Máscara

672 42 14
                                    

El día del entierro de Miriam, el cielo y nubes estaban grises, advirtiendo que llovería. Como si el universo quisiera volver esto todavía más difícil y deprimente, cuando el cuerpo sin vida de la que llamaba mamá estaba en el ataúd, ni siquiera me atreví a acercarme. Las piernas me temblaban y amenazaba con llorar. Muchas personas que ni siquiera conocía, se acercaron a darme el pésame y contarme una anécdota junto a ella. Pero ahora, esas eran solo palabras huecas para mí.
Era como si todo estuviera en un segundo plano, yo solo sentía que estaba en otro universo, en otro sueño, una pesadilla.
Olga estaba en el otro lado de la habitación, hablando con la gente que llegaba cada vez más, mientras que Bob, seguía encerrado en su cuarto. No quería ver a nadie, ni saber nada.
En ese momento, solo añoraba los brazos de alguien, de alguien importante para mí, Arnold. Necesitaba su calidez, y sus palabras. Pero... ¿Y si no estaba conmigo? Me sentía desolada, siempre había dependido mucho de las personas, independientemente de todas las máscaras que había puesto, siempre lograba lastimarme. Era una barrera estúpida que solo lograba alejarme más de la que realmente era, y ahora que esa máscara quedaba rota, ya no tenía nada. Porque todo lo que era, había desaparecido con el tiempo. Era un recipiente sin alma que solo veía a las personas sentir cosas que yo no podía.
Cuando siento las suficientes fuerzas para acercarme a ese ataúd, siento las miradas curiosas sobre mi espalda, eran como un filo que me hacían flaquear.
El rostro de Miriam se veía raro, no era mi mamá. No era la persona que yo recordaba, su rostro se veía pálido a pesar de la gran cantidad de maquillaje que le habían puesto encima, sus labios eran color azulado, y sus párpados cerrados confirmaban lo que yo no quería aceptar. Miriam, había desaparecido.
Nunca había sido muy creyente, pensaba que si de verdad existiera un ser supremo, yo no pasaría por todo lo que he sufrido; pero en esos momentos me descubría a mi misma, suplicando a cualquier ser que estuviera ahí, que mi madre volviera, que despertara de ese sueño tan terrible, y me diera todos los abrazos que nunca me pudo dar, que me dijera te amo, que me dijera que todo está bien. Pero no. Seguía ahí, con esa expresión tan inanimada, que me desesperaba.
-¡DESPIERTA POR FAVOR! ¡NO PUEDES IRTE, NO AHORA!- grito, mis cuerdas vocales me arden, pero no puedo parar- ¡TE NECESITO! HAY TANTAS COSAS QUE ME FALTARON POR DECIR. TE AMO, REALMENTE TE AMO, MAMÁ- explotó en llanto. Todo lo que había guardado en mi interior finalmente aflora y se desborda sin que pueda controlarlo. Me tiró en el suelo porque mis rodillas no pueden soportar más. Recibí un gran golpe en seco que me hace estremecer. Sigo sollozando.
-Helga...- mi hermana se acerca a mi, y trata de abrazarme, pero me reprimo, quiero seguir ahí, lamentándome. No quiero oír más palabras de aliento, no quiero, porque no me sirven de nada. Al final, me seguiré sintiendo como una mierda. Y mucho menos que eso.- para ya..., Te lo pido- puedo notar como su voz flaquea. Sus manos que están alrededor de mi, tiemblan. Cuando una gota cae sobre mi mejilla, me entero de que mi hermana llora. Llora tanto como yo, y eso hace que mi corazón se rompa aún más.- para por favor- súplica con la voz temblorosa.
Ya no llores, ya no llores
Me repito a mí misma, pero no puedo. La tristeza, la amargura, la decepción, se desbordan de mis ojos como una fuga. Todo lo que estaba guardando hasta ahora. No sabía que quedaría de mi, una vez que lo dejara ir, y por eso lo reprimía. Pero ya no podía seguir aguantando
-NO PUEDO SEGUIR- vuelvo a gritar- NO PUEDO.
-Para por favor- sigue repitiendo Olga. Nadie dice nada, solo observan la escena, atónitos, incluidos Bob, que lloraba desde una esquina.

Arnold
Cuando bajamos el avión, todos tenemos un aire tenso y nervioso, me había precipitado mucho para actuar, y no me detuve un momento para pensar en lo que debería hacer realmente.
Un señor con barba frondosa, y complexión robusta, de entre 40 o 45 años se acercan a nosotros, Gerald lo saluda con familiaridad, y lo abraza, Phoebe y yo solo nos mantenemos expectantes de la escena, e de decir, que Gerald y el señor tenían un parecido increíble, piel morena, ojos grandes y nariz chata.
Cuando su saludo termina, ambos se acercan a Phoebe y a mí.
-Phoebe, Arnold, el es mi tío, Patrick.
-Mucho gusto-nos limitamos a decir, un poco cohibidos ante la situación.
-El nos dará posada en su casa mientras estamos aquí- continua Gerald- por cierto. Gracias.

Camino a la casa del tío de Gerlad todos guardamos silencio. Yo no podía pensar en nada más que en Helga. Nunca me había sentido con tal necesidad de abrazar a alguien, ahora la sentía.
Tenía ganas de correr a abrazarla, porque seguro que eso es lo único que quería en estos momentos. Porque seguro que estaría en una esquina, lastimando se con recuerdos, pensando que no valía la pena, y suplicando por redención.
Porque al final de todo, eso era Helga. De bajo de esa máscara de hostilidad y fortaleza, lo único que había dentro, era una chica asustada que no sabía que camino tomar. Y yo quería mostrárselo. Quería decirle que no se podía rendir, que tenía que limpiarse las lágrimas y seguridad adelante, porque Helga, era igual eso. Una chica que nunca se rendía, y esta vez no sería la excepción.
Espera, Helga. Solo espera. Te enseñaré a amar cada parte de ti, cada momento. Todo, solo espera

Hey Arnold Te AmoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora