Había una vez, un príncipe, alto, con el cabello negro y los ojos azules como el mar, además ¡Él amaba los algodones de azúcar! Y había un hijo de un rey que tenía la piel pálida y rosa, como los algodones de azúcar, y el cabello brillante, y una personalidad dulce, tal cual como un algodón de azúcar.
¡Entonces, un día se conocieron!
El padre de uno de los príncipes tenía una cena muy importante con el otro rey, ambos descendientes de la corona estaban allí, y el príncipe Jen quedó atontado con la bella personalidad de Rob.
Luego de aquella cena, con baile de máscaras incluido, ambos comenzaron a practicar esgrima juntos, y en las tardes salían a montar a caballo. Cabe decir, que Jen era mucho más hábil en todo aquello que los príncipes hacen: cazar, pelear, manejar la espada, montar a caballo, etc. Mientras que Rob era como una pequeña gacela que debían de defender, era tan bueno que si venías hacía el con una espada, sería capaz de pulir la punta para que la claves en su pecho.
Una tarde, Jen invitó a Rob a dar unas vueltas por el bosque a caballo. Él había encontrado una pradera repleta de lindas flores lilas, y supo de inmediato que debía llevar a su querido amigo Rob allí. Aquel lugar parecía una obra de arte hecha por el mejor pintor de todas las épocas.
Cuando llegaron, los ojos del joven príncipe brillaron como dos estrellas verdes, Jen estaba tan feliz de hacer feliz a alguien como su amigo. Últimamente no soportaba ver los bonitos ojos de su príncipe amigo apagados. No soportaba nada de muecas tristes o aburridas en su bonito rostro. Comenzaba a creer que un ser tan maravilloso como Rob no podía verse mal nunca. Y sentía su necesidad hacerlo reír, o lograr que sus ojos se enciendan como ahora. Ambos ataron los caballos en alguna rama de un árbol cercano y se sentaron en medio de aquella pradera de flores lilas.
"¿Te gusta este lugar, Robbie?" preguntó Jen. Rob asintió con la cabeza y pequeñas lágrimas se deslizaron de sus grandes ojos.
"Me gusta mucho" susurró con un hilo de voz.
"¿Por qué lloras entonces?" Preguntó Jen alarmado, Rob le respondió:
"Es que tú me haces muy feliz. Antes de ti lo era, sí, pero llegaste tú y de repente las cosas tienen más sentido que antes. Sé que probablemente esté mal visto, pero creo que me gustas..."
Jen se quedó paralizado por un momento, ¿Le gustaba a Rob? Quizás no estaba listo para oír algo como eso. Pero él bien sabía que dentro de su corazón, sólo había un gran lugar para Rob. De repente ya no importaban las bellas princesas de los diferentes reinos que su padre había conseguido para él, apostaba su maravilloso reino a que ninguna lo haría sentir tan feliz como Rob lo hacía. Era algo mágico, porque Rob no tenía siquiera que moverse para hacer sonreír a Jen, simplemente tenía que respirar, o mover una mínima sus pestañas, arrugar la nariz, achinar los ojos al reír; Rob podía hacer cualquiera de esas cosas inconscientemente y Jen sería feliz.
"¿T-Te gusto?" preguntó Jen con timidez, Robbie asintió tapándose la cara con sus manos, escondiendo su rostro entre sus rodillas flexionadas. Jen sintió su corazón dar un millón de volteretas, y luego lo sintió caer con un duro golpe al ver la tristeza y el dolor en el rostro de su bonito príncipe, aquellos ojos que adoraba llenos de lágrimas.
"¿Por qué lloras?" preguntó a Rob, sintiendo su corazón achicarse, le dolía el pecho al verlo tan frágil.
"P-Porque, Jen, piénsalo, n-no podemos estar juntos... Digo, somos hombres, ¿Q-Qué pensaran de nosotros?" Rob intentaba retener las lágrimas y mantenerse estable, pero no podía. Jen se acercó mas a él, colocando sus manos en las mejillas calientes de el otro chico. Rob sintió, que, estando tan cerca, en ese preciso momento, podría ver dentro de Jen por sus grandes ojos azules como el mar; sus secretos, sus temores, lo que ama, lo que odia, todo. Y aunque sabía la mayoría de esas cosas, se sintió especial de poder ver sus ojos y ver nada más y nada menos que sinceridad. Él lo amaba como no amó nunca nada en este mundo, y vio en aquellas enormes puertas azules, que Jen lo amaba también, y entonces su corazón saltó de alegría.
"No importa la gente, pequeño príncipe algodón de azúcar, ni lo que piensen, ni lo que digan. Podemos huir si aquí no te sientes cómodo, encontraremos otro lugar en donde vivir, encontraremos un lugar donde podamos crear nuestro propio reino, sin discriminaciones, sólo amor. También me gustas, Rob, y no solo me gustas, te amo. Y creo que lo he hecho desde el primer momento, cuando entraste por las enormes puertas del castillo, con tus manos detrás de tu espalda, con las mejillas rojas por ser el centro de la atención. Nunca antes había sentido cosquillas en el estómago, o la insistente necesidad de ver a alguien sonreír como me pasa contigo. Así que, ¿Qué dices, bonito? ¿Creamos nuestro propio felices por siempre?"
El rostro de Robie se volvió un arco iris, no sabía si estaba rojo por el dulce apodo que usó su príncipe de armadura brillante, o por la catarata de hermosas promesas que la boca de Jen soltó.
Robbie asintió con la cabeza "Claro que sí, por supuesto que sí" murmuró en un mar de lágrimas, y en un impulso de tener a su amado más cerca, juntó sus labios en un dulce beso. Las sensaciones eran mágicas, ambos sentían su estómago contraerse de cosquillas, se sentían en un mundo donde las malas personas y las guerras no existen, eran solo ellos dos y nadie más.
Entonces, luego de aquel día, los dos jóvenes príncipes le contaron a sus padres lo que sucedía entre ambos. Fueron rechazados por sus progenitores, y también por la sociedad, siendo nada mas y nada menos que un hazme-reír.
Pero no les importó, porque se tenían uno al otro, y eso era lo único que necesitaban para vivir. Luego de viajar meses y meses, pasando las noches en pequeñas aldeas precarias, encontraron un pequeño reino abandonado en las alturas de unas verdes y brillantes colinas. Se instalaron allí, creando la aldea más humilde y amorosa que existió nunca, todos eran felices, y nadie era discriminado por ser más bajo que otro, o por amar a alguien; porque el amor de ambos príncipes -ahora reyes de su propio mundo- fue el sostén de todo, la base de una vida llena de amor y alegría.
Y Jen y Rob, vivieron felices para siempre.
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cotton prince || OS ||
Cerita Pendekcuento súper corto, dedicado a @Newt_Howell porque es mi batifrijol y la hamo♥