No quería que aquella persona se separara de mi nunca, sentirlo cerca de mi me hacía sentir feliz, me hacía ver la luz entre tanta oscuridad... Me devolvía la vida. Últimamente me había puesto a pensar en como sería mi vida si Henrie no volvía a ser el mismo de antes conmigo y sinceramente es que no lo quería volver a imaginar nunca más. Siempre fui apegada a él, siempre fui yo quien estuvo con él cuando había problemas en casa y esperaba que todo siguiera siendo así, el tenernos el uno al otro en verdad era reconfortante para mi.
El silencio que había entre nosotros no era para nada incómodo, es más me sentía afortunada de tener un hermano que me abrace en el mejor momento, que respetara mi espacio y mi tiempo, que me diera cariño y bromeara conmigo, en otras palabras agradecía profundamente a Dios que Henrie fuera mi hermano. Disfruté cada segundo a su lado pensando que no se repitiría por un buen tiempo, al menos hasta que sus heridas sanaran, pero dejé de hacerme ideas en mi cabeza y prestar toda mi atención en la voz de mi hermano que de un instante para otro había roto el silencio, y sinceramente por más que no me incomodaba en lo absoluto el silencio que se había prolongado, agradecí mentalmente que por lo menos cruzara una que otra palabra conmigo cuando estemos a solas. Su voz, su confianza, y esas charlas que tenía conmigo se habían vuelto una de las cosas que más apreciaba en el mundo.
–Lo siento tanto hermana, de cierto modo en casa te hemos cargado todos los problemas a ti, no solo tienes que lidiar con la muerte de Louis, sino que también tienes que lidiar con mi distanciamiento y la falta de atención de papá y mamá. Tu estuviste para mi la noche en la que nos enteramos de la muerte de Louis, cantaste como siempre lo hacías cuando me sentía mal y me consolaste incluso cuando tu también te sentías mal —las lágrimas empezaron a hacer presencia en mis ojos y agradecía grandemente que Henrie estuviera abrazandome —no es justo lo que te estoy haciendo, no te lo mereces, te conozco perfectamente y se muy bien que todo eso te atormenta, se que algo más también te agobia y quiero que salgamos juntos de esto —suspiró y lo sentí temblar... estaba llorando, me alejé un poco de él y me di la vuelta para mirarlo a la cara; y en efecto estaba llorando, limpié sus lágrimas y lo abracé —te quiero hermana.
—También te quiero pequeño — cerré mis ojos fuertemente para así disfrutar de los cálidos brazos de mi hermano por un instante. No me separé de Henrie tan rápido, sino que deje que su llanto cesara en mis brazos hasta que el se sintiera preparado para mirarme.
Sabía que él se sentía mal por todo lo que me sucedía, pero la verdad es que no era su culpa. Todo este tormento era causado por mi, él no tenía nada que ver. Sí, es cierto que de alguna manera me dolía verlo alejado de mi pero era algo que entendía, a mi también me dolía el saber que Louis ya no estaba con nosotros pero día a día buscaba la manera de sobrellevarlo, mientras que para Henrie no era tan fácil el alejarse de su mejor amigo, de aquella persona con la que compartió tantos bellos momentos desde que solo eran unos niños.
Mis padres pasaban ocupados en sus trabajos, y era algo que tampoco podía sacarles en cara ni me atrevería a hacerlo, todo lo que ellos hacían era por el bienestar de mi hermano y el mio, por darnos nuestros gustos y poder pagar todos los gastos de la casa, además de la preparatoria. Sabía perfectamente que podía confiar y contar con ellos, pero no quería hacerles perder su tiempo con una estúpida adolescente que simplemente no sabe controlar sus emociones y deja que todo lo que diga el mundo y el espejo la afecte.
Mi figura, mi forma de verme y de ser eran mi problema, si mi estado de ánimo era bajo no sería por culpa de mi familia o de mis amigos, simplemente era mi culpa, por no saber cuidarme, no comer saludable y no hacer ejercicio, tenía que admitir que solo lo hacía en la preparatoria, fuera de ahí ni siquiera practicaba algún deporte.
Sabía que me estaba hundiendo en un pozo sin salida al guardarme todo lo que sentía, pero no podía hacer otra cosa, admitir que tenía un problema con mi figura no era una buena opción, además ¿a quién le contaría sobre este problema? estaba consciente que existían psicólogos pero no estaba dispuesta a buscar uno cuando lo único que hacía era pensar en la realidad que me agobiaba, no estaba haciendo nada malo solamente al analizar la situación y la vida que estaba llevando. Pero había algo, una parte de mi quería contarle a mis amigos como me sentía y que de una u otra manera me ayudaran, pero me negué a hacerlo al darme cuenta de que nadie entendería mi situación y en lugar de poder ayudarme lo que harían era darme la típica charla de "te queremos tal y como eres".
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Maravillosa Perfección
RomanceChloe Silvert es una adolescente de 17 años muy guapa, aunque a ella le cueste aceptarlo... Tiene una familia que la ama, unos amigos grandiosos y una persona especial que la espera. Pero siempre se encuentran todo tipo de personas en la vida, y en...