IV

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Desde el día en el que rebeló su plan, fuese obligado a explicar el motivo de las letras que describían la vida de su vecino y llegara a un acuerdo con el aludido, en el cuál tendría que acompañarlo en su rutina diaria, se encontró en la situación que no había notado que se repetía una y otra vez los Miércoles por las tardes desde hace ya tres meses.


Si bien habían pasado tardes en las que el escritor acompañaba a su vecino a hacer compras, tomando el hábito de tener su propia alacena llena con provisiones que consumía ocasionalmente, ya que ni pasaba tiempo en su casa, excepto por las noches, cuando transcribía y arreglaba lo que había anotado durante su jornada; Otras, las pasaba en la casa del bailarín, viéndolo practicar en una de las habitaciones ambientadas para dicha labor, mientras le hacía preguntas. Otras tantas, se sentaba en el parque y lo veía correr al rededor de éste y le tendía la botella de agua cada vez que paraba.


Había aprendido muchísimo de JongIn, también había escrito mucho sobre él, a esas alturas, sabía casi todo lo referido a su vida, pues había recibido miles de datos, aunque irrelevantes para cualquiera, importantísimos para su historia.


KyungSoo disfrutaba la compañía que le daba al moreno y, a la vez, le encantaba la compañía que éste le brindaba. Le había tomado cariño al pequeño soñador, pues así es como lo veía, como un soñador imparable. Hasta donde sabía y el moreno le había contado, estaba en el centro de la ciudad por el simple hecho de hacer lo que amaba, bailar. Ésto le recordó muchísimo a él mismo, cuando se mudó para estar más tranquilo entre cuatro paredes sin que nadie cuestionara sus ciclos de sueño, ni discutiera su desorden y claro, para que nadie le recriminara su falta de apetito debido a la falta de inspiración y arranque de éste, porque sí, dependiendo de éste, podía tener un estilo de vida normal o bastante descontrolado.


Con JongIn, esto había cambiado, se preocupaba por comer cada vez que él lo hacía, se preocupaba por dormir temprano para que de esa manera, al día siguiente, pudiera salir a seguir al moreno junto a una charla casual, donde su vecino era el que más hablaba de los dos.


Lo que no se esperó, fue que luego de la audición a la cuál había acompañado a JongIn hace exactamente unos tres meses contando ese día, sin mencionar la incertidumbre por saber los resultados, sumándole prácticas más duras en la blanquecina habitación de ensayo de la casa del bailarín, lo aceptaran en la academia a la cual había audicionado con el fin de gastar en el pago de su universidad e independizarse totalmente de sus padres por algún motivo que su vecino se negó rotundamente a mencionar, claro que eso no era lo malo, todo lo contrario, era algo que JongIn había logrado con suma rapidez debido a su talento y KyungSoo se sentía feliz por él, pues así podía ponerle más sentimientos a su historia. Lo realmente malo o que por lo menos no esperó que sucediera era aquello que sus ojos, detrás de sus anteojos de pasta, veían y que provocó que algo dentro él le dolieran como nunca antes en su vida.


Si bien JongIn ahora venía todos los Miércoles al estudio de la academia y él lo esperaba desde las escaleras superiores del recinto mientras lo observaba moverse con mucha gracia de un lado para el otro con pasos precisos y exactos mientras que él tomaba nota de todo lo que podía agregar, el día de hoy se encontraba haciendo una rutina de baile bastante... peculiar, tanto que se tuvo que ajustar los anteojos para ver mejor la escena.


Normalmente llegaban, JongIn lo dejaba acomodado en algún asiento libre, le dedicaba una sonrisa y se iba a calentar junto a sus compañeros, por lo que no notó nada raro. Los ojos de KyungSoo siempre estuvieron sobre el moreno, su libreta y viceversa, por lo que jamás se percató de lo que ahora estaba presenciado. En su mente todo iba a la velocidad de la luz, resultándole casi imposible tomar un poco de aire sin que su pecho se sintiese a punto de explotar.


En ese mismo instante se dio cuenta de que había cometido un error, había mezclado la ficción con la realidad, ya que para él, el JongIn que seguía en su día a día era el personaje cannon de su historia, por lo que se olvidó que el moreno no estaba hecho de tinta y mucho menos el podía controlar sus acciones, se dio cuenta que en su mente, JongIn le pertenecía, pero en la vida real, eso era algo imposible y hasta este momento se dio cuenta, pues un muchacho estaba acariciando la mejilla de su vecino con demasiada confianza y el moreno no hacía nada para apartarlo.


Miles de preguntas, dudas y pensamientos atravesaron su mente, pero la principal, por no decir la que le causaba más dolor, era la de el porqué se sentía así.


El muchacho tenía una mirada suave, pero a la vez, devoraba cada centímetro de la piel del moreno con sus ojos almendrados. Vio como de a poco, acunaba el rostro de su vecino entre sus dedos blancos, logrando un delirante contraste con el tono de piel del menor.


Se preguntó porqué JongIn no lo apartaba y porqué ese chico se tomaba el atrevimiento de besar la mandíbula de su vecino mientras hacía que su otra mano descendiera por el pecho del contrario y se colara por uno de los agujeros de la camiseta ancha.


El corazón de KyungSoo y el de JongIn latían rápida y dolorosamente, pero por motivos diferentes.


KyungSoo no pudo soportarlo más, las lágrimas amenazaban con salir y no permitiría que alguien las viera, así que salió de la oscuridad que lo cubría en las escalinatas, dejando tiradas sus cosas y las de JongIn, y salió de la sala de ensayo azotando la puerta.


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