Prólogo-

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Un leve sílbido rasgaba el silencio de la noche, el sonido metálico de las esposas chocaba y resonaba al impactar contra la pequeña banda metálica del cinturón. Los pasos eran lentos, algunos golpetes contra el piso, coincidían con la melodía entonada, mientras hacia girar la tonfa al aire, y movía los ojos a todos lados.

El vacío y la oscuridad de los alrededores era la habitual, la luz de la lámpara era lo único que ahuyentaba a las sombras, brindando protección a aquellos que caminaban por ahí.

Al llegar a la cabina de seguridad, se dejó caer en la silla, subiendo ambos pies en el panel donde reposaba una serie de pantallas, que revelaba las imágenes captadas por las diferentes cámaras de seguridad, que registraban todo lo que sucediera en los alrededores. Estiró con pereza su derecha, cogiendo un sandwich a medio comer, y le brindó una generosa mordida, para luego tomar del vaso de café caliente que sostenía en la izquierda.

Los ojos castaños del guardia se mantenían atentos a las cámaras, mientras su ceño se fruncía. Las mordidas continuaban, hasta que algo cómo una sombra pasó por la cámara tres. Con presteza cogió el walkie-talkie que colgaba en su cinturón.

— Phil, tío, veo movimiento en tu zona, cambio.

No hubo respuesta, el guardia pensó que el mencionado había elegido el peor día para reunirse con "Teresita", aquella prostituta latina que recientemente se había instalado en la zona. Se alzó de hombros, quizá se trataba de un mocoso que tenía ganas de molestar.

Las cámaras seguían grabando la oscuridad, el monitor ya marcaba las 23:15, y tocaba salir a dar unas vueltas. El monótono ambiente le ayudaba a pensar en los errores que había cometido, y a cuestionar las acciones de su vida. Mientras miraba al cielo, y contemplaba el brillo de las estrellas, y la luna que brillaba con diáfano esplendor que se ubicaba al centro del manto celeste, pedía a Dios el milagro de un cambio, para luego continuar con su trabajo.

Un movimiento en un arbusto cercano llamó su atención, cogió su arma de reglamento, pensando que si era el condenado perro de sus jefes, lo asesinaría.

Pero lo que vio, provocó que sus latidos se dispararan, y un ahogado grito emergiera de sus labios, mientras trataba de sentir sus piernas para correr.

La criatura le miró desde sus ojos salvajes, mientras de sus alargados colmillos goteaba la sangre roja y fresca. Las garras de sus patas delanteras se tensaron, mostrando un peligroso filo, las patas traseras se prepararon, miró a los ojos del guardia de seguridad y sin más dilación, se lanzó contra el cuello al estilo de un animal salvaje, arrancando un pedazo, y dejando correr la sangre por el suelo, y sus fauces.

La luna ya se había colocado al centro, mientras el reloj marcaba la media noche, y la luz plata del astro nocturno, dejaba ver un cuerpo humano sin vida, con pedazos de carne arrancadas del hueso, y gigantescos arañazos de garras gigantes en el suelo, cubierto del vital líquido carmesí.

Underworld: RebornDonde viven las historias. Descúbrelo ahora