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Quien no haya leído el mensaje que le di en el caso anterior les sugiero que vuelva a leer para entender este cap
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Narra Helga

Cuando finalmente estoy en casa por fin siento un poco de paz. Me dejó caer en la puerta de rodillas y doy un suspiro grande. Todo lo que me estaba sucediendo parecía cómico, nunca creí encontrarme con una situación parecida a lo que estaba viviendo. Es decir, ¡nunca pensé que en una historia, Lila fuera la mala del cuento!
Y es que, si lo pensaba bien. Si no fuera por ella y su tonto plan de "separarme de Carlos" nada de esto hubiera pasado.

Suspiro, y me levanto del suelo, tratando de alejar todos los pensamientos negativos de mi cabeza. ¿De qué me servía pensar en un quizá? Las cosas ya estaban hechas y yo no podría cambiar nada.

Cuando presto atención a mi entorno, me doy cuenta de que algo anda mal. Yo no deje la puerta sin cerrojo, y apague todas las luces al salir. Mi corazón brinca contra mi pecho. ¿Un ladrón?  Tomo una sombrilla de la recepción y camino con delicadeza, tratando de no hacer ningún ruido.

—¿Pero que haces? — eso me toma por sorpresa y doy un grito fuerte mientras doy golpes al aire.—¡basta, niña! — Bob me arrebata de la manos la sombrilla, mientras me dice que me calme.

—¿Bob? ¿Cuando llegaron? —
Trato de recapitular mi día. Yo no vi maletas en la mañana, tampoco escuche ruidos, debieron haber llegado recién. De cualquier forma, estoy molesta con ellos, me habían abandonado a mi merced, solo para pasar unas tontas vacaciones familiares con mi tonta hermana.

—Recién— es lo único que dice.
Fastidiada lo dejo ahí, aunque tengo muchísimas preguntas por hacer, pero me las trago, no quería que se enteraran de lo preocupada que estaba por ellos, o que no podía sobrevivir sin ellos.

Subo las escaleras, azotando los pies. Esperando recibir una reprimenda por esta actitud, pero no.

—¡Le encantara verte, claro que lo hará! — escucho la voz de Míriam al fondo del pasillo cuando terminó de subir. Su voz proviene de mi habitación.

Corro hacia ella, enfurecida. ¡No tenía ningún derecho de estar en ella! ¡Era mi privacidad!. Mis dientes rechinan por lo fuerte que los aprieto, y siento que sale espuma de rabia de mi boca.
Abro la puerta de un azotón, y entró en el cuarto con la intención de gritarle que salga inmediatamente.
Tenía. Cuando me doy cuenta de la segunda persona dentro, toda la palabras impropias desaparecen de mi mente, en vez de eso, las dudas empiezan a surgir.

—Hola, hermanita.— Olga se levanta con delicadeza de mi colchón y voltea a verme, brindándome una sonrisa cálida. Me muerdo la lengua, solo para cerciorarme de que no estoy alucinando o algo por el estilo.

—¿Olga? ¿Que haces aquí? — sabía que también era su casa, pero desde que había decidió vivir en Londres para terminar la Universidad, habían pasado ya casi dos años en que no la veía. Y creería que no nos encontraríamos por varios años más.

—¡Cuida tus palabras, señorita! — dice Míriam mientras me frunce los ojos. Hago mi mayor esfuerzo por no gritarle. Olga no sabía la situación en la que me encontraba, y mucho menos quería que se enterara; para ella éramos la familia amorosa y dulce que ella conoció cuando era pequeña. Pero no.

Conmigo nunca había sido así.
A veces no quería culparla. Quienes eran responsables de mi descuido y precaria atención y amor, eran mis padres. Pero tampoco podía negar que ella era un factor importante para que ellos no me dieran el cariño debido.
Cómo sea. No tenía caso torturar me pensando en cosas así. Había nacido en una familia disfuncional, con un padre adicto al trabajo, y una madre adicta al alcohol. Me preguntó su yo soy adicta a algo también y él recuerdo de Arnold brilla en mi mente.

Hey Arnold Te AmoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora