Solo un favor

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Dar vida es el arte de la gente común, el mío es quitarla.
Mi primer incidente sucedió hace dos años, en una vereda cercana a mi casa. Ese día me había despertado con la convicción de que algo interesante pasaría... Aunque no sabía qué.
Me puse una camisa blanca y un pantalón corto de color azúl; no me preocupé por mi aspecto, solo tomé mi reloj de pulso, me puse mis zapatos y escondí bajo mi camisa el cuchillo.
Salí despacio y del mismo modo caminé unas cuadras de mi casa. Ante mis ojos, un montón de opciones: Niños jugando a la pelota, parejitas de enamorados estúpidos, una anciana de bastón... La anciana, al verla lo supe.
La seguí hasta su casa sin que lo notará, dejé que cerrara la puerta al ingresar para luego, exactamente cinco minutos después, ir a tocar.
Toc, toc, toc... Tres golpesitos, la puerta se abrió al cavo de segundos y tras ella, mi primera víctima.
-Buenos días abuela...
En mi rostro apareció una absurda sonrisa que llegó para quedarse.
No podía dejar de ver su rostro aunque me intimidaban sus arrugas y sus ojos azules ya casi apagados, solo no podía dejar de hacerlo.
-Joven, ¿le pasa algo?...
Fue lo ultimo que dijo antes de que mi cuchillo atravesara con fuerza su costado, a la altura de su pulmón derecho.
No hubo gritos, todo fue cuestión de instantes.
Ingresé a la casa de la mujer, tomé una hoja de papel y un bolígrafo. Escribí esta frase: La vida la ha obligado a ser testigo de la muerte de sus padres, de sus hijos y de algunos de sus nietos. Ya no sufrirá más, es Solo un favor.
La dejé desangrar hasta que expiró y con su misma sangre pegué la nota sobre su frente y me marché sin dejar de sonreír.
Al llegar a casa sentí una extraña sensación de solidaridad con todas las personas... Para mí ellos No merecían vivir, la vida los obligaba y los presionaba, era mi enemiga a partir de ese acontecimiento... Era hora de parar sus fechorías.

Anecdotario De SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora