Capítulo 5

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 Y imaginarme a algunos chicos quejarse porque las chicas no les harán caso en toda una hora.

Las tres primeras horas se me hacen realmente cortas.

Cuando llega la hora del almuerzo, todos salen entre empujones del aula, yo en cambio, me espero a que toda la estampida de rinocerontes salga para recoger mis cosas y salir tranquilamente junto a Astrid y Luke, con el cual me he perdonado.

Caminamos por los pasillos ya vacíos y entramos en la cafetería "como los populares que somos", nótese el sarcasmo, vamos a la cola que hay para comprar el almuerzo. Encontrando la encantadora sorpresa de que después de esperar diez minutos lo único que hay son purés.

-Degg ¡qué asco! – decimos los tres a la vez.

-Al menos, nos quedan los dónuts.-dice Luke.

Y como si la hubieran invocado aparecen las uñas rosas de Jessica, una de las perritas de Claudia. Para diferenciarlas, Claudia les hace utilizar un color para su ropa y uñas a cada una.

-Pequeña rosita, no deberías comer eso, se te pueden marcar las caderas.-Dice Astrid con tono burlón y como si estuviera hablando con una niña pequeña siendo regañada.

-No creo que eso sea posible, ¿Tú la has visto? Ya no cabe ni en la silla. –Digo yo.

En ese momento, los tres la miramos de reojo para descubrir que está llevando la mirada de los dónuts a sus caderas. Para luego verla marcharse de la cafetería corriendo, haciendo sonar sus tacones rosa chillón contra las baldosas. Los tres nos miramos para luego sonreír victoriosos y coger los dónuts.

Salimos riendo y hablando de tonterías hasta llegar a nuestro árbol que se encuentra en un rincón del patio, el almuerzo pasa entre risas y bromas. Cuando suena el timbre los tres estamos tirados sobre el césped riendo como morsas retrasadas a punto de dar a luz.

Nos levantamos con dificultad para recoger nuestras cosas e ir directos a las próximas clases las cuales pasan lentas y divertidas por las bromas de nuestro bufón, Samuel.

Cuando salimos del instituto, me despido de mis amigos. Cada uno se dirige hacia su moto y se van a su casa. Yo me coloco los auriculares con mi música y me dirijo hacia mi casa para comer con mi padre ya que hoy se tomó el día libre, él es abogado.

Cuando llego a casa me lo encuentro preparando unos macarrones con queso que huelen deliciosos. Me recuerdan a cuando voy a visitar a mis abuelos a Londres todos los veranos y todas las navidades.

Entro en la cocina dándole un beso y cogiendo un puñado de cacahuetes que tiene en la mesa.

Comemos deprisa ya que hoy tengo clases de interpretación como todos los jueves. Cuando termino subo rápidamente a mi habitación para cambiarme y coger mi mochila donde lo tengo todo preparado, mientras mi padre saca el coche.

Cuando llegamos allí, me despido de mi padre con un beso en la mejilla y diciéndole que lo llamaré cuando terminemos.

Entro en el edificio y voy al aula que nos asignaron para las clases de interpretación ya que hay otras clases en las que se enseña desde música hasta bellas artes. Me siento en una de las sillas junto a algunos compañeros que ya han llegado, pasan unos cinco minutos en los que van llegando los demás y la profesora Guadalupe.

La profesora nos pide silencio mientras deja sus cosas en el suelo, delante del escenario, lo bueno de esta aula es que es la más grande de todas.

-A ver, mis niños, silencio por favor. –Nos dice con su dulce acento mexicano- Tengo una sorpresa que daros, vamos a interpretar una obra, nada más y nada menos que...-en ese momento se mete las manos en los bolsillos.

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