8. Carretera, ojitos grises, y Nacho

105 10 5
                                    

Cuando bajé mis cosas Héctor ya estaba ahí. Dejé con cuidado las cajas y mochilas que llevaba y abracé a Héctor con fuerza. No dije nada, él tampoco. Apoyó su barbilla en mi cabeza y me besó la frente mientras acariciaba mi pelo.

- Venga, vamos a meter tus cosas. -dijo mientras cogía la caja más pesada.

- Claro. -me sequé las lágrimas y esbocé una pequeña sonrisa.

Me pellizcó la mejilla, sabe que eso me hace reir.

Al terminar de meter mis cosas miré mi reloj. Vi que quedaban unos pocos minutos para que acabara el recreo.

- Héctor, me tengo que ir ya.

- Vale, ¿Quieres que vaya colocando tus cosas por casa?

- No. -dije, rápidamente. La verdad es que mirara mis cosas, (no es que me avergüence ni nada) sería un poco incómodo.- Ya lo haré yo cuando vuelva a casa.

- Venga Anne, sé fuerte. -me besó la mejilla y se fue.

¿Qué quería decir con eso?. No me iba a pasar nada, me disculparía con Elena por haber salido corriendo antes y ya está, ¿no?, ¿o es que había algo más que me ocultaba?, y en ese caso, ¿porqué?

Seguí haciéndome esas preguntas mientras que volvía al instituto. Hacía buen tiempo, había viento y me enredaba el pelo. El camino de mi casa al instituto pasaba por un tramo de carretera que había que cruzar, no era un cruce peligroso, pero había que estar atento.

Yo no lo estuve, y si no fue por una mano que me cogió a tiempo, un coche que iba más rápido de lo normal me habría atropellado.

- Esto ya nos pasó otra vez, enana

Miré a la persona que me había salvado la vida y, en shock, pude reconocer que era el chico de ojos grises de hace unos días (Cap.3 "Más baldosas rotas").

- Gra...Gracias -miré sus preciosos ojos un buen rato.

- Anne, llegas tarde, y yo también.

Se me había olvidado que iba al mismo instituto que el mío. Eché a andar intentando evitarle, y justo cuando estaba a punto de hacerle esquinazo, me cogió de la mano y tiró de mi hacia él.

- No me evites, te encanta verme. -me besó en los labios. Toda mi cara empezó a enrojecerse de repente.

Cuando se despegó de mi y me soltó, miré a mi alrededor pensando que nadie lo habría visto... Que error, claro que lo habían visto. Oí cuchicheos y risitas, bajé la cabeza y me fui andando, casi corriendo a mi clase.

Tocaba biología y no estaba Elena, necesitaba contárselo, era muy importante. Qué ganas tenía de partirle la cara a ese idiota...

Saqué mi libro de texto y vi una nota:

"Así que vas a mudarte, ¿eh?, seguro que Nacho se alegrará. -E"

Nacho es mi hermano pequeño. Acaba de entrar en el mismo instituto que yo. Le tiré agua el sábado por la mañana, el día que mi madre me echó de casa.

Ahora me tocaba averiguar quien era ese... "E". Porque ya no era anónimo... Al menos no del todo.

No me preocupé por la estúpida nota, hasta que abrí el estuche de mis rotuladores y vi otra nota.

"Así que ojitos grises te ha besado... Vas a hacerte ver este curso"

Esta nota no tenía la firma de "-E". Al menos era un comienzo, pero había pasado en muy poco tiempo, casi no veía ni tiempo para que escribieran la nota... Me pareció muy raro todo aquello.

Los cuchicheos no cesaron en ningún momento de la clase, a parte de lo que había pasado con ojitos grises, hoy dábamos las partes del aparato reproductor masculino y las risitas formaban parte de un ritual extraño. Sin darme cuenta, puse los ojos en blanco con la mirada fija en la pantalla donde salían las imágenes que tanta risa causaban. De repente empecé a oir mi nombre y me di la vuelta, confundida. Andrés, el chico que más popular era del curso desde que empezó la E.S.O, me estaba mirando con picardía.

- ¿Me hablas a mi? -dije, con desprecio.

- Que, ¿te gusta esa imagen?, a que si

Todos estallaron en risas y gritos. No quise rebajarme a su nivel de madurez y no le respondí. Me di la vuelta.

- Seguro que conoces las partes perfectamente

-  ¿Perdón?

- Héctor seguro que te lo da a probar.

Más gritos y más risas. Le miré con odio y le respondí:

- Que te follen.

- A eso me refería.

Me levanté de la silla y en vez de partirle la cara a ese gilipollas me fui del aula, nadie me paró, todos se reían de mi, e incluso oía sus insultos desde el baño. Nadie vino a ver cómo estaba, tampoco quería que nadie viniese. Cuando tocó el timbre (que no fue muy tarde), salí, todavía con los ojos enrojecidos.

Al llegar a clase no vi a nadie, "menos mal", pensé. Ahora tocaba gimnasia, la asignatura que más odio. Fui hacia el gimnasio cuando me fijé en la persona que estaba al final del pasillo. "¡No!", pensé. No había forma de esquivarle, así que, respiré hondo e intenté que no me viese, pero no pasó.

- Anne...

- Nacho...


AnneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora