi espalda como una capa de fina y lisa nieve. Al detenerse el viento, volvió a su posición original, acariciándome los muslos con las puntas. 

Seguí caminando por el sendero del bosque hasta que sentí pequeños maullidos y profundos ronroneos, y reduje la marcha. Y al ver a la tigresa con sus tres cachorros, no pude evitar lanzar un "¡Ohhh!".

- Así que tú dañaste a mi amigo- suspiré-. Sé que es medio idiota, pero es muy buen chico y no quería hacerle daño a tus bebés. Y yo tampoco. Yo soy buena, y tú también, ¿verdad?

Me puse en cuclillas frente a ella y uno de sus cachorros se me acercó tropezando con sus patitas gordas. Sonreí, lo acaricié y lo guié de vuelta con su madre. 

- Vine porque mi amigo se arrepiente de haberte asustado, y estoy convencida de que lo perdonas, ¿a que sí? 

Ella emitió un gruñido suave como respuesta antes de olerme en la distancia. 

- Buena chica. Pues nada, adiós. ¡Adiós!- dije cariñosamente a los pequeños tigres.

Y justo cuando me di la vuelta... unos ojos morados con círculos mirándome fijamente a los míos rojos y un kunai sobre mi garganta me hicieron paralizar de puro terror. 

Una Akatsuki nueva en KonohaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora