Cuando llegué a casa aún seguía empapada, y seguía pensando en esa nota que un anónimo me había dejado en la carpeta... Todo esto era extraño, nunca nadie me había dejado motas, y lo máximo que sabía de ellas es que una vez en clase hubo una polémica porque alguien dejó a Sabrina una nota donde le pedía salir... Una idiotez...
Recibí un mensaje de Elena mientras me cambiaba de ropa:
"He cogido un resfriado, este fin de semana no podré quedar, bonita. Menuda pelea de agua, que me ha costado un fin de semana de mala salud. Besos."
Sé que no lo dice a malas, pero me sentía mal por ello. Elena siempre había sido de esas personas que con un soplido ya enferman.
Al día siguiente me levanté tarde, miré por la ventana y vi que estaba lloviendo, pero no sólo eso. Había rayos.
Le tengo miedo a los rayos. A las tormentas eléctricas en general.
Me vestí y fui a la cocina a desayunar, me encontré a mi madre haciendo papeleo.
- Voy a tener que irme al trabajo -dijo mientras resoplaba.
- Es mejor que dejes tu trabajo, te tiene estresadísima -cogí un donut que estaba delante de ella a medias.
- ¡¿Entonces el dinero lo ganarás tu?! -me gritó. Tampoco me importó mucho que me gritara, lo hacía siempre, pero sólo conmigo, a mi hermano no podíamos ni soplarle. Pobre niñito asquerosamente mimado por ella... Cogí un vaso de agua y salí de la cocina, dejando que mi madre siguiera con su soliloquio de porqué tendrá una hija tan tonta como la que tiene.
Fui a la habitación de mi hermano y le vi dormir plácidamente.
Qué lástima.
Le tiré el contenido del vaso y me fui.
Él, a la par que mi madre, se pusieron a insultarme, yo les ignoré y le mandé un mensaje a Elena.
"¿Cómo estás?"
Solté el teléfono al sentir una mano en mi mejilla que hacía un ruido hueco. Por la inercia me di la vuelta y tropecé con la alfombra y me golpeé la cabeza con la esquina de mi mesa de estudio.
Entre gritos que no entendí, noté como mi madre tiraba de mi hacia la puerta. Iba a echarme. Qué gracia. Cerró la puerta delante de mi, pero no sin decirme antes que me odiaba como hija y que no volviera.
Me di cuenta de que no tenía el movil, pretendía llamar a Elena para explicarle todo esto entre sollozos. Pero como no tenía a nadie más, me fui a la calle. Sin abrigo, ni chaqueta... Con una camiseta larga negra, unos vaqueros cortos y unas zapatillas lloré bajo la lluvia y el sonido de los truenos.
No me di cuenta de cuánto había caminado, hasta que vi los campos de trigo que anunciaban el final de la ciudad. Volví por mis pasos, pensando en volver a casa, en pedir perdón a mi madre por haberle tirado el vaso de agua a mi hermano. Mientras lo pensaba caí en la cuenta de que me había dicho que no volviera. Y entonces alcé la mirada, y miré un punto indefinido, y entonces mi corazón se rompió en miles. Rompí a llorar, y sin fijarme en donde estaba, me tiré de rodillas, sobre mis rodillas frías y desnudas, que ahora sangraban por el filo del asfalto que tan cruel es.
Estaba muerta de frío. Había gente por los alrededores, pero nadie se paraba a preguntarme qué me pasaba, y mucho menos a taparme de la lluvia. Eso me hizo sentir todavía más miserable.
De repente sentí algo cálido en mi fría y mojada espalda. Levanté la cabeza para ver quien era.
Héctor.
No dije nada, solo le miré con los ojos irritados y nublados por las lágrimas.
- ¿Anne, que haces aquí? -No respondí, bajé la cabeza, avergonzada. No sabía si era bueno que estuviese aqui o mejor que estuviese sola.- Anne, respóndeme.
Su agradable voz me hacía sentir algo de calor en mi cuerpo, además de sus brazos que me rodeaban y me calentaban.
Suspiré cortadamente, mientras apoyaba mi cabeza en su pecho.
- Estas congelada, ven -Me levantó del suelo y me abrazó de lado, mientras caminábamos me acariciaba la cintura y la tripa, y no paraba de mirarme con mirada triste.
Llegamos a un barrio que no me sonaba de nada, y calle arriba, calle abajo, llegamos a su respectiva casa, y abrió la puerta. No se oía nada más que mis zapatillas que estaban llenas de agua, y mi cuerpo temblando y tiritando. Me cogió de la mano y me llevó piso arriba hasta su habitación, no me fijé en cómo era, iba cabizbaja.
Me quitó con cuidado la ropa y la dejó en un radiador a secar. Me dio una sudadera suya (que me quedaba por las rodillas), y me tumbó en su cama.
Se tumbó a mi lado, y nos cubrió con su edredón. Tiró de mi hacia él, y sentí cómo se quitaba su sudadera. Me abrazó con sus fuertes y cálidos brazos, y me besó la frente.
Me quedé dormida mientras respirábamos el mismo aire.
//Chiquitos, no me odiéis. Sé que es un poco triste pero... hm... xD ¿Porqué ahora Héctor se porta así con Anne?, ¿Que ha podido cambiar para que la trate así? Espero vuestras opiniones y que os guste cómo va avanzando... Os quiero mucho!!//
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Anne
Romance- Me gusta- dije. - No me lo creo- dijo Elena. - No me hace falta- dije, mirando al cielo nublado- Es un huracán. -dije después de unos minutos. - ¿Que?- preguntó Elena extrañada. - Él, él es un huracán- dije convencida. - Será mejor que te olvides...