Epílogo

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(Siete años después)


* * *


-Me voy... – la voz seria de Jorge logró que Arturo entreabriera los ojos, viéndolo salir de la alcoba.

El menor ni siquiera se despidió con un beso, solo salió de la habitación y el abogado escuchó cómo cerraba la puerta del departamento

Jorge había despertado una hora antes, se había arreglado para ir a su empleo y no dijo ni una sola palabra sobre el día; al parecer, ni siquiera recordó que era veintitrés de diciembre, su séptimo aniversario, la razón por la cual, el abogado había pedido permiso para no ir a trabajar

Arturo se removió en la enorme cama, estaba cubierto por las mantas y su sexo se alzaba en una enorme erección. Se mordió el labio y empezó a masturbarse cómo lo había estado haciendo los últimos días.

Desde que había empezado el mes, su pareja lo dejaba solo, se había distanciado, tanto que no salían a ningún lado juntos, ni siquiera a las reuniones con sus amigos, a las cuales Arturo había estado yendo solo, logrando que todos se dieran cuenta de que algo estaba sucediendo con esa pareja que, durante años, se había demostrado amor sin reservas ante los demás.

La separación entre ambos era tanta, que inclusive, dejaron de compartir la ducha, ya no cenaban juntos porque Jorge llegaba muy tarde, y solo habían tenido sexo unas cuantas veces en tres semanas, aunque cuando lo hacían, Jorge lo poseía con ese mismo ímpetu que ya conocía, pero al terminar, el menor solo lo abrazaba y no decía nada, tampoco le prodigaba cariños; Arturo llegó a pensar que sólo lo hacía por compromiso y obligación.

Pero si no era en la cama, Jorge ni siquiera lo buscaba, le rehuía la mirada y las pláticas se limitaban a respuestas escuetas y sin emoción; precisamente esa era la razón del por qué el abogado había tenido que autosatisfacerse, a pesar de que, durante toda su relación jamás había recurrido a esa práctica, en los últimos días lo hacía con bastante regularidad.

Los recuerdos de muchas noches de pasión se agolparon en su mente, permitiendo que en poco tiempo terminara en su mano, ensuciando las mantas, pero después de eso, las lágrimas escaparon de sus ojos, cayendo sobre la funda que cubría su almohada. Se sentía vacío, se sentía incompleto, se sentía mal.

Sacó su mano y buscó los pañuelos desechables en el buró, se limpió y después, tomó uno de los peluches que ocupaba un lugar en esa cama desde hacía varias noches, ya que incluso, cuando se quedaba solo, necesitaba sentir algo cerca de su cuerpo; ya se había acostumbrado y le era difícil evitarlo.

-Creo que... – hundió el rostro en la tela del dragón azul, mientras su mano derecha iba a su pecho, tomando con fuerza el dije en forma de hoja que Jorge le había regalado años atrás – esto terminó... – mencionó en un susurró doloroso.

Durante todos esos años de relación, había sido muy feliz, por lo que nunca se imaginó que las cosas pudieran llegar a ese punto. Su vida había cambiado tanto que, algunas vacaciones las pasó en casa de sus suegros, quienes lo trataban de maravilla; los sobrinos de su pareja le decían 'tío' y todos sus parientes eran demasiado amables con él, tanto, que lo hacían sentir parte de esa familia, siendo completamente dichoso, especialmente cuando Jorge le demostraba su amor ante ellos sin reparos.

Unos días antes habló con Isaac, Sergio y Marcos, por separado, tratando de encontrar una respuesta, pues, siendo los mejores amigos de Jorge, quizá sabrían algo, pero ninguno le dijo algo relevante, aunque encontró al pelirrojo bastante nervioso. Uriel y Joaquín trataron de animarlo sin conseguirlo del todo, aunque le dieron una esperanza, diciéndole que, en su aniversario, él debía poner algo de su parte; precisamente por eso, el abogado había hecho una reservación en un restaurante y en un hotel, además le había comprado un regalo a su novio.

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