Capítulo dos: Paulina felicita a Mae.

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Camina hacia la tumba con un ramo tupido de lirios y un presente escondido en algún bolsillo de sus pantalones.

Hoy Mae cumpliría 18.

Desde hacía una semana imágenes de pasteles, globos, velas, regalos y amigos invaden la mente de Eric.

Él piensa:
Si Mae estuviera viva probablemente estaría dando la fiesta de su vida. Con globos inflados de helio, pastel cubierto de merengue y velas para decorar y cientos, cientos de sus amigos.

Si Mae estuviera viva...

Suspira y se encarga de desechar toda imagen de su cabeza. Pensamientos como aquel eran los que no le permitían vivir con tranquilidad.

El problema no era imaginar el como sería su vida si su hermana viviera, el problema era caer en la misma realidad que lo atormentaba a diario y recordar que por más que desease lo contrario, ella ya no estaba más. A veces tenía sueños felices en los que veía películas con su hermana o juntos planeaban una broma para el tio José, como cuando niños. El final de sus sueños era siempre el mismo: Mae muriendo en un accidente automovilístico. Y él presenciándolo todo. De una uno y otra forma, todo acababa así. Entonces el feliz sueño dejaba de ser lo que era para convertirse en una pesadilla que lastimosamente no concluía al abrir los ojos.

Entonces, en medio de la real pesadilla, dirige su visión hacía la foto de la tierna joven que descansa en aquel frívolo lugar.
Y sin intención alguna convierte una canción feliz en una triste:

—Estas son las mañanitas, que cantaba el rey David—sonríe con tristeza, echándole una mirada a la foto como si está fuera a notar su presencia y hacer algo al respecto—. A las niñas más bonitas se las cantamos así— cae la primera de las lágrimas.—Despierta, Mae, despierta—suplica—mira, que ya amaneció...—Su voz se quiebra al entonar la última parte y el llanto comienza. Las imágenes vuelve a su mente: Globos, pastel, velas, amigos. Mia.
Su mente está jugando sucio, mostrándole todo lo que perdió, lo que fue y lo que pudo haber sido. 

—Ya los pajarillos cantan, la luna ya se metió—Canta una hermosa y triste voz a sus espaldas. Él la reconoce a la perfección y se gira hacía la joven.—La semana pasada pase por aquí—sus palabras son lentas. Profundas. Las dice con calma y paciencia, se percata el joven.—En la descripción de su... dice... Hoy es...—suspira y se toma su tiempo para pensar en lo que va a decir. Él no dice nada. Del bolsillo izquierdo de su falda, ella saca unos cuantos lirios pequeñitos y marchitos, con delicadeza los coloca a a un lado de la foto de la chica. Se aclara la garganta y prosigue—: Feliz cumpleaños, Mae. Tu hermano me ha dicho que eras una persona muy buena y por lo poco que he llegado a conocerlo sé que te adora. Apuesto a que eras una chica asombrosa, me hubiera gustado ser tu amiga— se fija en el ramito de flores improvisado y lo acaricia con la yema del dedo índice—. Sé que no es el mejor regalo que te hayan dado, pero te lo obsequio de corazón—Para ese entonces el chico la miraba con atención, sin saber exactamente qué decir, ella le regaló una sonrisa tan nostálgica como el lugar mismo. —Además—agrega—. Él te ha traído un montón de flores bonitas. Tienes suerte, mi hermano apenas recuerda cuando es mi cumpleaños.

Él deja salir una lágrima, acompañada de una sonrisa.

—Gracias Paulina—Responde con total gratitud.

—Feliz cumpleaños, Eric—Dice antes de extender un pañuelo y otra flor pequeñita a sus manos.— Tú también mereces tener un cumpleaños feliz.— Afirma segura.

Eric y Paulina [temporalmente pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora